lunes, 3 de diciembre de 2012

Promotores culturales, los cerebros detrás de los artistas



Por: Alida Piñón

Hace 20 años se creía que las agencias de relaciones públicas eran aquellas que sabían organizar una fiesta y conseguir los mejores bocadillos. El término promotor cultural era casi desconocido y la figura del manager, un mito. Hoy, aunque aún son muy pocos, los equipos de trabajo que están detrás de un artista del ámbito cultural empiezan a cobrar relevancia en la difusión del trabajo de los artistas.

Algunos de ellos están empezando a entender que ya no son sólo los medios de comunicación la única vitrina de exposición de sus artistas, sino también las plataformas digitales y las redes sociales, pero sobre todo ya no tienen miedo de promover a su artista como si se tratase de una marca registrada.

¿Quién está detrás del artista? Charlamos con agencias de promotores de figuras como los directores de orquesta Alondra de la Parra, el músico Horacio Franco y el bailarín Isaac Hernández, y de la ola cada vez más exitosa de cantantes de ópera.

¿El artista es un producto?

Arturo Plancarte fue claro con el flautista Horacio Franco, reconocido como uno de los mejores intérpretes de su instrumento: “te voy a vender como la mejor lata de refresco”.

Hoy, Arturo Plancarte, manager y esposo de Franco, puede decir con orgullo que la agenda del músico es nutrida para 2013, que incluirá giras por China y Estados Unidos, que celebrarán los 35 años de trayectoria artística con una “gran sorpresa” y que este año pudieron festejar un gran “golpe de suerte”, que el flautista fuera imagen de una reconocida marca de whisky, además de haber cumplido con todos los compromisos de trabajo que resultaron todo un éxito.

¿El secreto? “Tener excelentes relaciones públicas con todos, idear estrategias corporativas y tener una gran disciplina. Para mí, trabajar con Horacio es un gran compromiso y una inmensa responsabilidad porque estoy obligado a responderle de la mejor manera”, cuenta en entrevista.

Plancarte es arquitecto de formación, pero asegura que desde muy joven ha estado interesado en la producción de artes escénicas. Con el tiempo, poco a poco se ha ido especializando hasta tomar una maestría en gestión cultural, así como cursos en el manejo de negocios.

“Hace 12 años acordamos trabajar juntos y le dije que debía tener muy claro que él sería vendido como un producto. A los puristas del ámbito cultural les hace mucho ruido hablar de mercado y de venta, pero es una realidad que no podemos negar. Si un manager no sabe vender a su artista, pues ninguno de los dos va a comer. Otra cosa es prostituir, por ejemplo, yo sería incapaz de pedirle a Horacio que se ponga a tocar con la flauta música de Paulina Rubio, con el argumento de que así llegaríamos a más gente, es ridículo”, explica.

La opción, dice Plancarte, es respetar el trabajo del artista y conocerlo muy bien para saber cómo dirigir los reflectores a la obra y a la figura.

La construcción de una imagen

En el terreno cultural uno de los casos más notorios de los últimos años en la promoción masiva de un artista es el que hicieron Diego Plaza y Raúl Ferráez, de la revista Líderes Mexicanos, con el bailarín mexicano Isaac Hernández, solista del Ballet Nacional de Holanda.

Hace año y medio Plaza y Ferráez llevaron a cabo una investigación sobre cómo en otras partes del mundo se maneja la imagen de las compañías de ballet y llegaron a la conclusión de que la mejor estrategia era presentar al bailarín como una historia de éxito y disciplina de vida.

Crearon el eslogan “Bailarín Profesional, Soñador Profesional”, un proyecto que consideraron podría impactar no sólo a la gente que gusta del ballet, sino también a quienes jamás habían ido a una función de esta disciplina; la meta era conseguir que fuera una figura de la cultura capaz de influenciar a la juventud.

Durante 2012, Hernández se presentó en el Palacio de Bellas Artes y en el Auditorio Nacional con llenos totales y con empresas privadas e instituciones públicas como patrocinadores, además fue emblema de los logros alcanzados por el gobierno federal en materia de cultura, pese a que el bailarín no vive ni trabaja en México de manera permanente.

“En nuestra investigación de mercadeo no encontramos nada parecido en México ni en el mundo, en donde sí hay campañas para compañías de ballet, eso nos emocionó mucho porque vimos la oportunidad de conquistar un nicho para un nuevo personaje que no fuera el actor de televisión, el actor de cine o el cantante de pop”, dice el representante.

Según Plaza, en México sí hay oportunidades de mercado y negocio alrededor de la cultura, sólo falta reconocer a esos artistas que tienen muy claro qué quieren conseguir con sus carreras. “Nosotros no hicimos a Isaac, él trabaja desde que era un niño y ha conseguido las cosas por sí solo. Nosotros sólo administramos su liderazgo y construimos influencias, partiendo de la base de que la materia prima ya la teníamos”, revela.

En ello coincide Rossy Pérez Navarro, directora de Consecuencias Publicitarias, agencia que tiene entre sus clientes a la coreógrafa y bailarina Tania Pérez-Salas.

“Tania es una mujer creativa, disciplinada y que tiene muy claro lo que quiere. Creo que la gente de cultura no debería tener miedo del marketing, yo no creo artistas, yo difundo su trabajo. Cuando su compañía llegó al Palacio de Bellas Artes tuvimos que hacer un gran trabajo como analizar cuál iba a ser la fotografía que íbamos a usar o qué íbamos a decir en los boletines”, dice.

La jovencita y el tenor

Karla Sarmiento, directora de Comunic K, empezó a trabajar con la directora de orquesta Alondra de la Parra hace siete años, a quien, cuenta, nadie conocía. En poco tiempo lograron posicionarla en los medios de comunicación y ha tenido presencia constante en diversas orquestas, uno de sus discos ha vendido más de 70 mil unidades y colabora con artistas de otros géneros.

“Empezamos difundiendo la historia de una jovencita que estaba haciendo algo muy interesante y fue muy atractiva para los medios”. Karla Sarmiento también representa en México al tenor Javier Camarena, a quien persiguió hasta convencerlo de que necesitaba un filtro de promoción. “Cuando lo escuché cantar me enamoré de su trabajo y pensé que debía represantarlo”, cuenta. Y está en pláticas con Arturo Chacón-Cruz y Rebeca Olvera.

Los promotores culturales y las agencias de relaciones públicas son necesarias, coinciden los consultados, el gran muro aún por derribar es que no todos pueden pagar sus servicios; y a su vez no todos pueden o quieren invertir en ellos.

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