jueves, 22 de junio de 2017

Federico Silva:Arte Cinético . Momento de un principio de experimentación





Por :  Luis Ignacio Saenz.


A lo largo de  varias décadas de intenso trabajo de investigación y composición, este apasionado del funcionamiento dinámica de los objetos  y los fenómenos,  ha logrado conciliar  los modos  de la ciencia  con las expresiones del arte.  Relación  que entiende  como proceso.  En razón de ello, desarrolla sistemas  complejos,  que desafían el reduccionismo  tan en boga  en favor del caos  y el azar.  Se afana en  pensar sintiendo, y aunque su discurso pareciera eludir el territorio de la emoción,  es justo allí donde asienta sus reales esa mirada peculiar, por ilustrada  y reflexiva.  Porque duda de las apariencias  de la existencia de lo real, es que se sumerge en las profundidades de sus mecanismos de operación. Su arsenal se reduce a las municiones de  la matemática  y la geometría;  lógica  que encontrará  en el dibujo, la intervención de sólidos,  la pintura y el ensamblaje, sus senderos  naturales para la fábrica de constelaciones que desconoce  el reposo.



A contracorriente de las modas imperantes, banales, incapaces de pensar y proponer, emprendió  la prometeica labor de crear desde la nada, apoyada única y exclusivamente  en los recursos de su mente, sus personalisimos "autómatas", las máquinas habilitadas para generar fenómenos calculados y no accidentales, que hoy nos convocan en su esplendor, asombro y belleza. De allí quizá, su delectación por el movimiento, la luz y su opuesto  la sombra, y en especial el sonido, a través de su majestad la música.  El itinerario de este hacedor  extraordinario de mundos fantásticos, comenzaría en la pintura, aunque asociada a espacios públicos  y grandes  formatos,  cuya naturaleza demandaba desde su surgimiento -pienso en su vínculo  estructural con Siqueiros -una participación casi constructiva del observador, cuyos ires y venires   para apreciar, disfrutar, entender y acaso aprehender la obra mural y su poli-perspectivismo, subrayan ya la necesidad del movimiento en tanto criterio y factor dominante de la plasticidad en el arte. Este hecho explica  su evolución hacia el volumen, apareciendo así la escultura en calidad de escenario natural en su quehacer y pensamiento. Preocuparse intelectualmente  y ocuparse  materialmente serán fases de una misma trayectoria, y lo más sobresaliente es que fusionaran  la herencia riquísima de los antiguos mexicanos con las nuevas tecnologías  y el compromiso con la sociedad, concebida como principio y destino de su fábrica siempre vital.



Por su interés  en la investigación, esa en decía por conocer los pormenores técnicos  y conceptuales de las geografías constructivas y estéticas que frecuenta, Federico Silva se trasladará a Francia  para profundizar en los terrenos de la mecánica instrumental y la percepción óptica. Allá  lo sorprenderá el último aliento de los turbulento y libertarios  años setentas. Cabe subrayar que su cinetismo literalmente fábrica y produce efectos reales , en materias de luz, sonido o movimiento; llegando en algún caso a proyectar  conjuntos  estelares con notable precisión, mediante una especie  de proyector que irradia haces lumínicos. Las máquinas de Federico Silva han sido restauradas a efecto de calibrar  sus operaciones,  para que puedan ser apreciadas  en plena operación, en la exhibición en este Museo de San Luis, único en Latinoamérica dedicado a la escultura contemporánea,  que en mínimo homenaje lleva su nombre.



Sus averiguaciones, ejercicios y planteamientos,  evidencian  hasta qué  grado  la proporción, la conquista del espacio  y el ritmo, son valores que  transitan a sus anchas en los acertijos de su imaginación, en tanto experimentador de formas. Federico  Silva decidió transitar el sendero de la innovación a toda costa, ofrendándole su tiempo, invirtiendo cuantiosos recursos materiales y económicos,  a fin de montar un taller-laboratorio  completísimo de electrónica. Agotados,  al  menos para él, los caminos tradicionales del arte,   asumió los riesgos de una búsqueda creativa original , sustentada en las potencias de la ciencia y la técnica. En ese reducto destinado a la experimentación y el diseño de soluciones concretas, desplegaría las alas de su imaginación ignorante de las fatigas, hasta crear una serie de artefactos sorprendentes en su caudal de secuelas sensoriales.



El Palacio de Bellas Artes,  el Museo de Arte Moderno y el Museo Tecnológico de la Comisión Federal de Electricidad albergarían exposiciones deslumbrantes del cinetismo del principal creador de nuestro país.  Hoy, gracias a la perseverancia  de Aldo  Arellano, responsable de la restauración y montaje, y al respaldo siempre inteligente y oportuno de Enrique Villa, disfrutamos la exhumación de cerca de una treintena de artefactos  sensibles  e inteligentes, casi dotados de vida, el rescate de auténticas joyas,  que nos recuerdan que pensar y crear en libertad son sinónimos. Gracias por hacer realidad  este viaje a la imaginación portentosa de un artista incansable: el maestro Federico Silva.

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