jueves, 9 de marzo de 2017

Un personaje para saber cómo nos hicimos mexicanos : Jordi Soler



Por Mónica Maristain



Una novela divertida, basada en hechos históricos, que nos abre una puerta insospechada a los orígenes del tráfico de drogas entre México y Estados Unidos: El cuerpo eléctrico de Jordi Soler. “Lucía Zárate es el cuerpo… Es como esa gota mínima que con tanto empeño buscaban alquimistas, que al entrar en contacto con el opus nigrum transformaba la materia en oro.”


Las novelas de Jordi Soler empiezan por los personajes. La anterior, por ejemplo, fue sobre el príncipe de Moctezuma perdido en la Barcelona de los 60.


Esta, El cuerpo eléctrico, es sobre una enana pequeñísima, con un cuerpo muy proporcionado, que hizo rico a su manager y que fue una vedette de gran fama en el siglo XIX.


Cristino Lobatón, un empresario como los más contumaces de México, tenía toda la vida para crear negocios y hacerse millonario. Eran los tiempos en que Estados Unidos y nuestro país parecían ser sólo un territorio lleno de posibilidades.


“La mano de un adulto es un asiento amplio para ella”, dice una nota deThe New York Sun, fechada en noviembre de 1876. Otra, fechada el mismo año en The Philadelphia Star, con el título “La mujer más pequeña de la Tierra”, consigna lo siguiente: “Su cabeza, del tamaño aproximado del puño de un hombre, está bien formada y tiene el pelo oscuro y suave. Lo único que se sale de proporción es la nariz, que parece la de una mujer de tamaño normal. Tiene los ojos negros brillantes, es inteligente y conversa, en la lengua de sus padres, con una graciosa vocecita”.


Estas dos notas son una pequeña muestra del revuelo periodístico que provocó la presentación de Lucía Zárate, la liliputiense mexicana, en la Feria de Filadelfia. A partir de este momento Lucía comenzó una deslumbrante carrera artística que la llevó a presentarse por todo Estados Unidos y después por las principales capitales de Europa.


En 1876, el diputado Cristino Lobatón es comisionado por el presidente Porfirio Díaz para promover los talentos de Lucía en la Feria de Filadelfia, en el marco de los festejos del centenario de la declaración de independencia de Estados Unidos.


Lobatón es un joven veracruzano mestizo, de padre francés y madre totonaca, inteligente, culto, amante de la poesía y, particularmente, ambicioso; sabe que el mundo está lleno de crédulos, y que eso será el fundamento de su fortuna.


Lobatón aprovecha esos desplazamientos larguísimos en tren, ese itinerario que incluía ciudades, pueblos y hasta un par de poblados sioux, para integrarse al negocio del opio, que en esa época era un comercio inocente, más discreto que el alcohol. Supo combinar acertadamente la venta de opio y la promoción artística de una enana, dos negocios que se retroalimentaban porque estaban articulados por la ruta del tren.


La novela celebra los personajes freakies que han hecho de este país un lugar diferente, un sitio desde donde vivir a pesar de todo.

–Una enanita desatando toda esa corriente narrativa

–Una enanita, efectivamente, para contar la historia de un empresario mexicano en la tierra del capitalismo salvaje, que ya era entonces los Estados Unidos.


–Esta enanita es como la representación del siglo

–Sí. La enanita y su manager son la representación del siglo XIX, que es lo mismo que decir la representación que Occidente se estaba inventando en los Estados Unidos y por lo que le tocaba en México. Ahí comenzaban los Estados Unidos y México en los países que son hoy, estaban los filósofos positivistas, en la época del Porfiriato, que fueron los que diseñaron la manera de ser del mexicano. En los Estados Unidos, los escritores y los filósofos de la costa Este que son los que trazaron el american way of life. Exactamente en ese momento llegaron Cristino Lobatón y la enanita Lucía Zárate a conquistar Estados Unidos.


–Este hombre cree en la política, pero luego no…

–Se da cuenta de que la política es engañar con talento y en cuanto tiene una oportunidad más interesante como es montar las empresas que va montando a lo largo de la novela, como es el manejo artístico de la enanita, después compra un tren y se da cuenta de que ahí puede montar un negocio de llevar opio de pueblo en pueblo, un antecedente del narcotráfico, se decide por el negocio. Era el empresario total que se desencanta de la política porque ve mucho más frutos en su empresa y luego se cansa de sus empresas y vuelve a la política, como es el caso de Donald Trump.


