Por: Jesús Alejo
La historia contada por Gloria Contreras raya en la leyenda: pudo ingresar a un curso de capacitación de la Escuela Americana de Ballet, donde junto a amigos y compañeros montó dos obras: El mercado, con música de Blas Galindo, y Huapango, de José Pablo Moncayo.
"Yo era una escuincla que formó una pequeña compañía y le pedí una cita a George Balanchine (Gueorgui Balanchivadze, su nombre ruso), él me dijo: `si tengo que firmar que eres coreógrafa, yo firmo, pero tú no quieres ser coreógrafa, tú quieres ser poeta. Desde este momento, esta es tu casa y no tienes que pagar ni un centavo'."
Así fue como participó de manera formal en la prestigiosa escuela, donde tuvo como maestros a rusos que fueron representantes directos de la Escuela de San Petersburgo, que consolidaron su forma de entender y hacer la danza, sin hacer a un lado las raíces mexicanas que ya la acompañaban.
"El que me enseñó la música fue ruso: el que me enseñó a hacer coreografías era ruso. El que me enseñó a bailar era ruso. Todas ésas son mis raíces rusas, con la diferencia de que no me eduqué en Rusia.
"Los que se escaparon traían la cultura de Rusia y me la dieron: enseño a bailar como se hace en Rusia, enseño los pasos de esa manera…, ya la creatividad es otra cosa, porque si yo tratara de ser rusa estaría copiando y no tendría valor alguno mi obra, en la cual hay una gran influencia de México, de todo lo que he vivido desde que nací, porque soy una gente muy mexicana, mi padre era de Chiapas."
Esa relación despertó el interés del investigador ruso Boris Illarionov, autor del libro Gloria Contreras. Las raíces rusas en el ballet mexicano, editado en español por la Dirección General de Publicaciones, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
Tradición en occidente
En Rusia, Boris Illarionov había visto dos obras de Gloria Contreras, pero no estaba familiarizado con su obra y recibió la oportunidad de una invitación de venir a México a observar el trabajo del Taller Coreográfico de la UNAM.
De forma franca, acepta que tomó la decisión de venir a México como la oportunidad de conocer otro país, pero nunca "pensé en encontrar un trabajo profesional dancístico de tanta excelencia".
"La mayor sorpresa que tuve que al ver cada ensayo o las presentaciones es que trabaja con toda la tradición y la metodología que se utiliza en Rusia", por lo que a su regreso a Europa se decidió la escritura del volumen, con el objetivo de enseñar "al público ruso que en México existía una labor dancística majestuosa", aparecido hace seis años en aquella lengua.
"La danza clásica es un idioma de plasticidad internacional que todos pueden comprender. Históricamente siempre ha sido así, no es casualidad que los mejores pedagogos de la danza clásica hayan sido rusos. Esta tradición fue llevada de Rusia a Estados Unidos por Balanchine."
Gloria Contreras. Las raíces rusas en el ballet mexicano es una apuesta múltiple, pues no sólo se analiza cómo influyó George Balanchine en la mirada artística de la mexicana, sino también reflexiona sobre algunas de sus coreografías y hasta un estudio acerca de la tradición de la danza en México.
"Cada compañía, en cada país, tiene sus diferencias con respecto a la tradición dancística, pero en el Taller Coreográfico existe una relación con las técnicas del ballet o la composición coreográfica en Rusia," reconoce Boris Illarionov.
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