domingo, 25 de marzo de 2012

Danza a un nivel de excelencia: Luisa María Díaz González , bailarina del Ballet Béjart


Por: Valentina Boeta Madera

Tal vez el nombre de Luisa María Díaz González no se haya difundido tan ampliamente como el de otros bailarines mexicanos que han sobresalido o ahora despuntan en el extranjero, pero vaya que tiene méritos para ser bien conocida.

Desde 2000 es integrante de la compañía que Béjart creó en Lausana, Suiza, que este año cumple un cuarto de siglo de vida y con la que Luisa ha interpretado papeles estelares, como el de la "Cantata 51" y "Ce que l'amour me dit", que se presentaron a finales de enero en el Palacio de Versalles.

Es también autora del libro "Adiós Maurice, te amo", en el que narra el impacto de la muerte del coreógrafo en la compañía.

¿Cómo llegaste al Ballet Béjart?

La directora de la Escuela de la Ópera de París, Claude Bessy, me preguntó qué pensaba hacer al graduarme y le contesté que regresaría a México o a Nueva York. Luego me dijo que alistara mis zapatillas porque me estaba esperando el vehículo de Maurice Béjart y ahí estaba el flamante auto con su chofer para llevarme al Palacio de Versalles, y sorpresa al llegar, se abrieron las puertas y fui directo al Teatro de la Reina, ahí estaba el genio Maurice Béjart esperándome en el escenario con fotógrafos. Bailé y canté y me dijo que me enviaría mi contrato a la Escuela de la Ópera de París y mi permiso para trabajar como menor de edad, porque yo tenía 17 años. Mi permiso fue autorizado por excepción en Suiza por "mi talento y técnica excepcional".

Bailaste el personaje de "Clara" con el New York City Ballet (1991-1992) y te convertiste en la primera mexicana en estudiar y egresar de la Escuela de la Ópera de París. ¿No merecías estar en una compañía más grande?

Béjart revolucionó la danza haciéndola posmoderna; es (la suya) la compañía de danza internacional más importante que ha habido y la que más viaja y, sobre todo, que logra llenar no solamente los teatros, sino estadios de fútbol y palacios de congresos.

El Ballet Béjart es una compañía de autor. Sin Maurice (falleció en 2007) ¿hay compañía para rato?

Ya han pasado cuatro años sin Maurice y la compañía sigue con el mismo ritmo de trabajo, auspiciada por la Fundación Béjart y el gobierno suizo, que considera a la ciudad de Lausana como la capital de la danza (el Prix de Lausana cumple 40 años y el ganador de este premio puede escoger una escuela a la que quiera acudir de las de mayor prestigio); además Sergei Diaghliev, Nijinski y Lifar se establecieron el siglo pasado en esta hermosa ciudad y Maurice Béjart, genio del posmodernismo, mejor coreógrafo mundial de la segunda mitad del siglo XX, la ha consagrado. Su compañía sigue vigente con Gil Román a la cabeza; Maurice fue un creador de creadores. El metro y la zona en donde él vivió llevan su nombre inmortal.

La obra de Maurice Béjart parece tener diferentes personalidades: una ligera, digerible, y otra más compleja, rompedora de esquemas. ¿Con qué personalidad te sientes más cómoda?

Conmigo Maurice Béjart creó el alegre "Vals a mille temps", mi nombre aparece en el cartelón del Teatro de La Scala de Milán, es una de las más ligeras y alegres. También me tocó vivir a su lado la creación de "Zaratustra, el canto de la danza", una obra fuerte basada en el texto de Nietzsche. Maurice dejó escrito en una de sus entrevistas que él no pensaba en un arabesque o cualquier otro paso, sino que él veía al señor o la señora o señorita tal haciendo dicho arabesque. Cuando él escogía quién bailaría el rol estelar era porque así lo veía su espíritu y nunca se equivocaba, escogía al bailarín idóneo para interpretar a su personaje y mi personalidad se transformaba en ese personaje que él deseaba. Maurice escogía a lo mejor del mundo, realmente todos los bailarines del Ballet Béjart vivimos nuestros personajes; así por ejemplo, en el "Ángel Loulou" yo vivo el amor, pero también sufro y valoro la vida después de la muerte; me siento cómoda dentro de los personajes que Maurice me dio a interpretar, era un contacto muy cercano, muy personal, como un padre que ve a sus hijos (los bailarines) todos los días, él sabía lo que quería de sus bailarines y los amaba verdaderamente, disfrutábamos de la personalidad de Maurice y de su amplia cultura, que se refleja en sus obras.

