sábado, 29 de septiembre de 2018

Feminaria, la plástica comunica sentimientos profundos




Por: Ariel Avilés Marín

La expresión corporal es un vehículo idóneo para la comunicación de sentimientos, saber manejar el cuerpo para transmitir las más variadas tesituras del alma es un arte profundo que, en algunos casos afortunados, llega a sublimar el mensaje y lo transforma en arte puro. Las expresiones corporales de la danza contemporánea se apartan diametralmente de los recursos de la danza clásica, o sea el ballet clásico. Esta expresión artística que se va abriendo paso en las postrimerías del S. XIX, se consolida en el S. XX, y sigue escribiendo páginas magistrales en el panorama del arte.

Ya Sergei Diaguilev hace asomar entre los vuelos del tutú tradicional, las primeras formas que irán transformando la danza clásica, ya Isadora Duncan toma la decisión de dejar de calzar las zapatillas tradicionales de punta e imprime a los pies una expresión más trascendente, con las coreografías de Mary Wigman, marca patente de una nueva ruta de la danza en el S. XX; Martha Graham salta a un plano nuevo y de ahí en adelante, la danza contemporánea va evolucionando a planos y expresiones no sospechadas.

La condición femenina es una trinchera en la que una pléyade de mujeres célebres han librado feroz batalla para romper el machismo como forma de dominio social y discriminatoria; esta lucha se ha librado en los más diversos planos, el arte no es la excepción. Ya encontramos que, en el Renacimiento, una sola mujer logra escribir su nombre entre los titanes que revolucionaron el arte universal, Artemisia Gentileschi; y así podemos citar muchos casos más de mujeres únicas e irrepetibles en las más diversas épocas y latitudes. Herminia Galindo, Elvia Carrillo Puerto, Beatriz Peniche Barrera, Frida Kahlo, Laura Esquivel, Margarita Paz Paredes, María Asúnsolo, Antonieta Rivas Mercado, Nahui Ollín, son nombres que debemos tener presentes en esta lucha.

La noche del domingo 23, a las nueve de la noche, en el Centro Cultural Olimpo, la Compañía “Odori Desu” de arte contemporáneo, bajo la dirección y autoría del Mtro. Roger Pech Sansores, nos presentó un estético y emotivo espectáculo de danza contemporánea titulado, muy atinadamente, “Feminaria”, pues la puesta en escena es un verdadero poema visual de reivindicación a la mujer. Con el concurso de tres excelentes bailarinas: Sintia Alayola, Josefina Castillo y Nili Gallegos; la coreografía nos va comunicando diversas situaciones en la vida de tres mujeres que, alternativamente, pueden pasar a representar tres generaciones diferentes; o bien abuela, madre e hija, pueden ser dos rivales por el amor de un hombre, dos amigas que se consuelan, dos desconocidas que se identifican y apoyan, y muchas cosas y situaciones más.

Las coreografías, durante el desarrollo del espectáculo, van aderezadas con textos de Sor Juana Inés de la Cruz, Rosario Castellanos, Julia de Burgos y el propio director Pech Sansores, que le dan una dimensión poética a las escenas. Las bien seleccionadas proyecciones de Irvin Bates imprimen color y armonía a los cuadros plásticos, con el concurso de flores y otras imágenes sugestivas y estéticas. La magnífica iluminación que de la obra hace Wendy Cruz pone los toques de alegría, dramatismo, emotividad y todo lo requerido en particular por cada cuadro. El vestuario de Elena Franco es versátil y apropiado. La selección musical incluyó obras de: John Hookis, Bern Herbolsheimer, Michel Praterius, Claude Debussy, Yan Tierson, Hiroko Komiya, Meredith Monk, Hanz Zimmer, Umberto Giordano y Johan Pachelbel.

La gran metáfora de la obra es el paso por un génesis que transita de alfa a omega, pero en el trayecto se va generando vida nueva; el nacimiento, los primeros pasos, la relación madre hija es un florecer constante; “Cada hijo es un florecer”, esgrime la voz del narrador en off. La imagen toral del desarrollo de la puesta, nos lleva a una conclusión profunda: Luz, esperanza y eternidad.

Hay cuadros tremendamente estéticos. Una especie de danza medieval que es un enfrentamiento, con demandas a pelear; tenemos una estética y delicada danza plástica, con un solo de chelo al fondo, que es verdaderamente conmovedora. El sometimiento de una mujer a otra también está presente. El refugiarse en el pasado, pero al mismo tiempo, ya no querer seguir siendo niña, que nos regala en sus evoluciones Josefina Castillo. La lucha profunda consigo misma, en busca de su yo, está presente también en la emotiva y enérgica interpretación de Nili Gallegos a la coreografía de Pech. ¡Qué maravillosa danzarina tenemos en Sintia Alayola! Su escena, vestida vaporosamente de blanco y con el tremendo y emotivo fondo de María Callas interpretando el aria la Mamma Morta, de la ópera Andrea Chernier de Umberto Giordano, desparramó delicadeza y emotividad hasta el último rincón de la sala, sus evoluciones plásticas, delicadas, soberbias, nos llenaron la vista y el alma de profundo sentimiento. Genial broche de oro de la puesta, lo fue la coreografía con las tres mujeres juntas, con las proyecciones maravillosas de flores abriendo sus corolas, en una sinfonía de luz y color, y para rematar, el fondo musical es nada menos que el inmortal Canon en Re de Johan Pachelbel. Redondo final para la puesta.

El mensaje propuesto por el director-autor, se cumple a cabalidad: “A la mujer, a la mujer razón, a la razón mujer... mis hermanas, mis pares, mis hijas, mis madres, mis yos, mis eternas, mis tiernas. Juntas, somos una todas, todas somos una juntas”.

Salimos del Centro Cultural Olimpo con la satisfacción del goce estético rezumando en vista, oído e imaginación.

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