viernes, 5 de mayo de 2017

Ya no tengo miedo de pensar: Nélida Piñon

 
 
 
Por. Juan Carlos Talavera
 
 
Nélida Piñon (Rio de Janeiro, 1937) es una Sherezada del siglo XXI que sonríe y no deja de contar historias. Es una Antígona moderna que se ha comprometido con el enigma de la ficción y apuesta por la memoria. Hoy cumple 80 años y, en entrevista con Excélsior, habla sobre su idea de literatura, confiesa que le gustaría tener una muerte serena mientras escucha Réquiem de W.A. Mozart. Adelanta que vendrá a México, en septiembre próximo, para participar en la octava edición del Hay Festival Querétaro, y un mes después para promover el lanzamiento en español de su más reciente libro: Hijos de América, bajo el sello Alfaguara, que compila 28 ensayos sobre la fundación del Continente Americano.
 
 
Ganadora de premios como el Príncipe de Asturias (2005), el Juan Rulfo (1995) y el Internacional Menéndez Pelayo (2003), Nélida Piñon se autodefine como una hija de Cervantes que jamás buscó verdad o certidumbre alguna en la literatura, tal como lo explicará a continuación la narradora que lo mismo habla sobre Sherezada y el empobrecimiento de la metáfora, de la asfixia de la imaginación, del enigma de la creación y del papel de la mujer en la historia de la literatura, o de la tragedia del “pensamiento mimético”.

 
Nélida Piñon es autora de narraciones como La camisa del marido, Corazón andariego, La república de los sueños, Tebas de mi corazón, Voces del desierto y Libro de Horas, de la compilación de artículos Aprendiz de Homero y de La seducción de la memoria, donde se compilaron sus conferencias. Su risa es contagiosa y en su voz hay un eco de la Grecia antigua que resuena, incluso, en el auricular.


 
Usted ha dicho que cuando escribe, hace una peregrinación solitaria ¿Cómo llega entonces a sus 80 años? Hace mucho que he envejecido. Tengo la sensación de que ya voy a vivir poco. Es natural. Pero siento… no una juventud, sino la sensación de que nunca antes había creado con tanta libertad y sin miedo. Ya tenía mucho valor y publicaba sin miedo, pero ahora soy casi inconsciente (ríe), porque no tengo miedo de pensar, de disputarme el sentido de las palabras y de su creación.
 
“Me siento bien y me doy cuenta de que he tenido una vida muy generosa. He conocido lo mejor del mundo, las personas más fascinantes y modestas. Una de las cosas que más me distingue es el sentimiento de la gratitud, el de la plenitud y el ser estoica para continuar. Lo que he podido hacer lo he hecho; lo mejor de mí lo he dejado aquí, así que nada pueden reclamarme (ríe). Aquí he aprendido la bondad, la misericordia y la caridad, pero no como los demás piensan, sino como la caritat: el amor”.
En La seducción de la memoria, Adolfo Castañón la describe como alguien que tiene algo de Sherezada y de voz griega. ¿Qué opina de esta definición? “Pienso que ambas descripciones se funden en mí. No sé si soy una Scherezada, pero hay una naturalidad en mi persona hacia el hecho de prolongar las historias. Tengo la convicción que cuando una historia empieza, nunca termina; la humanidad no pone punto final en su historia narrativa, así que uno no puede borrar la historia humana que se concretó a través del verbo”.
 
 
¿Por ello habla usted de una narrativa que hereda el pasado? Nuestra vida es casi inverosímil y no tiene un epílogo… Heredamos todo de nuestros ancestros, incluso de los griegos. Así que el coro griego se propaga hasta hoy, en nuestro corazón; nosotros pertenecemos al coro griego y tenemos los ditirambos. Me gustaría contarte algo sobre mi madre. Cuando ella estuvo muy mal, en una cama de hospital, me quedé 15 días a su lado y en un momento determinado me vino un pensamiento: ‘Ella ha sido mi Sherezada’, porque desde niña me contaba muchas historias”.
 
 
 
¿Era una tradición? Mi vida era insuficiente. Así que extraía trozos de la vida ajena para que la mía quedara mejor. A menudo yo tuve muchas dificultades para comer. Entonces mi madre me perseguía por el jardín y empezaba a contarme una historia para que comiera. Cuando cumplí 12 años, mi padre me abrió una cuenta en la librería y desde entonces viví enamorada del mundo que desconocía. Hasta hoy tengo una imaginación que me ayuda a contar historias o a creer que el mundo está hecho de historias. Por eso cuando leo a algún filósofo, inmediatamente mi espacio establece analogías entre el concepto filosófico y lo cotidiano.
 
