viernes, 4 de marzo de 2011

Hoy se presenta "La leyenda del tío Boonmee" del director Apichatpong Weerasethakul en la 52 Muestra Internacional de la Cineteca nacional



Hoy se presenta "La leyenda del tío Boonmee" del director Apichatpong Weerasethakul, ganadora de la Palma de Oro en la pasada edición del Festival de Cannes.

Sinopsis: El tío Boonmee aguarda la muerte en la jungla de Tailandia cuando es sorprendido por dos visitantes impensables: el fantasma de su esposa muerta y una inquietante criatura. Mientras medita sobre los motivos de su enfermedad, Boonmee atravesará la jungla con su familia hasta llegar a una cueva en la cima de una colina, el lugar de nacimiento de su primera vida. Filme ganador de la Palma de Oro en la pasada edición del Festival de Cannes.

Se ofrecerán tres funciones: 16:3O, 18:3O y 2O:3O pm

Apichatpong Weerasethakul Tailandia, 1970

Originario de Bangkok, a sus 24 años Weerasethakul había concluido su segundo cortometraje, tal precocidad lo colocó en pocos años en la escena experimental tailandesa. Tras su primer largometraje documental Mysterious Object at Noon (2000) y el corto Boys at Noon, competiría en Cannes con Blissfully Yours (2002). En su cine Weerasethakul fue más allá del rígido Thai Studio System, explorando las barreras difusas entre el documental y el filme de ficción, pues utiliza actores no profesionales, diálogos improvisados, además de inspirarse en la tradición televisiva, radiofónica y de cómics de Tailandia. Su empresa Kick the Machine promueve el trabajo experimental.

Filmografía selecta

Loong Boonmee raleuk chat Uncle Boonmee Who Can Recall His Past Lives • 2010, Phantoms of Nabua • 2009, A Letter to Uncle Boonmee • 2009, Vampire 2008, Mobile Men 2008, Emerald • 2007, Sang sattawat Syndromes and a Century • 2006, Worldly Desires • 2005, Sud pralad Tropical Malady • 2004, Sud sanaeha Blissfully Yours • 2002, Haunted Houses 2001, Kitchen and Bedroom • 1994, Bullet 1993



APICHATPONG WEERASETHAKUL por Jean-Pierre Rehm

A la crueldad del documental, el crítico francés Serge Daney opuso el sufrimiento, y éste pertenecería sólo a la ficción. A la observación impasible, a su mirada fatalista, al sadismo del encierro en la trampa de lo real, la ficción respondería con otro tratamiento del dolor. Utilizar el tiempo, no como testigo obtuso, sino como una oportunidad: permitirle desplegarse, domesticarse, y mezclarse a lo que desgarra. Si no se puede sanar, por lo menos aliviar: ese es el proyecto de la ficción. Y sin duda condensa, lo más cerca posible, una buena parte de los seis largometrajes y los treinta y cinco cortos de Apichatpong Weerasethakul. Quien habla de aliviar, habla de enfermos, y son múltiples los que pueblan las películas del tailandés. Los títulos Tropical Malady (2004) y Syndromes and a Century (2006) insisten en la resonancia clínica. Pero en toda la obra los síntomas se desplazan generosamente para decir cuánto duele una oreja, las piernas y el crecimiento (Mysterious Object at Noon, 2000), la piel (Blissfully Yours, 2002), la opresión, la colonización, la aflicción del recuerdo (Emerald, Phantoms of Nabua, Uncle Boonmee), etc. Todo sufrimiento aloja en una física estricta, y es por ello que nada de la opacidad de los cuerpos, de su peso, ni de su voluptuosidad, es ocultado. Aunque a veces esos pacientes graves estén destinados a metamorfosearse en figuras fantásticas, en animales o, más endebles aún, en espectros.

Pero si la enfermedad se revela como la firma discreta de estos personajes, y toca al mismo tiempo a quienes los rodean, parientes, amigos, amantes, médicos, en realidad el mal desdibuja todas las fronteras. Una epidemia envenena el aire. Es la jungla cuya luz y colores hacen vibrar una respiración dificultosa, es un árbol que ofrece en la punta de sus ramas la marca de un malestar, es el agua de cuyas profundidades nadie es dueño, es un búfalo de comportamiento trastornado, etc. Ya no hay naturaleza, en el sentido de una entidad que ha preservado su inocencia; aquí se convierte en el país donde se dispersan la postración, el marchitamiento, una corrupción tranquila pero segura. Porque enfermedad significa mutación: en dirección a la muerte o hacia algún otro suspenso. Es hacia aquellos rumbos, ese otro lugar, que todo progresa con paciencia, que todo se abandona apaciblemente.

Sobra decir que esto exige un arte muy particular del relato (una narración terapéutica, en suma), un arte libre puesto que obligado a inventar sus propios asilos para acoger lo que, precisamente, es difícil contar. No porque sería indecible, o demasiado pesado, sino porque no lograría rendir justicia a la fragilidad, al nacimiento o a la desaparición en curso. Su manejo del plano secuencia, del jump cut, de los créditos que irrumpen en medio de una película, momento en que su necesidad ha sido olvidada, el uso del artificio más evidente al servicio de actores aficionados, todo esto es prueba de un método de trabajo fuera de normas. Diplomado en arquitectura, familiarizado con las prácticas del arte contemporáneo, Weerasethakul decidió aligerar la maquinaria del cine para convertirla en un instrumento que se sumerge en cada circunstancia, hasta su disolución. Sin jamás recurrir a una épica impracticable hoy en día, su apuesta es abarcar un espectro amplio, mezclando mitología y documento bruto, cuento popular y actualidad política, la memoria de un pasado que se deja abierto al presente, insistente y misterioso. Intrincar las alternativas demasiado simples, glorificar con alegría la bruma ligera de nuestras existencias, eso es a lo que se dedica este cineasta, con una gracia que se ha vuelto rápidamente necesaria para bendecir todos nuestros estremecimientos.

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