domingo, 4 de septiembre de 2016

Pura López Colomé, puente entre dolor y gozo



Pura López Colomé,  traductora, ensayista y poeta. Foto: Pascual Borzelli


Por: Mario  Alberto  Medrano




En Via Corporis (FCE, 2016), Pura López Colomé emprende, en combinación con los óleos del pintor Guillermo Arreola, una búsqueda espiritual mediante la experiencia corporal del dolor y el placer. Cada poema es textura. También es la prolongación de un sonido, de una mirada: “el arpa colorida... el timbal continuo... que se escucha al fondo de la caja torácica..”.



“Éste es un poemario que va en un crescendo. Comienza con una meditación abstracta en torno al cuerpo y cada vez se va haciendo más concreta respecto a la carne doliente. Trasciende lo meramente físico, no armando una tramoya en ascenso hasta Dios, sino viéndola en el propio cuerpo, sobre todo en el nexo que hay entre dolor y placer, en lo efímero —de la vida física— y lo ilusorio —que será para siempre—. Una mezcla de ambas cosas. Todo está unido.



“Desde luego es mucho más duro, pero más fácil, hacerlo por la vía del sufrimiento, porque es absolutamente tangible y preciso, mientras que la vía del amor y el placer es tan intensa que se escapa a una definición. Por eso, toda mi poesía es una búsqueda espiritual, hacia el interior, hacia el porqué de esta vida, de Dios en ella y en el cuerpo. Esta indagación es parte de todo el poemario y de cada uno de los poemas”, afirma la poeta.



La concatenación de imagen y texto es el resultado de un proceso de entendimiento entre ambos artistas. A decir de López Colomé, la conexión con Arreola fue increíble. “Parece que el libro es ilustrado, pero no. Realmente, Guillermo y yo trabajamos en resonancia: él con mis poemas, yo con sus imágenes. En un principio, yo tenía una idea muy general para escribir poemas de dolor, basados en ciertos momentos de mi vida y de las personas que tengo en mi entorno. Él me contó que había encontrado estas radiografías desechadas por un hospital. Comenzó a pintar sobre ellas, intentando recuperar lo que había en las placas.



Quise rescatar esas imágenes que ya no se veían, pues quedaban ocultas tras los óleos de Guillermo. Ésa fue la idea inicial: recuperar. Una patología pulmonar, por ejemplo. Después entendimos que estos intentos por recobrar las radiografías fueron detonando otras cosas que tenían que ver con nuestra vida. Es lo que pasa siempre con la poesía, la fuente de inspiración es algo que sugiere y arroja al escritor a otros mundos de creación verbal”, asegura la también ensayista.



En Via Corporis, el lector descubre el constante diálogo de opuestos: lo suntuoso con lo antisolemne; las formas clásicas del lenguaje con la palabra popular; la obra pictórica con la escrita y la lírica con la prosa. Incluso, las radiografías de Arreola forman parte de este juego de opuestos, ya que, a decir de Raquel Tibol, su obra es “una composición estremecida por la duda entre la fiesta y la melancolía”.



“En Via Corporis hay la sabiduría lingüística popular, todo lo que encierra de doble sentido, de lo tanto que dicen las personas en automático, con sencillez, versus la otra poesía: la más cerrada, pendiente de su propia elaboración, de su corrección, lo que tiene de significado y sonido justo de la lengua.



Estos poemas combinan un doble tempo, lírico y de poema en prosa. Es cierto, también hay una antisolemnidad absoluta. El humor salva muchas cosas. Es difícil encontrar humor real, profundo, sarcástico en la poesía mexicana”. Para la autora de Santo y seña, iniciar una conversación de un libro de poesía es abrir un espacio para platicar de la poesía como arquitectura verbal. Via Corporis es una construcción del lenguaje y las figuras retóricas, pero también “es cadáver, es polvo, es sombra, es nada”.


FRONTERAS POÉTICAS


Para la traductora, la poesía “casi” no es literatura. “En realidad, a diferencia del cuento, en la poesía no hay ficción. Por eso ésta es tan delicada, por eso casi casi no es literatura. Está en otro mundo lingüístico, en donde el significado se multiplica. Sí, hay algo concreto de lo que se parte, un momento en que algo ocurre, el accidente de un niño, por ejemplo, eso se cuenta, se relata, pero en realidad, en el momento en que lo recibes lingüísticamente se te escapa lo tangible de ese niño, cómo inicio, y queda nada más el hecho de cosas que pueden ocurrir, su potencialidad. Y eso sólo lo logra la poesía”.

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