domingo, 24 de diciembre de 2017

Xcaayu (otros cinco) II

                                                       Quincunce dorado, Francisco Toledo

Por: Francisco Toledo

OAXACA, Oax. Los aztecas del México central precolombino creían que la tierra había pasado por cinco creaciones separadas, cada una con el intento de formar seres capaces de expresión humana. Sólo el quinto intento, el último, tuvo éxito. Los anales de Cuauhtitlan nos dan la versión azteca de la quinta creación:

“Así se cuenta, se dice: Ya ha habido cuatro manifestaciones y ésta es la quinta era. Así que los viejos sabían esto, que en el año 1-Conejo se fundó el cielo y la tierra. Y sabían esto, que cuando se fundó el cielo y la tierra, ya había habido cuatro tipos de hombres, cuatro tipos de manifestaciones. También sabían que cada uno de éstos había existido en un Sol, una era” (León-Portilla, 1980:137).”

El Popol Vuh concuerda con esta tradición al describir cinco intentos separados de creación: de las montañas y los ríos, los animales y los pájaros, del hombre de lodo, de las efigies de madera, y de la humanidad.
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Del libro Popol Vuh. Notas e introducción de Allen J. Christenson.

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               Quincunce de banquillos

El día (del bautismo) juntábanse todos en casa del que hacía la fiesta y llevaban a todos los niños que habían de bautizar, a los cuales ponían en orden: De un lado los muchachos y del otro las muchachas, en el patio o plaza de la casa, que limpio y sembrado de hojas frescas tenían. A las niñas poníanles como madrina a una mujer anciana y a los niños un hombre que los tuviese a su cargo.

Hecho esto, trataba el sacerdote de la purificación de la posada echando al Demonio de ella. Para echarlo ponían cuatro banquillos en las cuatro esquinas del patio, en los cuales se sentaban los cuatro chaces con un cordel largo asido del uno al otro, de manera que quedaban los niños acorralados en medio o dentro del cordel; después, pasando sobre el cordel, habían de entrar al circuito todos los padres de los niños, que habían ayunado. Después, o antes, ponían en medio otro banquillo donde el sacerdote se sentaba con un brasero, un poco de maíz molido y un poco de su incienso. Allí venían los niños y las niñas, por orden, y echábales el sacerdote un poco de maíz molido y del incienso en la mano, y ellos (lo echaban) en el brasero, y así hacían todos; y acabados estos sahumerios tomaban el brasero en que los hacían y el cordel con que los chaces los tenían cercados, y echaban en un vaso un poco de vino y dábanlo todo a un indio para que lo llevase fuera del pueblo, avisándole no bebiese ni mirase hacia atrás a la vuelta, y con esto decían que el Demonio quedaba echado.

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Ya he dicho que el modo de contar de los indios es de cinco en cinco, y de cuatro cincos hacen 20; así, en estos sus caracteres que son 20, sacan los primeros de los cuatro cincos de los 20 y éstos sirven, cada uno de ellos un año, de lo que nos sirven a nosotros nuestras letras dominicales para comenzar todos los primeros días de los meses de a 20 días.

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Dicho queda en pasados capítulos, que los indios comenzaban sus años desde estos días sin nombre, aparejándose en ellos como en la vigilia para la celebración de la fiesta de su año nuevo; y allende del aparejo que hacían con la fiesta del demonio Uuayayab, para la cual salían de sus casas, los demás aparejos eran salir muy poco de casa estos cinco días, y ofrecer, además los dones de la fiesta general, cuentos a sus demonios y a los otros templos.
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Del libro Relación de las cosas de Yucatán, de Fray Diego de Landa.

                                             Quincunce de banquillos, Francisco Toledo (2017)

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Años vagos

“Los mayas –leyó en voz alta– estaban adelantadísimos en astronomía de observación. Pero no sospecharon la existencia del sistema copernicano”. –Tiró la revista sobre la cama y se sentó cómodamente en la silla, con las piernas cruzadas, las yemas de los dedos rozándose con extraña suavidad, el vaso de estricnina en el suelo, a un lado–. ¿Por qué habrían de sospecharlo? … Aunque lo que me encanta son los años “vagos” de los antiguos mayas. ¡Y no hay que olvidar sus “pseudo-años!”. Y sus deliciosos nombres para los meses: Pop. Uo. Zip. Tzec. Xul. Yaxhin.

–Mac –Yvonne reía–. ¿No hay uno llamado Mac?

–Hay Yax y Zac. Y Uayeb: ése es el que más me gusta, el mes que sólo dura cinco días.

–¡Acuso recibo de su atenta fechada el primero de Zip!
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Del libro Bajo el volcán, de Malcolm Lowry.

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El sexo de los números

Pitágoras (s. VI a. C.) y sus discípulos, los pitagóricos, clasificaron los números en pares e impares. Los números pares eran considerados femeninos y los impares masculinos. Tan sólo el uno, padre de todos los números, escapaba a esta clasificación.

El número cinco simboliza el matrimonio, ya que era la suma del primer número femenino (el dos) y el primer número masculino (el tres).
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Del libro Las matemáticas del arte. Inspiración ma(r)temática, de Vicente Meavilla.