 
 
¿Por qué afirma que la creación debería ser tan natural como beber café? Porque pareciera que la gente tuviera miedo del arte. Es verdad, no todos somos artistas, pero la sensibilidad artística es de todos. Creo que toda la gente mejoraría su percepción de la vida y de los sentimientos si se estrechara al arte. Muchos creen que la creación es algo distante de lo humano, como si fuera hecho por dioses. Claro que El anillo de los Nibelungos es divino y trata sobre dioses, pero la sociedad tiende a asfixiar la imaginación. ¡La imaginación tendría que ser explotada!, ¡exigida!, porque en ella hay saberes inconscientes que se acumulan. Hay que dar pan a la imaginación”.
 
 
 
¿Por qué nos hemos prohibido de fabular? La sociedad quisiera que el pensamiento fuera mimético, es decir, una copia o réplica pura y no trascendencia o transgresión, no fabulación. Mucha gente cree que la fantasía es inmovilizante, que podría sacarte de la competencia y condenarte a no tener empleo. ‘¡Hay que ser realistas!’, nos dicen. Pero el realismo de la sociedad es un concepto empobrecedor”.
 
 
¿En qué momento abandonamos el ágora del mundo griego? Desde la instrumentalización del poder. El poder tiene mucho miedo de eso, de la exaltación de la carne, del sexo y del verbo. El verbo es imperativo y tiene una fuerza poderosa, pero se fue perdiendo a lo largo de los siglos el concepto de poesía. Sin embargo, el lenguaje no es naturalista ni puede ser mimético. Cuando uno llega a casa no puede hacerlo sin contar algo. ¡Hay que contar! Y cuando tú cuentas algo, no es lo que has visto, porque eso no interesa; lo que interesa es lo que tú piensas haber visto, no lo que se dejó ver por ti.
 
 
“Hay que llegar a casa con pedacitos de pan y queso, que son un regalo, pero también historias vividas que vas a completar al contar. La poesía no denigra la realidad; la realidad carece de la poesía, de los sentimientos, de la multiplicidad de sentimientos y del melodrama. Yo soy una gran interesada en este género y cuando veo Una furtiva lágrima, es fascinante, porque tiene melodrama y confirmamos que la corrección de los sentimientos es un horror. Los sentimientos no son correctos, no son bien portados, ¡la vida no es bien portada!”

LO SAGRADO Y LO PROFANO
 
 
En su discurso de ingreso a la Academia Brasileña de Filosofía en 2006, Nélida Piñon se afirma como un ser comprometido con el enigma de la creación. Para ella, el arte es su razón de ser y una manera de ampliar el sentido de su vida, y advierte que ella es lo que escribe: “Soy naturalmente lo que pienso, pero me materializo mejor al admitir ser lo que escribo. La escritura es el discurso visible de mi alma”.
 
 
¿Cómo definiría el enigma de la creación? El enigma se hace con los mitos. El mito tiene una convicción sagrada y a la vez es una maravilla, porque es profano. Esa alianza es maravillosa, pues  nos hace vivir al borde del peligro, siempre sujetos a la gran pasión humana. ¿Quiénes somos nosotros? Es difícil definirlo. Mi madre decía una frase muy modesta que habrá heredado de alguien: ‘Hasta el fin nada o nadie es dichoso’. Eso significa que vivimos en un mundo mágico y somos malabaristas de la vida.
 
 
¿Por eso afirma que el ser humano necesita de la ilusión al escribir? La ilusión tiene la capacidad de convertirnos en incrédulos. Y si la literatura no pusiera fuerza en la ilusión, no lograría convencer al lector de que eso que lee es la más elevada y radical verdad del humano, la verdad narrativa más radical.
 
 
Y si memoria es destino, ¿qué estamos heredando a nuestro futuro? El ser humano siempre ha sido muy cruel y violento. Diría que la crueldad es casi una obligación humana. Pero hay pequeños oasis en la trayectoria humana, los cuales son ambicionados, deseados y protegidos. Yo creo que la memoria sigue adelante. Sin embargo, la memoria no discrimina, porque está hecha de bondad, pero también de lo sórdido y lo oscuro. En el arte uno no tendría que expurgar lo moral de lo inmoral porque el arte tiene la ambición de la totalidad.
 
