lunes, 26 de agosto de 2013

Dejó Amado Nervo una huella imborrable en la literatura mexicana

 
 
El connotado poeta y prosista mexicano Amado Nervo, a quien se recuerda mañana a 143 años de su nacimiento, es considerado uno de los pilares del modernismo, que dejó una huella imborrable en la historia de la literatura mexicana.
 
Muestra de ello es el Premio Nacional “Amado Nervo” que desde hace 12 años se otorga a los mejores poetas en honor del también novelista y ensayista.
 
Juan Crisóstomo Ruíz de Nervo y Ordaz, mejor conocido como Amado Nervo, nació el 27 de agosto de 1870, iniciando una historia ligada a la literatura desde muy joven.
 
Originario de la ciudad de Tepic, Nayarit, Nervo asistió en 1884 a un colegio en Jacona, Michoacán, y después al Seminario Conciliar de Zamora, donde permaneció cinco años, señala su biografía publicada en el portal de Internet “amadonervo.net”.
 
De acuerdo con sus biógrafos, la familia del poeta era de clase media y tuvo que enfrentar problemas económicos que lo obligaron a dejar sus estudios eclesiásticos, aunque también se considera que sus inclinaciones literarias influenciaron en esta decisión.
 
Tiempo después se trasladó a la capital del país, donde radicó y comenzó a trabajar en pequeños negocios, al tiempo que se relacionó con personajes del periodismo y las letras.
 
En este medio ganó fama a través de su oración fúnebre a la muerte de Manuel Gutiérrez Nájera en 1895 y la publicación de su novela “El bachiller”.
 
Posteriormente el poeta comenzó a colaborar en varios periódicos que publicaron sus poemas, cuentos, crónicas, semblanzas, críticas de libros y teatro.
 
En esta etapa de su vida, el diario “El Imparcial” lo envió a París, Francia, para cubrir la Exposición Universal de fin de Siglo y prolongo su estancia por Europa dos años, en los que desarrolló una gran amistad con personajes como Rubén Darío (1867-1916) y otros escritores del llamado modernismo.
 
A partir de ese momento, su obra se vio innegablemente influenciada por Rubén Darío, además de dejarse llevar por sus intuiciones y raíces religiosas de la juventud, que inspiraron las publicaciones “Perlas Negras” (1869) y “Místicas” (1898).
 
Nervo optó por seguir los principios y la filosofía del “Parnaso”, grupo que intentó reaccionar contra la poesía utilitaria y declamatoria que se encontraba en boga en aquel periodo, así como contra el romanticismo lírico.
 
En 1901 conoció, en Paris, a Ana Cecilia Luisa Dailliez quien fue el amor de su vida y con quien vivió hasta la muerte de ella, ocurrida en 1912.
 
De acuerdo con el sitio de Internet “biografiasyvidas.com”, la muerte de Ana fue un golpe muy doloroso en la vida de Nervo, del cual se valió para escribir los versos “La amada inmóvil”, obra que vio la luz hasta después de la muerte del autor.
 
En el siguiente periodo escribió la obra “Poemas” (1901), a la que le siguieron en 1902 “El Éxodo y las flores del camino”, “Hermana agua” y “Lira heroica”.
 
“Los jardines interiores” en 1905 cerró este ciclo en el que Nervo mostró un estilo depurado a la hora de escribir, acompañado de una gran preocupación por perfeccionar la forma de la estrofa y de la escritura.
 
A su regreso a México, luego de años de cultivar su pasión por las letras, siguió colaborando para diferentes periódicos y publicó algunos libros y se desempeñó como profesor de español, historia y literatura en la Escuela Nacional Preparatoria.
 
En 1906 fungió como diplomático mexicano en Argentina y Uruguay con lo que inició su carrera política, que concluyó cuando fue designado secretario segundo de la Legación de México en España.
 
Hacia 1918 recibió el cargo de Ministro Plenipotenciario de Argentina y Uruguay, y conoció al notable escritor y periodista Juan Zorrilla San Martín (1855-1931), quien influyó de manera decisiva en el acercamiento que Nervo tuvo con la iglesia católica en los últimos días de su vida.
 
Sus siguientes obras fueron: “Elevación” (1916), “El estanque de los lotos” (1917) y “Plenitud” (1918), esta ultima en la que el autor trató de alcanzar el Nirvana, influenciado por las doctrinas orientales.
 
Un año después el 24 de mayo de 1919, Amado Nervo falleció a los 49 años en Montevideo, Uruguay; su cadáver fue trasladado a México donde se le rindió un homenaje sin precedente.
 
Fue sepultado en la Rotonda de las Personas Ilustres, el 14 de noviembre de 1919.

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