lunes, 29 de agosto de 2011

La danza mutilada que da esperanza a Camboya


Por: Héctor Rubio-Palma

Mirada tímida y curiosa. No más de un metro y medio de altura. Tez oscura, pelo liso y negro que le cae por los hombros. "¿Cuántos años tiene?" "En Camboya la edad no es algo seguro. Unos dieciocho", duda un voluntario español. Se llama Tong y no parece tener más de 14. Es una de las bailarinas del centro de Arrupe que acoge a jóvenes con problemas y con discapacidad. Ella, junto a una docena de sus compañeros, que también vienen del grupo de baile de Tahen, actuaron ayer en el Caixa Forum.

Sus brazos son riachuelos en calma que fluyen hasta los dedos que se prolongan en curva como hilitos de agua. Un salto hacia su compañera que danza sobre una silla de ruedas y continúa con el apsara (el baile clásico de Camboya), que gira con su cuerpo, delicado, hacia su compañera, que sigue el círculo.

Tong es una de las jóvenes que ha venido gracias a Monseñor Enrique ´Kike´ Figaredo, que es el responsable de Arrupe. Tres de las chicas que han venido a Mallorca están mutiladas por culpa de la poliomielitis.

En Camboya, el centro acoge a más de 50 adolescentes, de los cuales siete alumnos están afectados por las minas antipersona, y otros siete por dicha enfermedad vírica.

Además de actuar, los jóvenes visitaron ayer la exposición Camboya, tierra de esperanza, que está alojada en la segunda planta del Caixa Forum. La muestra de fotografías está realizada por Gervasio Sánchez y está protagonizada, en parte, por el grupo de jóvenes.

Fue la primera vez que se vieron retratados, lo habían hecho en una revista, pero no en gran formato. No se lo creían, caras de sorpresa y admiración. "Para ellos Gervasio es un amigo que viene de vez en cuando y hace fotos, pero no se esperaban este resultado", explica Figaredo.

"Con estas fotografías casi no hace falta ir a Camboya para conocerla, es un orgullo y un honor que se puedan ver y que así se conozca nuestra cultura", dice Tolan, un joven niño prodigio que toca la música que bailan las mujeres. "Aunque también reflejan el sufrimiento y el dolor", añade.
Tras treinta años de guerras, Camboya se configura como una sociedad rota, sin profesionales, sin infraestructuras y con 0,1 médicos por mil habitantes. Pero según Figaredo, "la gente tiene ganas de vivir".

En Arrupe los niños reciben clases particulares, necesarias para que los estudiantes puedan aprobar ya que lo que les enseñan en la escuela no es suficiente para pasar los exámenes.

"Los profesores hacen esto para poder sacarse un sobresueldo, ganan unos 35 dólares al mes", explica una de las voluntarias.

El baile es una disciplina dura, están ocupados y les sirve para madurar y superar complejos. "La danza me cambió la vida, antes era menos sociable. Me gusta ver que la gente quiera bailar conmigo y que yo puedo bailar con ellos", revela Boha desde su silla de ruedas.
Sánchez los lleva de gira por España.

Han actuado en Palma, y el pasado 29 de agosto lo hicieron en Madrid y después en Asturias. Sus actuaciones se basan en la danza clásica, la folk y la social, que también incluye los bailes litúrgicos, tres de las disciplinas del baile camboyano.

Lodo, arroz, casas de madera y una esperanza de vida que apenas sobrepasa los cincuenta años. Los niños se hacen adultos y gracias a la intervención de Arrupe muchos podrán ir a la universidad o tener estudios superiores.

Otros no lo harán. "A mis hermanos les da vergüenza bailar y tampoco quieren estudiar, quieren dedicarse a la ganadería", dice Tong. Sin embargo ella quiere ser profesora en una escuela (no en una guardería) para "apoyar a sus alumnos, que estudien y conozcan el mundo".

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