No tengo vergüenza de ser veracruzano. Foto: Crisanto Rodríguez, SinEmbargo

–¿Cómo son tus estrategias narrativas, entrando como un documental a la ficción?

–Esta novela parte de una historia real como la liliputiense veracruzana, Lucía Zárate, que fue una especie de sensación en la Feria de Filadelfia. Lo cual es una metáfora, el personaje más importante en la Feria, de México, era una enana. Esta enana me sirvió como sustancia de El cuerpo eléctrico. Lucía necesitaba un mánager y tenía que ser veracruzano.


–Un veracruzano que odiaba Veracruz…

–Sí, porque era mucho más atractivo el negocio que tenía. No sé si odiaba Veracruz. Creo que no podía regresar a Veracruz y además se había dado cuenta que lo valioso era el aspecto indígena, que tenía mucho más juego que en Veracruz. Yo creo que Cristino Lobatón era francés en México y veracruzano en los Estados Unidos.


–Por otro lado, su carácter de provinciano lo pones bastante en duda

–Es lo que tenemos los provincianos. Yo soy veracruzano como Cristino Lobatón y todavía mi vida he arrastrado esa condición, soy aupado por esa condición. El ser un niño de pueblo me ayuda a entender mejor la vida en las ciudades donde he ido viviendo. A Cristino Lobatón le pasa un poquito lo mismo. Un pueblerino tenía que estar mucho más atento que los cosmopolitas a la hora de enfrentarse a la vida.

–¿Qué mexicano se formó entonces?

–Bueno, creo que Cristino Lobatón era el arquetipo del empresario mexicano tal como lo conocemos hoy. Tenía sus particulares mexicanas. Era más osado que el resto de los empresarios. Todo en México es a salto de mata. Lobatón cae en un territorio en donde su condición de empresario pues florece perfectamente, en el siglo XIX Estados Unidos se parecía mucho a México.


–Sus empresas son manifestación de una gran creatividad…

–El mundo hoy está mucho más cuadriculado que entonces, hay que ir según las reglas, entonces todo se inventaba.

–Dos mujeres formaron su vida, la hirsuta y la enanita

–Dos mujeres y me animaría a decir tres, su madre, que no aparece, pero que tiene una voz muy dominante. La mujer hirsuta era encantadora. Son dos mujeres exóticas que ayudan a un personaje exótico a encumbrarse. Una santísima trinidad que lo va guiando a lo largo de la novela.


–¿Estos personajes cómo te vienen?

–Me llegan así. El origen de la novela es la enana que me llegó de la mano del autor Sergi Pámies y a partir de ahí empecé a pensar en la historia.

–¿Por los personajes empiezan tus novelas?

–Sí, a veces son una imagen. Me impresionó mucho la imagen que encontré en Google. Es una mujer pequeñísima, muy proporcionada, esa imagen me voló la cabeza. Como la anterior, nace a partir del heredero de Moctezuma que está en los años 60 en Barcelona, con su capa de plumas.


–Esta novela me resultó muy bien escrita desde la contrición…

–Me costó mucho trabajo por la abertura desde donde me iba a meter, tenía la historia hecha pero los historiadores entran por la puerta, los novelistas entran por la ventana. Mientras la escribía fui a la Universidad de Lovaina, en Bélgica, a asistir al Doctorado de una alumna que había hecho su tesis en torno a mis novelas. Terminando la ceremonia, se me acercó una de las profesoras para decirme, tú que eres veracruzano y escritor te quiero mostrar algo. Me mostró los escritos de un veracruzano que estaba en un archivo y la idea me hizo mucha gracia. Que me ligaran a un diplomático del siglo XIX, que había estado en Bélgica y esa idea me resultó maravillosa para entrar con la novela.

–Bueno, lo importante es que no te ligó con Javier Duarte

–Oiga, pero Javier Duarte no escribe

–Es cierto, escribe su mujer

–Muy repetitivo, por lo que se ve…

–¿Te duele ser veracruzano en estos momentos?

–No, para nada. Es como dejar de ser mexicano por lo que pasa aquí. No tiene que ver, que Javier Duarte es un accidente desgraciado, pero Veracruz es Veracruz.


Mónica Maristain, es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.

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