sábado, 26 de diciembre de 2015

Planeta Danza: “Nadie puede ser Bausch”

 

La coordinación nacional de danza del INBA, que preside Cuauhtémoc Nájera, creó los Encuentros Nacionales de Danza. Foto: Cortesía INBA

 
Por:   Rosario Manzanos/Especial

En esta primera entrega de dos partes se realiza una revisión anual de los sucesos más relevantes en danza.

Año terrible de crisis económicas, políticas y sociales. De recortes en lo prioritario y despilfarros en la banalidad. Año que termina con una pomposa Secretaría de Cultura que se perfila como tal vez la única medida para tratar de poner orden al desastre en el que se han transformado el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

Sin presupuesto para pagar funciones o generar proyectos, la coordinación nacional de danza del INBA, que preside Cuauhtémoc Nájera, creó los Encuentros Nacionales de Danza, que han significado la oportunidad de que diversas comunidades se encuentren —o desencuentren— en otras latitudes más allá de la Ciudad de México. Descentralizar es la premisa.

Dentro de los encuentros se ha establecido que se realice el legendario Premio Nacional de Danza INBA-UAM, suceso que aglutina a múltiples coreógrafos de la danza contemporánea independiente. En este 2015, el Premio se realizó en Torreón, en medio de un escándalo mayúsculo al declarar el jurado desierto el concurso.

Tomar una medida drástica como ésta no es raro. Lo que resultó inaceptable es que por cumplir con un formato preestablecido hubiese una semifinal. Cuando en un concurso las obras no funcionan, desde el primer momento se sabe, no hay dudas y ahí mismo se declara terminado el proceso y se asumen las consecuencias.

El problema es que los propios jurados no se pusieron de acuerdo entre ellos en cuanto a qué es “danza contemporánea” y establecieron una discusión seudofilosófica de lo que debe ser la “vanguardia” contemporánea y la “pertinencia” del premio.

La polémica circunstancia es fundamental para entender qué sucede en la danza contemporánea nacional.

Al momento, existe en ciertos grupos una tendencia a pensar que cualquier hijo de vecino es un artista por sólo subirse al escenario y no hacer nada, absolutamente nada. No hay hechos dramáticos.

Para otros, cualquier referencia técnica es considerada como algo “viejo y rebasado”. Esto ha ahuyentado al público masivamente. Según estos “nuevos intelectuales” de la danza, la audiencia está obligada a preguntarse por qué es tan tonta que no entiende la genialidad de ellos, “los artistas”.

Es más que obvio que el estudio y la investigación de la expresividad y comunicación del cuerpo no pueden ser sustituidos por discursos ñoños repletos de citas de Foucault, Bourdieu o Deleuze. También hay otros —los menos— que se sostienen en la búsqueda de un vocabulario y el desarrollo de un lenguaje.

Por lo mismo, la balanza se empieza a inclinar hacia el ballet, al cual la gente puede acceder, sin ser menospreciada y sin aburrirse. Y aunque la Compañía Nacional de Danza del INBA (CND), a cargo de Laura Morelos, tiene aún mucho campo que recorrer, tiene también agotadas todas sus funciones del año.

Porque la gente no es tonta y siente más fructífero pagar por ver una función de El Cascanueces, que enfrentarse a un grupo que no baila y hace mezcolanzas de teatro-danza francamente aburridísimas. No todos pueden ser Pina Bausch. Es más, nadie puede ser Pina Bausch.

A la CND le siguen otros grupos en sus primeros pasos como la compañía de Diego Vázquez, la del cubano Jasmany Hernández y otras más que se irán abriendo camino.

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