sábado, 25 de julio de 2015

Elías Canetti, el poeta de una época delirante

 
 
Por: Rafael Miranda Bello / Especial       
 
En octubre de 1931 el escritor Elias Canetti concluye Auto de fe, su única novela publicada, y manda “encuadernar en tela negra y por separado las tres partes que la integran”. Envuelve el manuscrito (que en ese momento llevaba el título provisional de Kant se prende fuego) en un paquete enorme, y se lo envía a Thomas Mann, acompañado de una carta de presentación escrita con “un tono entre solemne y arrogante”. El paquete regresa a los pocos días, con una carta de respuesta en la que Mann “se disculpaba por no disponer de las fuerzas suficientes para leerlo”. Ofendido por “la denigrante réplica”. Canetti guarda el manuscrito con la intención de no publicarlo, pero durante los siguientes años, mientras escribe las obras de teatro La boda (1932) y La comedia de la vanidad (1934), cede a las presiones de algunos amigos que conocían capítulos sueltos y lo presenta a varias editoriales, sólo para que sea rechazado. Pero en 1935, el escritor austriaco Stefan Zweig pone a Canetti en contacto con la editorial vienesa de Herbert Reiner, quien se arriesga a publicar la novela con el título de Die Blendung (El deslumbramiento).
 
 
Cuando por fin aparece  Auto de fe (título definitivo fuera del ámbito alemán desde 1946), Canetti recibe una larga carta de Mann en tono de disculpa y alabanza —fue uno de los primeros lectores de la novela—, que le produce una gran alegría, pero para entonces ya tenía puesta su admiración en una obra a la que le otorgaba mayor significación que a los libros del autor de La montaña mágica: el primer volumen y parte del segundo de El hombre sin atributos, la inmensa novela inacabada de Musil.
 
Vocación literaria
 
 
Primogénito de una familia judía de origen sefardí, Elias Salomon Canetti nació el 25 de julio de 1905 en Rustschuk, Bulgaria, una ciudad a orillas del Danubio que había formado parte del Imperio Otomano hasta 1878. En su niñez aprendió a hablar búlgaro y ladino, el español arcaico que usaban los judíos al ser expulsados de España en 1492, pero al irse a vivir a Manchester en 1911 “convierte el inglés en su lengua de expresión” y lee en ese idioma clásicos de la literatura como Las mil y una noches, Don Quijote, Los viajes de Gulliver y Robinson Crusoe. Un año después muere su padre y el resto de la familia se instala en Viena, en donde su madre comienza a enseñarle alemán, una “nueva lengua materna” que como afirma el traductor Juan José del Solar, director de las Obras Completas de Canetti en castellano, es “la que predomina en sus años de formación y de estudio, y en la que se forja su vocación de escritor”. Luego de una estancia en Zúrich, en donde es alojado en un internado para niñas, estudia la secundaria en Frankfurt de 1921 a 1923, y a partir de 1924 inicia la carrera de química en la Universidad de Viena. Una amiga lo invita a Berlín en 1928 y ahí, mientras traduce varias novelas de Upton Sinclair para la editorial Malik, conoce a Georg Grosz, Bertrolt Brecht, Isaak Babel y Karl Kraus. Una vez que concluye los estudios de química en 1929, se dedica a proyectar los ocho libros de la Comedie Humaine de la locura —una obra que nunca concluiría—, y entre 1930 y 1931 trabaja en su primera novela, con la que daría inicio formal a su carrera de escritor.
 
Agarrar al siglo por el cuello
 
 
Canetti se había casado en febrero de 1934 con Veza Taubner-Calderón —una escritora a la que conoció en 1924, en una lectura pública de Kraus—, y durante la Noche de los Cristales Rotos la pareja abandona Austria para establecerse en Londres a principios de 1939. Es entonces cuando Canetti empieza a trabajar en Masa y poder, el ensayo del que había tenido el germen de la idea a los 17 años —al presenciar una manifestación obrera en Frankfurt—, y cuya preparación y redacción lo absorberá 35 años, hasta que el libro vea la luz en Alemania en 1960. Con esa obra creía haber “conseguido agarrar al siglo XX por el cuello”, y aunque en ese tiempo “resolvió prohibirse a sí mismo toda producción puramente literaria”, como recuerda el crítico Ignacio Echeverría, también publicó la obra teatral Los emplazados (1955). En los años posteriores vivió una grave depresión a consecuencia de la muerte de Veza —en 1963—, pero dio a la imprenta el libro de viajes Las voces de Marrakesch (1968); El otro proceso de Kafka (1969), sobre la correspondencia del autor de La metamorfosis con Felice Bauer; El testigo oidor. Cincuenta caracteres (1974); La conciencia de las palabras (1975); y dos volúmenes de su autobiografía: La lengua salvada (1977), que comprende sus memorias de infancia, y La antorcha al oído (1980), el relato de sus años de adolescencia.
 
El macizo central
 
 
El 14 de agosto de 1994

Canetti fallece en Zúrich, en la casa que había compartido con su segunda esposa, la historiadora de arte Hera Buschor —quien moriría en 1988—, y su hija Johanna. Aunque hacía tiempo que vivía casi retirado de la vida pública, cuando le fue concedido el Nobel de Literatura en 1981 “extremó su aislamiento de los medios de comunicación y se negó a conceder entrevistas”. En los últimos doce años de su vida, además del tercer volumen de su autobiografía El juego de ojos (1985), publicó los libros de aforismos El corazón secreto del reloj (1987) y El suplicio de las moscas (1992), que forman parte del género que empezó a cultivar en 1942 como un “alivio mental” al trabajo que realizaba con Masa y poder, constituyendo un “cúmulo de anotaciones breves” —reunidas a partir de La provincia del hombre (1973)—, que el biógrafo Sven Hanuschek ha denominado “el macizo central” de su obra, y de los que han aparecido varios tomos de manera póstuma. El cuarto volumen de su autobiografía fue titulado Fiesta bajo las bombas (2003) y sus Diarios, a petición expresa del autor, podrán ser editados en 2024, con lo que seguirá ardiendo sin ofuscamiento la llama de las obras del escritor a quien Claudio Magris describió en El Danubio como uno de los grandes escritores del siglo XX, “un poeta que intuiría y representaría con excepcional fuerza el delirio de la época, que deslumbra y extravía la visión del mundo”.
 
 

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