viernes, 24 de enero de 2014

Vladimir Malakhov se despide del Ballet que fundó en Berlín

 
Para algunos críticos, es el mejor bailarín de las últimas cinco décadas y lo será todavía en las cinco por venir. Vladimir Malakhov fue noticia esta semana por su despedida del Ballet de la Ópera de Berlín, que fundó hace 10 años y que ha dirigido desde entonces.

 En su gala de despedida, el bailarín ucraniano que se dio el lujo de decir que no al teatro Bolshoi casi al comienzo de su carrera, hizo de todo. Fue Príncipe y Narciso, Ícaro y Anciano, en una noche plena de simbolismo donde recorrió esos y otros personajes de su vasto repertorio.

Una coreografía de las seleccionadas resultó especialmente conmovedora. Se trataba de un dueto, El viejo y yo, escrito por el coreógrafo holandés Hans van Manen sobre una pieza musical de J.J. Cole.

La interpretación fue brillante por parte de esta estrella de la danza, que hace poco cumplió los 46 años con su encanto andrógino intacto. En este dueto, sin embargo, se convierte en un anciano, a quien ya nada puede atraer. Ha alcanzado el final de su camino. Ya puede la maravillosa Beatrice Knop, su compañera en escena, intentar animarlo: nada rompe su letargo.

En general, según recogieron distintos diarios alemanes, fue una noche llena de simbolismo. Hace semanas que estaban agotadas las entradas a la Deutsche Oper, que esa noche especial tuvo ilustres bailarines invitados de Nueva York, San Petersburgo, Tokio, Londres y Munich para presentar un popurrí de piezas de exhibición, de eficacia probada.

Los principales solistas del Ballet Estatal podrían fácilmente mantenerse al día con las principales estrellas internacionales. Pero, por supuesto, es su noche: Malakhov completó cuatro apariciones para intentar abarcar diferentes roles de una vida entera consagrada a la danza.

En el pas de deux de Las sílfides, con la frágil Mika Yoshioka del Tokyo Ballet, donde todavía encarna al joven poeta. Luego, Leda y el cisne, de Roland Petit.

 Fue formidable verlos junto a Nadia Saidakova creando juntos el cisne que representa el deseo masculino: el dúo es para morderse las uñas para los aficionados Malakhov.

Se esperaba con impaciencia el solo Icarus que el coreógrafo flamenco-marroquí Sidi Larbi Cherkaoui escribió pensando en Malakhov. Un encuentro que dejó satisfechos a los que querían ver al gran bailarín en los orgánicos movimientos que propone esta recreación del mito del joven que quema sus alas. Para los fanáticos, resultó poco apropiado el traje, de inspiración cubista, preparado para el personaje por el diseñador belga Tim van Steenbergen.

Cuando llegó el turno a El viejo y yo fue el momento para la ironía. Lejos del lirismo del comienzo, del clacisismo de Leda o del modernismo de Cherkaoui, una sutil ironía personal se dejaba ver. Con el maestro Hans van Manen, que ya tiene 81 años, viéndolo bailar su pieza, Malakhov bailó su propia vida.

 Malakhov conservará su departamento en Berlín. Quiere comenzar una fundación. Si algo llega a su fin, comienza algo nuevo. Esto cree él. (AEA)

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