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El pentalfa

El pentagrama místico, o pentalfa, era una estrella de cinco puntas. Los pitagóricos utilizaban este emblema secreto para identificarse, porque sus muchas y hermosas propiedades lo habían convertido en uno de los tópicos geométricos más importantes de la hermandad. La más curiosa de ellas era la unicursalidad, es decir, que podía ser trazado por el movimiento de un punto sin pasar dos veces por el mismo lado. El pentalfa se obtenía al trazar las diagonales de un pentágono regular, o prolongando sus lados.
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Del libro El teorema de Pitágoras. Un secreto encerrado en tres paredes.

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La quinta copa de pulque

“Pruébalo (aunque sea) con un dedo; esta fuerte (punza) como espina.”

Quetzalcóatl lo probó con el dedo, le gustó, y dijo: “Lo beberé, abuelos”. Tomó, pues, una ración; pero los diablos le dijeron: “Cuatro has de beber”. Y le dieron una quinta, advirtiéndole: “Es tu libación”.

            
                    Nombre de los dedos de la mano y de los hijos, Francisco Toledo (2017)

Después de que (Quetzalcóatl) hubo bebido, les dieron también (de beber) a todos sus servidores; a cada uno le dieron sus cinco raciones, con lo que quedaron completamente ebrios. Luego le dijeron los diablos a Quetzalcóatl: “Señor, canta: este es el canto que has de entonar”. Entonces Ihuimécatl empezó a cantar: “De plumas de quetzal es mi casa; de plumas de zacuán es mi casa, de coral es mi casa; más tendré que dejarla”. Estando ya alegre Quetzalcóatl, ordenó: “Id a traerme a mi hermana mayor, Quetzalpétlatl, para que nos embriaguemos juntos”.

Sus servidores fueron al Nonohualcatépetl, donde ella estaba ayunando, y le dijeron: “Señora Quetzalpétlatl, ayunadora, hemos venido a tomarte; te manda llamar el sacerdote Quetzalcóatl, (quiere) que estés con él”.

Les respondió: “Está bien, abuelos; vayamos”. Al llegar se sentó junto a Quetzalcóatl, le dieron sus cuatro raciones (de pulque), y también la quinta, su libación. Luego los instigadores, Ihuimécatl Toltécatl (y Coyotlináhual), le cantaron a la hermana mayor de Quetzalcóatl: “¿Dónde estás, hermana Quetzalpétlatl? ¡Es hora de embriagarnos!”. Cuando estuvieron ebrios, (los ayunantes) ya no dijeron: “Pero si somos penitentes”; ya no bajaron al estanque, ya no se punzaron con espinas, ni velaron hasta la aurora. Y cuando amaneció se entristecieron, se afligió su corazón, y Quetzalcóatl exclamó: “¡Infeliz de mi!”. Luego entonó un canto triste, su canto de despedida.
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Del libro Anales de Cuauhtitlan. Paleografía y traducción de Rafael Tena.

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                       Nombre de los dedos de la mano y de las hijas, Francisco Toledo (2017)

Mujer quincunce

Nunca comí los niños santos mientras viví con Serapio, pues de acuerdo con nuestras creencias, la mujer que los toma no debe tener trato con los hombres. Quienes van a desvelarse no deben tener trato sexual durante cuatro días antes y cuatro días después de la velada. Los que así lo quieran pueden completar cinco y cinco. Yo no tomaba los niños santos porque temía que mi hombre no lo comprendiera. La condición debe cumplirse fielmente.

Porque soy la mujer estrella Dios

La mujer estrella cruz

Porque puedo nadar, en lo grandioso

Porque soy mujer dispuesta

Porque tengo a mi gente sanada…
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Del libro, Vida de María Sabina la sabia de los hongos, de Álvaro Estrada.

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Los nombres de los dedos

Cómo se nombran los dedos de las manos, mismos que son distintos para hombres y mujeres, y que a su vez servían para nombrar a los hijos e hijas según el orden en que nacían.

Para los hombres:

Al pulgar y al primer hijo llaman: Yobi. Este término también se usaba como un pronombre reverencial para dirigirse a una persona mayor en edad y en grado, decían yubi, equivale a “usted”. Actualmente en Juchitán se usa en los discursos ceremoniales y en un apodo familiar, los Yubi.

Al índice y al segundo hijo llaman: Tini

Al medio y al tercer hijo llaman: Tixi

Al anular y al cuarto hijo llaman: Bayo

Al meñique y al quinto hijo: Yobiye.

Para las mujeres:

Al pulgar y a la primera hija llaman: Za.

Al índice y a la segunda hija llaman: Xoñi.

Al medio y a la tercera hija llaman: Niyo.

Al anular y a la cuarta hija llaman: Laxi.

Al meñique y a la quinta hija: Zee.

Estos nombres ya no se usan entre los zapotecos, no sólo de Juchitán, sino del Istmo.
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Los nombres de los dedos se obtuvieron del libro El arte del idioma zapoteco, de Fray Juan de Córdova. Investigación, Víctor Cata.

Este texto se publicó el 17 de diciembre de 2017 en la edición 2146 de la revista Proceso.

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