lunes, 15 de diciembre de 2014

Celebran a Ernesto Cardenal por sus 90 años

 
Foto: Omar Franco
Por: Emiliano Balerini Casal 
 
Anoche tuvieron que pasar alrededor de 50 minutos después de las seis de la tarde para que apareciera en el escenario de la sala principal del Palacio de Bellas Artes, de la Ciudad de México, el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, durante el homenaje que le realizó el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) por su 90 aniversario.
 
 
Vestido de blanco y apoyado en el brazo de una acompañante, caminó despacio hasta el lugar asignado para sentarse. En el trayecto lo recibió un racimo de aplausos, vítores y gritos proferidos por un público entusiasmado.
 
 
Ya en su asiento se dirigió al público: “Vamos a tener una breve antología de mi poesía: las distintas fases de ella, reunida en el libro Noventa en los noventa. Comenzaré con algunos poemas de juventud, poemas de amor, porque fueron años de muchos enamoramientos”.
 
 
Empezó con versos dedicados a Claudia después a la resurrección y, por supuesto, la infaltable y clásica  “Oración a Marilyn Monroe”, poema al cual muchos consideran como uno de los mejores versos que se han escrito sobre la actriz estadunidense.
 
 
Quien fuera ministro de Cultura de Nicaragua tras el triunfo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en julio de 1979, leyó: “Señor/ recibe a esta muchacha conocida en toda la tierra con el nombre de/ Marilyn Monroe/ aunque ese no era su verdadero nombre/ (pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los nueve años/ y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)/ y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje/ sin su Agente de Prensa/ sin fotógrafos y sin firmar autógrafos/ sola como un astronauta frente a la noche espacial./ Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia/ (según cuenta el Time)…”
 
El poeta continuó:
 
“…Señor/ quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar/ y no llamó (y tal vez no era nadie/ o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de Los Ángeles)/ ¡contesta Tú el teléfono!”.
 
Después de estudiar en Colombia —recuerda el autor de libros como Oráculo de Managua, Cántico cósmico y Somos polvo de estrellas—, Cardenal fue ordenado sacerdote y se dirigió a una pequeña comunidad en una isla en el Lago de Nicaragua, en el Archipiélago de Solentiname.
 
 
En ese sitio, comentó, estuvo 12 años y medio, donde se identificó con la lucha guerrillera que había en la montaña. Eso hizo que fuera interrogado por un tribunal militar. Al regresar a Solentiname compuso el siguiente verso: “En el lago/ el cielo negrísimo con todas sus estrellas/ y yo mirándolas desde una vieja lancha acostado en la popa/ vengo de ser interrogado por la Corte  Militar/ y pienso en los inmensos mundos sobre nosotros…”.
 
 
Solentiname
 
 
Antes de que el poeta apareciera en el escenario de la sala principal del recinto se proyectaron algunas imágenes y entrevistas del documental Solentiname, del cineasta y promotor cultural argentino Modesto López.
 
 
“De Rubén Darío me impresionó mucho la rima de la poesía que naturalmente yo no entendía, porque está llena de palabras complicadas… Lo que yo consideraba era la musicalidad del lenguaje, de la rima, eso de decir: rosa, mariposa, preciosa, y una larga sarta de palabras”, recordó el también sacerdote.
 
 
“Después, mucho más tarde, hice lo que llamé mi primera poesía. No la escribí, porque no sabía escribir todavía. Era a Rubén Darío. Cuando empecé a escribir más seriamente en la adolescencia me publicaron un poema en una revista que dirigía mi abuela”, recordó Cardenal.
 
 
El último poema de la noche estuvo dedicado a un joven, Laureano, que fue asesinado defendiendo la revolución sandinista de La Contra. La contundencia de la lectura logró que el público se levantara de sus asientos y empezara a gritar: “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, en alusión a los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos  en Iguala el 26 de septiembre, y que Cardenal se detuviera unos minutos para escuchar a la gente.
 
 
La poesía desnuda
 
 
Eduardo Vázquez Martín, secretario de Cultura del Distrito Federal, dijo que Ernesto Cardenal comenzó a publicar poemas a mediados del siglo XX, en un mundo dividido tras la Segunda Guerra Mundial, cuando la amenaza nuclear gravitaba sobre los seres humanos y cuando, al amparo de Estados Unidos, se imponían en América Latina dictadores crueles, ejércitos abyectos, ciervos sin escrúpulos: Batista, Trujillo, Duvalier, Stroessner, los Somoza.
 
 
“Los primeros poemas de Cardenal tienen como sujeto a los filibusteros, las batallas del pirata William Walker en el gran Lago de Nicaragua, la destrucción de Granada por los invasores, la ciudad donde vendría a nacer el poeta. En aquellos poemas de finales de los cuarenta, Cardenal muestra ya la naturaleza de su verso, el poema narrativo de mediano y largo aliento, donde a un tiempo se canta y se cuenta, aquellas poesías cuyo origen está en las batallas épicas de La Ilíada, y que va a convivir en la poesía terrenal con el epigrama y el salmo. Versos, todos ellos, entrecruzados con la narrativa histórica, el periodismo y la crítica política”, comentó.
 
 
Cercano a Walt Whitman y Ezra Pound desde sus primeros poemas, Cardenal propone una visión de la poesía de cara al devenir histórico que de alguna manera renuncia a metáforas e imágenes, a favor de un decir concreto, preciso, donde la poesía aparece desnuda, sin oropeles ni joyas ni velos, puntualizó.

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