Si bien a Manuel M. Ponce usualmente se le relaciona con Aguascalientes y con ser un genial compositor, lo cierto es que el vecino estado de Zacatecas lo vio a nacer en el municipio de Fresnillo y, a pesar de eso, es de los músicos más recordados y venerados del estado, cuando otro aguascalentense por adopción también fue brillante e internacionalmente reconocido: Arnulfo Miramontes Romo de Vivar, quien nació en 1882 en Tala, Jalisco pero sus años formativos los pasó en Aguascalientes.
Miramontes fue autor de más de 150 obras de música clásica y sacra, así como también fue nombrado director de la primera Orquesta Sinfónica de Aguascalientes en 1934, además de ser alumno de reconocidos músicos de Cámara en Europa. Sus logros profesionales iniciaron a los 13 años cuando fue nombrado para la titularidad del puesto de organista en la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, donde comienza a componer, a su vez que asiste a clases bajo la dirección de Francisco Godínez (primer organista de la Catedral de Guadalajara).
En 1908, auspiciado solamente por su talento, decide emprender un viaje a Europa para acabar de formarse musicalmente. Durante su estancia en Berlín, Alemania, ingresó al Sternsches Konservatorium para recibir clases de piano por parte del maestro Martín Krause, quien fuera discípulo de Franz Liszt (virtuoso compositor romántico de nacionalidad húngara). Lo que cautivó a Krause al momento de decidir si admitía al joven formado en Aguascalientes fue la interpretación que Miramontes dio a la Appassionat de Beethoven, a la Fantasía Cromática y Fuga de Bach, que finalmente le consagró la atención personal del maestro.
Su graduación en Berlín fue naturalmente en el piano y, de acuerdo a familiares vivos de Miramontes, la crítica alemana se decantó en elogios por la fuerza y armonía de su interpretación. Fue en el Sternsches Konservatorium donde estrenó y dirigió composiciones propias como La Primavera (obertura) y Cuarteto para Cuerdas Nº 1 en Re menor. De acuerdo a Héctor Ruiz Esparza, sobrino-nieto del músico, Gustav Rueffer –director del conservatorio- reconoció que “Miramontes ha nacido para compositor, su facilidad natural se revela en este Cuarteto y esta Obertura, escritas en muy poco tiempo”.
Luego del éxito en Europa, Miramontes regresa a México para presentar material original en Bellas Artes, en el Alcázar del Castillo de Chapultepec, en el Teatro Virginia Fábregas y decenas de auditorios en toda la República, como el caso del Teatro Morelos en Aguascalientes. Sin embargo fue en el Distrito Federal donde decidió fundar su propia academia de música, para luego dar clases de manera itinerante en Querétaro, Puebla, Guanajuato, Michoacán, Jalisco, San Luís Potosí y Aguascalientes.
Posteriormente, en 1918, la Orquesta Sinfónica Nacional estrenó su Suite Sinfónica Mexicana, bajo su dirección. En el mismo año, el maestro Miramontes sorprendió con la primera presentación de la ópera Anáhuac en los teatros Virginia Fábregas y Colón, en la Ciudad de México, para luego presentarse en el Teatro Degollado de Guadalajara. Sucesivamente dio una gira por Estados Unidos y es en 1934 cuando obtiene el nombramiento de Director de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes.
Dada su trayectoria, le fue encomendada la composición de una obra relativa al aniversario de la Revolución Mexicana, lo que derivó en el Poema Sinfónico de la Revolución, que fue estrenada en el año de 1936 en la Sala de Conciertos del Palacio de Bellas Artes. Luego de esto se dio a la tarea de crear segunda ópera, Cihuatl, con una ejecución que Ruiz Esparza define como “de gran alcance y sublime belleza en la que interpreta a los más bellos pasajes de la mitología Azteca”.
Un año antes de su muerte, en 1959, el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) organizó el Festival de Música Sinfónica de Compositores Mexicanos, certamen en el que Miramontes recibió el honor de ser laureado al interpretarse su ballet sinfónico Iris, bajo la batuta del director Abel Eisenberg. Durante el evento también presentó su Segunda Sinfonía en Re Mayor Op., 80 bajo la dirección del maestro Francisco Savin.