¿Cuál es en tu opinión la mejor manera de aproximarse y disfrutar la obra de Béjart?

Hay obras que definitivamente sí tienes que tener un estudio previo, como es "Zaratustra", para disfrutarla al 100% habría que leer a Nietzsche; sin embargo, la obra coreográfica de Maurice te presenta aspectos para seguir reflexionando, el secreto es dejarse llevar por su obra, es la obra de arte coreográfica misma la que impregna tu espíritu, te deja algo para siempre.

El Béjart artista era la parte más pública del coreógrafo. ¿Cómo era el Béjart humano, íntimo?

Maurice fue como mi padre en la danza y también fue mi tutor, ya que yo era menor de edad cuando me contrató; me enseñó a apreciar todas las culturas y a profundizar en la historia, costumbres, pensamiento de cada uno de los lugares en donde nos presentábamos. Recuerdo cómo subía a la Muralla China "jalando" a todos sus bailarines, incitándonos a querer contemplar no sólo estéticamente, sino en una reflexión filosófica profunda, valorando el sentido de la vida.

¿Cuál ha sido tu mejor interpretación hasta ahora con el Ballet Béjart?

La Elegida de "La consagración de la primavera" fue la consagración de mis 18 años de edad, y mi consagración como bailarina al presentarme Maurice en el Palacio de Congresos de París. También Pamina, de "La flauta mágica", aunque mi personaje de la Brambila que bailé en el Teatro de La Scala de Milán, en donde además de bailar tengo unos diálogos en italiano, fue muy aplaudido... Pero quizás cuando me puso Maurice a recibir los aplausos del público con el personaje de Julieta o quizás cuando me besó después de haber cantado "Les Filles de Cadiz". No sé, creo que todos los he disfrutado, ni se diga del jarabe en donde el público zapateó junto con Maurice. En el Palacio de Versalles interpreté el rol estelar de "Cantata 51", que es técnicamente muy difícil, y "Ce que l'amour me dit", los días 28 y 29 de enero, en donde estuvo presente la directora de la Ópera de París, Brigitte Lefevre, entre muchas otras personalidades de la danza en Europa.

¿Eres un ejemplo más de que nadie es profeta en su tierra?

A mí me reconoció México otorgándome el Premio Nacional de la Juventud 2001 por mi destacada trayectoria como primera bailarina reconocida en las principales capitales del mundo, por mi nivel de excelencia; también me invitaron a la Gala de Jóvenes Talentos en el Palacio de Bellas Artes y a la inauguración del Foro de la Biblioteca Vasconcelos.

Parece que difundir los logros de los bailarines mexicanos en el extranjero no es una prioridad en el país. ¿Compartes esta apreciación?

El medio de la danza en México es muy cerrado, hasta podría decirte que todos nos conocemos, todos saben que existe una Luisa Díaz en el medio de la danza, como yo también te puedo decir que siempre hay un logro en la danza entre los mexicanos en el extranjero y los bailarines mexicanos en nuestro país. México es un país de danzantes y de danzantes muy buenos.

¿Para ser considerado un buen bailarín hay que trabajar en el extranjero?

Hay que haber tenido premios en el extranjero; la competencia es inmensa y puedo decir que en México hay magníficos bailarines.

¿Sorprende en Europa que sea mexicana una de las bailarinas principales de una respetada compañía del continente?

La compañía de Lausana tiene a lo mejor del mundo, somos de muchas nacionalidades diferentes, así que no les sorprende porque ésta es la característica de la compañía precisamente, tener lo mejor de la danza con intérpretes con diferentes contextos culturales, físicos diferentes, pero todos bailamos a un nivel de excelencia.

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