Fue en una de las últimas sesiones de limpieza que un buzo experimentado en la exploración de cuevas en la península de Yucatán, Erick Sosa, identificó en el costado noreste del cenote una pequeña entrada, cubierta de vegetación, que fue una caverna lateral de pequeñas dimensiones.
En la siguiente sesión, otro buzo experimentado, Cristian Celun; un biólogo del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav), Luis Felaco, y Vit Suzan entraron a la caverna.
En el interior, en lo que describieron como una ampliación de la galería lateral que en algún momento debió rodear todo el fondo del cenote, hallaron las múltiples piedras careadas que debieron formar parte de las mamposterías de edificios prehispánicos.
Sobre esas piedras hallaron también vestigios de materiales cerámicos prehispánicos, entre los que distinguieron algunas ollas de tamaño medio, cajetes divergentes con policromía y fragmentos de cerámica utilitaria.
Además, encontraron restos óseos humanos y huesos grandes de animales, posiblemente del ganado que se alojaba en un corral contiguo al cenote, en tiempos novohispanos.
Sobre esos materiales arqueológicos hay una línea de vida que utilizan los buzos para explorar cuevas y cavernas inundadas. Lo más interesante de esta línea es que en varios lugares está parcialmente sepultada por otras piedras que debieron haber rodado posteriormente sobre ella, añadió el INAH.
La exploración subacuática del cenote Xlacah en Dzibilchaltún sólo se ha realizado en dos ocasiones: a finales de los años cincuenta, por parte del arqueólogo norteamericano Wyllys Andrews IV, en la que participó el famoso buzo Luis Marden; y la segunda, a finales de los años noventa, por el biólogo norteamericano Thomas Iliffe.
De acuerdo con el INAH, es probable que la línea de vida haya sido colocada por los segundos exploradores, ya que Andrews no la reportó en ninguna de sus publicaciones y, como se acostumbraba en aquellos años, hubiera extraído todos los materiales arqueológicos.
De ser así, llama la atención que en dos décadas haya habido suficiente movimiento de aguas capaces de mover piedras, de tal suerte que terminaran sepultando la línea de vida.
De acuerdo con las investigaciones y dados los perfiles del estrato más profundo, el INAH señaló que es posible que el cenote haya sido intencionalmente transformado desde tiempos prehispánicos para adecuar el escombro que naturalmente se había acumulado al centro del cenote, producido por los procesos de disolución de los suelos cársticos de la Península de Yucatán, para conformar un nivel homogéneo que fuese útil para uso humano.
Los resultados preliminares de los estudios, abundó la institución, sugieren que el cenote Xlacah de Dzibilchaltún ha tenido diversos momentos de adecuación humana que corresponden a varios periodos históricos, desde la ocupación del sitio por un asentamiento maya de finales del Clásico, que llegó a contar con una población de 10 mil o 15 mil habitantes, hasta el presente que el sitio se ha convertido en una zona arqueológica abierta al público, pasando por un asentamiento mediano del Posclásico, una hacienda ganadera novohispana y una hacienda henequenera del siglo XIX.