martes, 14 de agosto de 2012

Barro Rojo 30 años en las tablas


POR: Alida Piñón/ El Universal



Es 1982, el presidente Jósé López Portillo tiene al país al borde del colapso financiero, su sucesor, Miguel de la Madrid reconoce que México vive un momento de "emergencia nacional".


En el estado de Guerrero, un bailarín ecuatoriano con ideología izquierdista, Arturo Garrido, funda con cuatro mexicanos, Daniela Heredia, Isaac Shultz, Judith Camero y Serafín Aponte, la compañía Barro Rojo, para abordar, desde la danza, las injusticias sociales que conmueven a toda una generación, para hablar sobre lo que nadie se atreve.


Tras una gira por Nicaragua y la adopción de un elemento más, Francisco Illescas, y con una identidad ideológica establecida, la joven agrupación se muda a la ciudad de México, no sólo para irrumpir en la escena capitalina, también para ocupar sus calles y plazas, para convertirse en un movimiento que no tuvo miedo de ser abiertamente militante.


Treinta años han pasado desde entonces y Barro Rojo, según sus sobrevivientes, se mantiene de pie a pesar de la política neoliberal, de los últimos dos sexenios priístas del siglo XX, de los dos primeros gobiernos panistas del nuevo milenio, de las luchas sociales que transformaron al México moderno, como la del Ejército Zapatista de Liberación Nacional; de al menos un fraude electoral, de las políticas culturales que, según ellos, terminaron por domesticar a una intelectualidad, con la máscara del apoyo institucional; de la estigmatización por ser los "nacos", "izquierdosos" de la danza nacional, de la "caída" de las ideologías, del desencanto.


Por eso, cuando se preparan para ensayar lo que será su función de aniversario el 21 de agosto en el Palacio de Bellas Artes, juntan sus manos, agredecen seguir unidos y gritan: "¡Viva Barro Rojo, carajo!"


De tres en tres


Los 30 años de vida de la compañía serán celebrados con un programa que podría definir lo que es y ha sido Barro Rojo a lo largo de tres décadas, así como para ver de nuevo en escena a tres de sus pilares más importantes:


Serafín Aponte, director de 1990 a 1994, año en que abandona el grupo para continuar con sus búsquedas personales; Francisco Illescas, quien ha sido miembro permanente y su más importante coreógrafo, pero que desde hace 15 años dejó de bailar; y Laura Rocha, su directora desde 1994, quien también llevaba años sin participar como ejecutante, aunque sí como creadora.


Llevarán a escena tres obras: "En tu ausencia... como luz en el camino" y "Paisaje interior", de Rocha, y "Esto no es una coreografía", de Illescas, en la que participa Aponte; las dos últimas son estrenos.


Con "En tu ausencia... como luz en el camino", con la que abrirán bocado, Rocha vuelve al escenario para bailar una obra con la que le rinde tributo a su madre.


"Se trata de un trabajo hecho con el dolor más profundo que he tenido, que no se irá nunca. Surgió por mi necesidad de homenajearla, recobré sus raices, sus aromas, sus emociones, sus caminos, su tierra, que al final fueron los míos; con esta obra le di salida a mi duelo, aunque también habla de la maternidad", dice en entrevista con EL UNIVERSAL.


La pieza permite mirar a una bailarina madura, con una fuerza expresiva que conmueve. "Hace nueve años que no bailaba y volver a hacerlo implicó encontrarme con una mujer que sabía bailar de una manera y que ya no puede seguir haciéndolo. Yo brincaba, giraba, fue muy fuerte entender que mi pisada es distinta, que mi cuerpo se ha transformado, pero también ha sido satisfactorio saber que soy una bailarina con experiencia", dice.

Una obra confesional


Francisco Illescas se unió a Barro Rojo en 1983, cuando el grupo se fue de gira por Nicaragua. Desde entonces su vida ha estado ligada a la compañía.


Con "Esto no es una coreografía", el coreógrafo decidió trascender a lo que ha sido el devenir estético del grupo y entrega un montaje confesional, desgarrador, brutal y sin concesiones.


Los conflictos internos de Barro Rojo, como negarle a Illescas ser director cuando Garrido, en 1990, los abandona; el veto institucional; los sucesos históricos con los que se comprometieron, como el sismo de 1985 en la ciudad de México, Acteal, Aguas Blancas, Atenco, Chiapas; así como la confesión de un hombre, un bailarín que después de 30 años no tiene la misma cintura ni el mismo vigor, que ya no puede bailar, sólo correr; en resumen, el relato escénico de lo que fueron, que termina en el principio de la nueva época de la compañía.


Es también un reencuentro de amigos, de colegas, sin falsas alegrías y con incómodas verdades. En un cuadro de la obra, Illescas propone un momento de improvisación, él y Aponte podrían revelar algo que no sabe el otro. En el ensayo al que acudió EL UNIVERSAL, Aponte mira al frente, sus piernas separadas, la expresión facial dura: "En una función me sentí mal, me dolía la espalda, al final todos se fueron, me quedé solo, no podía moverme". Illescas, a su lado, le dice: "No lo sabía". La coreografía sigue.


"Como bailarines siempre hay un celo, pero siempre admiré a Serafín, incluso en algún momento lo envidié, no lo pude evitar, así es la naturaleza humana. Es uno de los mejores bailarines que ha dado México y no es una opinión parcial, sino generalizada; su presencia es impresionante, a mí, escénicamente, me apabulla, y al mismo tiempo me jala, me obliga a estar a su nivel aunque sepa que no lo voy a lograr", dice.


Sobre su obra, apunta: "México es un país inmenso, con muchos contrastes, convulso y la obra habla de eso, es un manifiesto de lo que somos, de lo que creemos y de lo que consideramos importante seguir tratando, fuimos el extremo necesario de la danza".


Por su parte, Aponte agrega que en el 82, en un país en plena crisis, Barro Rojo tenía razones para existir. "Ahora creo que un proyecto como éste debe seguir vivo; utilizar el terreno del arte para generar una consciencia de lo que somos, de lo que nos está tocando vivir, sigue siendo necesario, e incluso urgente".


Finalmente, con el estreno de "Paisaje interior", que aborda las relaciones de pareja, las cabezas de la compañía le ceden el paso a la nueva generación, teniendo como como invitado especial a Yaroslav Villafuerte, intérprete ganador del programa Ópera Prima @elcolectivo.


Así, Bellas Artes verá el pasado, presente y futuro de un grupo referencial en la historia de la danza nacional que, según Illescas "no sale a bailar, sino a partirse la madre en el escenario".

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