miércoles, 10 de mayo de 2017

Carlos Amorales; la justicia privatizada



                                                         Foto: Karina Tejada


Por: Edgar Alejandro Hernández



La historia es simple y trágicamente cotidiana. Una familia de migrantes llega a un pueblo donde su presencia de inmediato genera sospechas. Durante el atropellado trayecto de la mamá, el papá y el hijo forasteros, los pobladores del lugar empiezan a intrigar sobre el peligro inminente que significa la existencia de los intrusos. El rumor se esparce como pólvora y los chismes abren el paso a una turba desbordada que termina por linchar a la familia invasora.



El relato de una ejecución tumultuaria, grabada en un cortometraje animado de 13 minutos, guía la exposición La vida en los pliegues, con la que el artista Carlos Amorales (Ciudad de México, 1970) representará a México en la 57 Bienal de Arte de Venecia, el encuentro de arte más antiguo e influyente a escala internacional.



El hecho, que podría parecer fortuito para una representación nacional, tiene como antecedente los 125 casos documentados por la prensa nacional de linchamientos que se registraron en México del año 2000 a la fecha.



“La exposición siempre se enmarca dentro del lenguaje del arte, pero para sostener el discurso le pedí a Lizbeth Hernández que hiciera una lista de los linchamientos que ha registrado la prensa en las últimas décadas, concretamente del año 2000 para acá. Lo trágico es que se encontró con un montón de casos y sólo consultó los periódicos grandes. Si hubieran extendido la búsqueda a periódicos locales o publicaciones independientes, seguramente la cifra se hubiera duplicado. Ella lo que hizo fue documentarlos y narrar los hechos de la forma más escueta posible.




“Tomó tanto linchamientos consumados como intentos de linchamiento, porque lo interesante de la investigación era que se trataba de un fenómeno que está ahí siempre. Por todos lados encontramos casos de ajusticiamiento, casos de gente que toma la justicia por su propia mano, el tema de las autodefensas y de ahí nos podemos pasar hasta el tema del narco. Lo que se ha vuelto muy evidente es que la justicia la toma la gente, la justicia se privatiza, ya no es una facultad exclusiva del Estado, sino que la gente la usa”, recuerda Amorales en entrevista con Excélsior.



A partir de las formas abstractas que Amorales ha venido utilizando en los últimos años para crear lo mismo un alfabeto encriptado que colecciones de instrumentos musicales, la película filmada en blanco y negro abre diversas preguntas, no sólo sobre lo que provoca un asesinato de estas características, sino sobre qué factores mueven a la gente a migrar de sus pueblos, la falta de representación del Estado, el significado actual de justicia o cuál es el peso real de los rumores y chismes en nuestra sociedad, pensando sobre todo en el linchamiento que a diario viven personajes famosos y anónimos en redes sociales.



Para mí ahí se abren las preguntas: ¿Por qué migra esta familia, por qué se los chingan, cuál es el crimen de los otros? Hay un aspecto más en la película: la presencia de un hombre que está por encima de los personajes animados, es decir, el titiritero que manipula todo. La pregunta colateral es: ¿quién es el titiritero de este tipo de historias y quiénes son el coro o comparsa que lo acompañan?”



Un rasgo que marca la película que presentará Amorales en Venecia es que todos los diálogos son encriptados en el alfabeto que el artista creó el año pasado para intervenir toda la información pública y señalética de la Casa del Lago, como parte de la exposición Gravedad, que generó también su Manifiesto Emoticón (Excélsior14/03/2016).




Lo interesante es que aun cuando los diálogos son ilegibles, la trama de la cinta resulta transparente, tal y como ocurría con las cintas de cine mudo. “En ningún momento se traducen los diálogos, porque encriptar el lenguaje es parte de la propuesta, pero la trama es lo suficientemente directa como para que cualquier persona la entienda sin necesidad de leer lo que dicen los personajes. Obviamente, utilicé ciertos arquetipos al momento de grabar, como la imagen del papá, la mamá y el niño que usan en Estados Unidos para señalar que por la carretera cruzan los migrantes; pero, por ejemplo, la muerte ocurre fuera de escena, porque es una metáfora que presenta un caso, pero que también abre esa posibilidad de ver que no es un problema local, sino que hay otras fuerzas. Y me parece interesante que esté en el centro de un pabellón nacional la disfuncionalidad de lo que es un país. La película sí te conmueve, sí es emocional, pero lo que me pareció importante plantear es no sólo ese caso, sino que los linchamientos podemos verlos como la privatización de la justicia”.




La vida en los pliegues, que retoma el título del libro de Henri Michaux publicado en 1949, que a través de una voz narrativa explora diferentes maneras de confrontar el sufrimiento que lo rodea, reúne parte central de la obra más reciente de Amorales, ya que además de la película presenta una pintura de su serie Esplendor geométrico, así como los instrumentos que creó a partir del alfabeto encriptado, los cuales se presentarán en sala como un poema visual. El artista lleva trabajando con la encriptación del lenguaje desde hace poco más de un lustro, luego de que viviera un caso de censura al trabajar con la colección de arqueología de un museo privado.



Lo que me parece interesante es que, después de pasar por un proceso de encriptación que es un gesto muy introvertido, ahora se pasa al lenguaje cinematográfico, que formaliza ese lenguaje y lo vuelve bien directo y totalmente extrovertido. Si todo esto partió de un acallamiento, de no poder decir algo, a través de este proceso se fue transformando para librar la censura y encontrar un lenguaje que acabe finalmente rompiendo esa barrera”.




Amorales enfatiza todo este proceso de encriptación, porque le permite plantear una postura siempre desde el lenguaje del arte. “Lo que hice fue decir las cosas con un lenguaje artístico, eso es importante, porque se pudo presentar el caso de los linchamientos con documentación y fotografías; sin embargo, siendo una bienal de arte, creo que lo importante era lograr que las formas artísticas pudieran comunicar un punto de vista y dar la proyección de lo nacional”.



Para el artista, otro de los ejes de su investigación parte de poner en tensión el prejuicio que existe en torno al arte abstracto como apolítico y el arte figurativo como político. “Al final este tipo de problemas tienen que ver con cómo se significan las formas, porque lo que cambia es la composición. En este caso, si lo usas como texto se encripta; si lo usas para hacer muñecos, empieza a narrar cosas, y si lo usas para hacer instrumentos, se vuelve otra cosa. Si tú significas con cuadros y círculos algo políticamente se puede volver político. Lo mismo ocurre con la figuración: no porque sea figurado y la gente lo reconoce, se vuelve discursivo y a la vez político; se puede volver sólo retórico, que es algo que ocurre muchísimo”.

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