 
¿Por qué ha prevalecido la creencia de que la mujer no ha producido arte ni literatura? Mira, la mujer siempre tuvo una fecunda memoria narrativa, pero no tenía cómo escribir si no aprendía cómo hacerlo. ¿Tú crees que los grandes creadores podrían controlar las emociones humanas sin haberlo consultado con las mujeres? Sin embargo, cuando los grandes quisieron saber cómo era el amor, la pasión o la muerte... tuvieron que preguntarle a la mujer. Yo pienso que las grandes emociones y enseñanzas humanas fueron encarnadas por mujeres.
 
 
“Esto significa que la literatura y el arte le deben mucho a la mujer, a quien le prohibían ser parte de la creación (literaria y artística). Recordemos que no la dejaban ir a la Universidad y, por tanto, no podía leer y no escribía. ¿Cómo se podía pensar que haría una narrativa? Su narrativa era de la emoción y de la oralidad. Por fortuna, ahora todos tienen la misma oportunidad.”
 
 
¿Aunque todavía no se ven tantas mujeres en la Academias o en otros campos de la cultura? Es cierto que continúa el prejuicio, pero hemos mejorado mucho.
 
 
¿Qué personaje mitológico le gustaría ser? ¡Antígona! Me parece extraordinaria, porque tiene la decisión de morir por una causa: la justicia, los derechos humanos; para cumplir un deber que a ella le pareció de orden divino, para enterrar a su hermano.
 
 
 
Mucho ha hablado de música a lo largo de su trayectoria literaria. ¿Cuál es el soundtrack de su vida? Siempre escribí con música. La música tiene un sentido didáctico, es apasionante, me descontrola y todo el tiempo me provoca una metamorfosis. La música ha sido muy importante en mi vida. Por eso a donde vaya procuro ir a la ópera, por ejemplo al Festival de Salzburgo, o a las salas de conciertos en Nueva York para escuchar a Richard Wagner. Me sentiría ingrata si destacara una música de otra, pero claro que me gusta El anillo de los Nibelungos, de Wagner, una obra portentosa, o muchas otras obras de Beethoven, Bach… ¡Mozart! Y su Réquiem.
 
 
“Es más, si yo pudiera tener una muerte serena... me encantaría irme mientras escucho Réquiem de Mozart. ¡Sería un honor! Y ya que tanto te interesa saber de mí, tienes que saber que estoy enamorada de los perritos, los adoro y por eso tengo dos... además, soy una persona que tiene muy buen humor y adora reír.”
Por último, ¿qué diría sobre Juan Rulfo, el autor mexicano que cumple 100 años de su nacimiento? Considero que Juan Rulfo es uno de los mayores escritores de nuestro continente. Es impresionante cómo una obra pequeña es tan primordial. Yo he dado clases en inglés, en castellano y en portugués sobre Juan Rulfo y no cesa mi admiración por su genio. La concentración de mitos, razones, desesperaciones y la sociología de su obra, donde se puede estudiar el parricidio. Es un extraordinario escritor, un mexicano mítico, es como si fuera Virgilio.
 
 
 

Del peligro de las fronteras a la tragedia llamada Donald Trump

 
Como un ejercicio lúdico, la escritora brasileña Nélida Piñon aceptó, al final de esta entrevista, responder lo primero que viniera a su mente ante el siguiente top 10 de nombres y conceptos que de muchas maneras han estado ligados a su vida y a su trabajo narrativo.
 
 
1. Homero: Divino.
2. Mario Vargas Llosa: Extraordinario escritor.
3. Periodismo: Lo adoro. También soy periodista. Desde niña leo periódicos y ahora mismo duermo hasta la una de la mañana con tal de leer cuatro o cinco periódicos internacionales. Me gusta saber lo que está pasando en el mundo.
4. Las fronteras: Un peligro.
5. La política: Indispensable, pero peligrosa.
6. México: Siempre me ha dado suerte.
7. Futbol: Un gran deporte.
8. Donald Trump: Una tragedia.
9. Dilma Rousseff: Un desastre trágico.
10. Nélida Piñon: (suelta una carcajada) Hija de la inmigración, pero amante de su patria.

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