jueves, 23 de junio de 2016

Una manera inusual para sanar a un perro maltratado



Ricky Gitt, un voluntario de la American Society for the Prevention of Cruelty to Animals en Manhattan, le lee a Violet, una perra que se recupera de una situación de maltrato. CreditHiroko Masuike/The New York Times


Por: Andy Newman


“Hola, Violet”, dijo el hombre de camiseta anaranjada con la leyenda “ASPCA Volunteer”. Abrió un pequeño banco plegable, encendió su iPad y comenzó a leer en voz alta con una voz muy suave y rítmica.



“El sol, que entra de lleno, arranca un espectro prismático ovalado del vaso y lo proyecta en el techo”.



En el interior de su perrera de vidrio aquella tarde de lunes, Violet, una pit bull mestiza color blanco y negro, estaba echada en su cama, cabizbaja.




Tras unas cuantas frases más algo cambió en Violet, pues empezó a mover la cabeza en dirección al hombre durante unos segundos: un instante de conexión.



Por las puertas de la American Society for the Prevention of Cruelty to Animals en Nueva York pasan cientos de perros rescatados por la policía en casos de maltrato. La meta de la asociación es que sean adoptados, pero muchos están tan traumatizados que no toleran el contacto humano.




Curiosamente, la hora de los cuentos les ayuda en el proceso de recuperación. Durante lapsos de 20 minutos, los voluntarios le leen a los perros, quienes escuchan a través de “agujeros para olfatear” en el vidrio de sus perreras.



“Necesitamos que los perros se sientan cómodos con lo que verán cuando estén en adopción”, dijo Victoria Wells, responsable principal de comportamiento y entrenamiento de la asociación. “La gente viene a verlos; camina y los toca. Este es el primer paso en ese proceso. Es socialización sin contacto”.




El material de lectura no parece tener mucha importancia. Gitt, de 58 años, es diseñador de interiores y acababa de comenzar la novela En lugar seguro, de Wallace Stegner. Otros lectores traen libros para niños o revistas.



“Siempre y cuando leamos con voz agradable y tono tranquilo, lo disfrutan”, comentó Hildy Benick, de 69 años, una voluntaria que ha formado parte del programa de lectura casi desde sus inicios, a fines de 2013.




A Wells se le ocurrió el programa después de años de tocar la guitarra, principalmente canciones de los Beatles, a los perros en recuperación. “No todo el mundo sabe cómo tocar guitarra y yo quería buscar algo que todos pudieran hacer”, dijo.



Los beneficios de la lectura son difíciles de medir, debido a que los perros también pasan por una gama completa de entrenamiento y terapias de comportamiento. Sin embargo, según Wells, sí hace una diferencia.




“En cada sesión puedes ver sus avances”, expresó. “Al principio el perro tal vez se encuentre en el fondo de su perrera, encogido de miedo pero después comienza a acercarse, se recuesta, se relaja; a veces incluso llega a mover la cola”.



La asociación cree que su programa pudo haber sido el primero en el país en el que se les lee a los perros como parte de su recuperación, aunque otros programas se han diseminado rápidamente, y desde hace años muchos niños que están aprendiendo a leer lo hacen en voz alta como una terapia para los perros en recuperación, un público que no emite juicios de valor.




A Violet, que tiene unos 2 años, la encontraron en abril. Estaba recostada en una acera de Queens Village, incapaz de levantarse.



“Pensamos que se estaba muriendo”, relató Lindsay Thorson, veterinaria del Animal Recovery Center de la asociación. Los exámenes demostraron que estaba sana físicamente. “Resultó que estaba paralizada de miedo y no se podía mover”, explicó la especialista.



Otros perros en el Animal Recovery Center han llegado casi muertos de hambre, golpeados o con heridas de bala. La mayoría son buenos candidatos para el programa de lectura, comentó Kris Lindsay, directora del centro de recuperación. Ni la policía ni la asociación suelen dar detalles de muchos de los casos de los perros porque lo ocurrido con ellos está sujeto a investigaciones penales.



Benick observó que cualquier texto clásico sirve. Esa tarde, ella leía noticias desde su teléfono usando el tono alegre de una maestra de jardín de niños con Dudley, otro pit bull mestizo, que fue encontrado encerrado en una jaula en el Bronxsin agua ni comida en diciembre. Después de una operación en la rodilla, ahora está listo para la adopción.



Otra voluntaria, Deborah Lancman, prefiere las novelas de misterio. “Yo leo tres libros de James Bond, de Ian Fleming, a los perros”, confesó Lancman, asistente administrativa que trabaja medio tiempo. “No me han dicho que no les guste”.



La selección del lunes fue un libro adictivo de John le Carré, The Night Manager.



Lancman puso manos a la obra de inmediato con Chickpea, una pit bull mestiza llena de energía cuyo estado de salud exige estricto reposo en su perrera.



“Un nevado anochecer de enero de 1991…”, leyó y Chickpea comenzó a calmarse.


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