Por: Roberto A. Valenciano Capín.
El ser considerada como uno de los proyectos detonadores de fusionar el rock con la cosmovisión de la cultura tzotzil que han detonado en todo un movimiento que va más allá, al ser una muestra de muestra una de las estrategias más importantes de la resistencia indígena: apropiarse los elementos de la cultura occidental y utilizarlos, el cual por cierto han sido bien asimilados por los jóvenes tzotziles en su caso.
Quienes se presentaron por primera vez en tierras potosina, al tener como foro, la Plaza de Fundadores. Al presentar su música que se resume en un disco titulado Muk` Ta Sotz`.
Una banda originaria de Zinacantán, Chiapas, que fue bautizada como Sak Tzevul (relámpago-trueno) el cual nace en 1996, como un proyecto juvenil indígena bajo la dirección del músico y compositor Damián Martínez, con la idea de llevar las lenguas y la cosmovisión indígenas a nuevos contextos, creando así alternativas nuevas, con letras en tzeltal, tzotzil y tojolabal.
Después del buen recibimiento de la mayoría de jóvenes potosinos que se dieron cita en esta plaza, tuvimos la oportunidad de platicar con Daniel Martínez, hijo del marimbista Francisco Martínez, quien argumento que ser definidos como -etno rock- no cuadra con lo planteado por la banda, sino más bien, “es expresarnos para llevar nuestra propuesta a muchos lugares. Además de proyectar un poco la cosmovisión y la cultura de nuestros pueblos, aunado al interior de nuestros pueblos para fortalecer nuestras raíces”.
Puntualizo que hay muchas razones para fortalecer nuestras raíces, siendo una de ellas, “es el que mientras más alimentemos lo que somos y menos tratemos de intentar ser otra vez lo que no somos, más estaremos en armonía con nosotros mismos.”
De ahí que su nombre con que fue bautizado el proyecto ha tenido un gran impacto en su gente y la otra gente que hagamos esto, “porque esta conmoción se tiene una mirada de los pueblos indígenas desde una perspectiva muy folclórica. Lo cual ha lastimado mucho a los pueblos, nos hacen que nos vean como otro tipo de gente que no somos y no nos reconocen que somos de esta tierra”. Con optimismo afirma que por ahí va el camino de buscar l justo reconocimiento de los pueblos indígenas.
Sin embargo, ha pesar de que Sak Tzevul ha tenido una buena recepción de la gente, para Daniel Martínez el emprender este proyecto ha sido muy satisfactorio al tener una buena respuesta de la gente, “por lo cual seguiremos en esto”, acoto.
Asevero el guitarrista y vocalista que el rock y la música son dos vehículos bastantes fuertes y penetrantes para la banda. Aunado a la esencia de los zinatecos que se consideran como buenos comerciantes. Por lo tanto, “estamos abiertos y sabemos lo que tenemos y es nuestro, además de saber compartir lo que tenemos y saber como llevarte”.
En cuanto al proyectar una inherente religiosidad de los tzotziles, tzetzal y tojolobal en sus canciones, comento que más que religiosidad, “es más bien llamarla espiritualidad de la vida cotidiana, es algo que no nos podemos despegar, ya que la llevamos en cualquier cosa que hacemos. En este aspecto va adherido a nuestra forma de pensar”.
Básicamente buscan compartir su música con el mundo y buscar ese espacio dentro de la música del mundo, la música de las expresiones artísticas, además de abrir ese camino no solo para nosotros, sino para los que viene atrás de nosotros”.
Pero remarca la importancia de abrir la concepción o percepción de todo lo propuesto, porque desafortunadamente mucha gente no los conoce.
Expuso que son conocidos de alguna manera por la gente del D.F., al visitarlo ya algunas veces, así como el sur, sin embargo enfatizo que el norte es distinto, “si se siente un poco raro cuando empezamos el concierto de cómo fuera a reaccionar la gente reunida en la Plaza de Fundadores; pero sobre todo lo que traemos, lo traemos para compartirlo y sentimos que es la única llave para compartir con la gente”.
En cuanto al gran murciélago, traducción de Muk ta Sotz, su más reciente disco. Este contiene una recopilación de canciones que ya tiene bastante tiempo, al incluir piezas tradicionales como El son y El bolonchón, así como composiciones propias con temas como la equidad de género y su cosmovisión.
El grupo está dirigido por Damián Martínez, guitarrista principal y vocalista, y a su lado se encuentran su hermano, Francisco Martínez, en la batería; Pedro Pérez en el bajo y Julián Hernández en la segunda guitarra, aunque en que en ocasiones añade violonchelo e instrumentos tradicionales indígenas.
“Lo queremos decir con este proyecto es que no se intenta suplantar o cambiar la costumbre, sino lo que queremos es darle más alternativas para los jóvenes son más propensos a perder su cultura y raíces, como es el emigrar al estudiar a otros lados y tienden a menospreciar su cultura y decir que no vale y avergonzarse de ella”.
“Por esta razón nosotros venimos y vestimos este traje tradicional, no porque nos queremos ver como folclóricos, sino tocó esta música que puede parecerte muy urbana, pero lo cantó en mi lengua y me visto -con orgullo- así porque soy de allá”, enfatiza Daniel Martínez.
Para mayor información de Sak Tzevul, pueden checar en: www.myspace.com/saktezevul
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