viernes, 12 de diciembre de 2014

Taller Ditoria: más que una editorial, un cuento

 
Foto: Martín Salas.
Por: Ana Cecilia Escobar Nieto
 
Un gato gordo y rayado observa con interés el movimiento de la enorme rueda de metal de una impresora Chandler & Price de 1889. La maneja Don Gilberto Moctezuma, impresor de Taller Ditoria, editorial independiente dedicada desde hace 20 años a hacer libros únicos completamente a mano.
 
 
La máquina es una rareza que sólo se encuentra a la venta en sitios como eBay en estos tiempos. Proviene de una empresa sumamente exitosa en su tiempo, basada en Ohio, que dominó la industria de la impresión en la década de los 30, pero cayó poco a poco a partir de la aparición de la impresión en Offset en los 50. La compañía detuvo su producción en 1964.
Con sus manos morenas y ágiles, Don Gilberto acomoda una página color dorado sobre la que se imprime un sello, la retira segundos después y la sustituye por una nueva. Sólo detiene el paso para empujar los lentes que resbalan sobre su nariz de vez en cuando.
 
 
Los cuatro de Ditoria
 
 
Don Gilberto atiende a su oficio cada mañana desde hace 18 años, en el pequeño y desordenado taller ubicado en el número 3 de la Avenida México en la colonia Condesa. En el primer piso del departamento de dos pisos, con paredes escarapeladas y pisos cuarteados, el impresor arma una estructura delimitada por componedores, una especie de reglas de metal marcadas por cuadratines, que definen el tamaño de la tipografía y van desde el número 4 hasta el 25. "Ya que estamos preparados con la medida, pasamos al tipo, hay de diferentes puntos" dice mientras toma de unos cajones de madera pequeñas letras de metal, unas mayúsculas y otras minúsculas. Muestra la diferencia de tamaños comparando el 8 contra el 18, que a simple vista, no es tan evidente como él piensa. "Luego se coloca como en un teclado de computadora; letra por letra, conforme al original" explica pausadamente, a la vez que le acerca una pila de papel a Jorge Jiménez, quien lo coloca sobre su mesa de trabajo en la habitación vecina.
 
 
Jorge es uno de los fundadores del Taller, junto con el pintor Roberto Rébora. Su historia comenzó cuando el artista lo conoció por dedicarse a preparar lienzos para pintores. Roberto rentó el espacio que ahora ocupa el taller al volver de su estancia en Florencia y comenzó una colaboración que se mantiene después de dos décadas. "Un día llegaron unas letritas," dice Jorge sonriente, acomodando su pelo cano "y luego una maquinita que nos trajo José Clemente Orozco Farías. Como tenemos muchos amigos poetas, se nos ocurrió hacerles libros."
 
 
Desde entonces Jorge se ocupa del diseño editorial, la selección de los textos y la formación de los libros. Agrupa todas las hojas, hasta el colofón previamente acordados por el equipo, si bien Jorge se da licencias de vez en cuando durante la ejecución. Acomoda todo en una cajita que inventaron en el taller, que luego mete a la prensa para unir el volumen. Finalmente perfora las páginas con cinco agujeros y los une con un hilo.
Cuando Ditoria empezó, el dúo creaba ediciones pequeñas de poesía que regalaban a los cuates. Su gusto por hacerlo fue tal que en dos años pasaron de imprimir apenas 12 ejemplares a publicar más de 80. La "maquinita" que les llevó el hijo José Clemente dejó de ser suficiente y los esfuerzos de Jorge por aprender a imprimir, también.
 
 
Fue cuando apareció en el panorama Don Gilberto, que buscaba trabajo después de que por segunda vez en su carrera la imprenta donde trabajaba se vio obligada a prescindir de sus servicios. La empresa sobrevivía de la impresión de propaganda en Offset; un egresado de la Escuela Nacional de Artes Gráficas con 25 años de experiencia dejó de serles útil. Entonces se topó con un anuncio en el periódico; ante la reciente compra de la Chandler 1889, Roberto buscaba un oficiante que fuera capaz de sacarle provecho. Don Gilberto tocó la puerta del número 8 y al día siguiente regresó a su primer día de trabajo.
 
 
El equipo lo completa Luz de Lourdes García desde hace poco más de un año. La editora conoció Ditoria gracias a su relación personal con el poeta Gerardo Deniz, publicado por la editorial artesanal. "Abrir el libro, sentir que cruje el empastado, hace que la lectura tenga un sabor distinto. Me enamoré de las ediciones y así llegué" cuenta la también correctora cuya versátil preparación incluye un grado en química y otro en enfermería. Luz concibe su oficio como la orientación de ideas, no como una intervención al estilo "es como ayudar a una parturienta a que un nuevo ser nazca de la mejor manera posible" explica.
 
 
De fomento a la lectura a lectores selectos
 
 
Hace 10 años Taller Ditoria extendió su trabajo a la ciudad de Guadalajara y el equipo llegó a contar más de ocho personas. Trabajaron en la colección "Semáforo" que se vendía en los altos de la capital tapatía a bajo costo con la finalidad de promover la lectura. Los textos eran verdes, amarillos y rojos, para diferenciar entre ensayo, cuento y poesía. Aunque el resultado fue muy satisfactorio "el esfuerzo duró cuatro años, pero era excesivo el trabajo que requería, por lo que nos enfocamos exclusivamente en el taller" explica el pintor, a la vez que asegura que no habrá una segunda parte del proyecto.
 
 
Desde entonces Ditoria está más enfocado en su público: intelectuales, académicos y Universidades internacionales, dispuestos a pagar 1,500 pesos al año y recibir a cambio los libros que el cuarteto disponga. Un puñado de instituciones y lectores que valoran que cada ejemplar que llega a sus manos sea único, no sólo por su elaboración sino por la sensible selección de sus textos. El modelo de negocio propuesto por el poeta Daniel Bolado "ha permitido estirar nuestra subsistencia. Para sorpresa nuestra esto ya duró más de lo imaginado" explica Roberto.
 
 
El taller se ha distinguido por rescatar obra inédita de talentos desconocidos que constituyen objetos tan valiosos en su forma como en su fondo. Uno de sus mayores orgullos es el poeta Juan Bautista Villaseca. "Es un gigante del siglo XX, que cuando escribía todo mundo se hizo menso" explica Jorge "vivió en la época de Efraín Huerta, y Carlos Pellicer pero no se supo nada de él hasta mucho después." Hasta que conocieron a su círculo cercano que les entregó la obra del marginal escritor apuntada en servilletas y papeles viejos. Ditoria ha publicado tres de sus libros incluyendo "Este México Triste" que por su diseño sin pausas, con colores patrios intensos Roberto describe como "un libro asfixiante, desconcertante, urgente. Todos nuestros libros han sido urgentes" reflexiona.
 
 
Como lo fue también "Un tiro de dados jamás abolirá el azar" de Stephane Mallarmé. Jorge obtuvo documentos originales en los que se mostraba cómo quería el autor que se imprimiera su texto. Hasta que llegó a manos de Jorge, el libro contaba con ediciones tradicionales por lo que "hasta la gente que le sabe, no sabía cómo se leía este libro" asegura. El formador usó los recursos limitados del taller y reprodujo los deseos de Mallarmé en una edición de gran formato, con los versos distribuidos irregularmente por sus páginas. "Lo que buscaba Mallarmé es que a través del espacio, las manchas  tipográficas, la contemplación y el rigor para buscarlo llegaras a la esencia de la poesía. Es un libro que tipográficamente es raro y para mi es una joya. En 100 años no se hizo nunca ¡y yo lo hice!" explica Jorge.
 
 
La culminación
 
Este año Ditoria celebra la producción de más de 60 libros. Una historia en la que "hemos hecho palabras borrachas, que se derraman en la página, hemos hecho ediciones con musicalidad, que dan una sensación de canción por el acomodo de las letras" explica Roberto. "Detrás del ejercicio colaborativo que es taller Ditoria hay una comedia humana, una batalla individual en forma incluso antagónica entre nosotros. Pero cada libro está movido por una intensidad en la que cada solución, cada decisión se impone porque finalmente coincidimos en que es la mejor".
 
 
"Lourdes realizó un estudio filológico y puso sobre la mesa lo que teníamos que leer de la biblioteca Palafoxiana, de entre una colección infinita. Queríamos encontrar lo menos eclesiástico posible" cuenta Jorge. La editora propuso el trabajo de Francisco y José Joaquín Benegasi y Luján, del cual surgió la selección de sonetos del siglo XVII y XVIII que llamaron "Sonetos jocoserios." Esta es la primera colaboración entre la editorial y la primera biblioteca pública de América, fundada en 1646, con un acervo de más de cinco mil volúmenes.
La presentación del libro se llevará a cabo en la próxima edición de la Feria de Libro de Guadalajara. La participación de Ditoria en el evento, también simboliza la culminación de un esfuerzo sumamente desgastante para el taller, en parte por su futuro irremediablemente incierto. "Este año nos jugamos la permanencia como productores de libros" asegura Roberto. El pintor opina que en tiempo tan oscuros en México, la existencia de la editorial es particularmente necesaria, pero por la situación económica, también es más exigente. "Vamos a buscar el contagio, intentar acercar al lector la razón de la existencia de taller Ditoria para darle continuidad a nuestras ediciones".
 
 
Para eso, Luz trabaja desde hace un año en formar grupos de lectura. Aunque asegura que en el país no se lee, cree que si bien Ditoria ya tiene un público definido "de un ámbito sociocultural muy específico, ya no digamos económico" es posible ampliar su alcance para tener no sólo más compradores, sino más lectores que como ella, se enamoren del crujir de sus libros.
 
 
Y es que tanto para Don Gilberto como para Luz, Ditoria es la única opción laboral. Uno por ser de los últimos bastiones de un oficio en extinción, ella porque le ha permitido una libertad que no encontrado en ninguna otra parte. "El día que se muera Ditoria me muero yo también", dice convencida.
 
 
No es el caso de Jorge Jiménez, que quiere seguir trabajando con las manos y entre bromas incluso contempla dedicarse a la panadería. Ni el de Roberto, que acariciando distraídamente al gato vecino, afirma: "Ditoria nunca ha tenido futuro, está fincada en su presente. No nos da para imaginar más allá. En el fondo, taller Ditoria no es más que la fantasía de un grupo por continuar su historia."

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