Faltando un año para el 50 aniversario luctuoso del compositor Miramontes, familiares y fanáticos demandan a las autoridades de cultura pertinentes el debido reconocimiento a un genio de la música que si bien no nació en Aguascalientes, pero que es tan hidrocálido como el sí reconocido Manuel M. Ponce. Recientemente el legado de Miramontes ha sido recordado en Europa gracias al pianista hidrocálido Bernardo Jiménez Casillas , uno de sus más fervientes intérpretes y seguidores, dentro un concierto organizado por la Fundation Turquois y que tuvo como escenario el prestigiado Le Théâtre de Variétés en Mónaco.
Miramontes fue autor de más de 150 obras de música clásica y sacra, así como también fue nombrado director de la primera Orquesta Sinfónica de Aguascalientes en 1934, además de ser alumno de reconocidos músicos de Cámara en Europa. Sus logros profesionales iniciaron a los 13 años cuando fue nombrado para la titularidad del puesto de organista en la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, donde comienza a componer, a su vez que asiste a clases bajo la dirección de Francisco Godínez (primer organista de la Catedral de Guadalajara).
En 1908, auspiciado solamente por su talento, decide emprender un viaje a Europa para acabar de formarse musicalmente. Durante su estancia en Berlín, Alemania, ingresó al Sternsches Konservatorium para recibir clases de piano por parte del maestro Martín Krause, quien fuera discípulo de Franz Liszt (virtuoso compositor romántico de nacionalidad húngara). Lo que cautivó a Krause al momento de decidir si admitía al joven formado en Aguascalientes fue la interpretación que Miramontes dio a la Appassionat de Beethoven, a la Fantasía Cromática y Fuga de Bach, que finalmente le consagró la atención personal del maestro.
Su graduación en Berlín fue naturalmente en el piano y, de acuerdo a familiares vivos de Miramontes, la crítica alemana se decantó en elogios por la fuerza y armonía de su interpretación. Fue en el Sternsches Konservatorium donde estrenó y dirigió composiciones propias como La Primavera (obertura) y Cuarteto para Cuerdas Nº 1 en Re menor. De acuerdo a Héctor Ruiz Esparza, sobrino-nieto del músico, Gustav Rueffer –director del conservatorio- reconoció que “Miramontes ha nacido para compositor, su facilidad natural se revela en este Cuarteto y esta Obertura, escritas en muy poco tiempo”.
Luego del éxito en Europa, Miramontes regresa a México para presentar material original en Bellas Artes, en el Alcázar del Castillo de Chapultepec, en el Teatro Virginia Fábregas y decenas de auditorios en toda la República, como el caso del Teatro Morelos en Aguascalientes. Sin embargo fue en el Distrito Federal donde decidió fundar su propia academia de música, para luego dar clases de manera itinerante en Querétaro, Puebla, Guanajuato, Michoacán, Jalisco, San Luís Potosí y Aguascalientes.
Posteriormente, en 1918, la Orquesta Sinfónica Nacional estrenó su Suite Sinfónica Mexicana, bajo su dirección. En el mismo año, el maestro Miramontes sorprendió con la primera presentación de la ópera Anáhuac en los teatros Virginia Fábregas y Colón, en la Ciudad de México, para luego presentarse en el Teatro Degollado de Guadalajara. Sucesivamente dio una gira por Estados Unidos y es en 1934 cuando obtiene el nombramiento de Director de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes.
Dada su trayectoria, le fue encomendada la composición de una obra relativa al aniversario de la Revolución Mexicana, lo que derivó en el Poema Sinfónico de la Revolución, que fue estrenada en el año de 1936 en la Sala de Conciertos del Palacio de Bellas Artes. Luego de esto se dio a la tarea de crear segunda ópera, Cihuatl, con una ejecución que Ruiz Esparza define como “de gran alcance y sublime belleza en la que interpreta a los más bellos pasajes de la mitología Azteca”.
Un año antes de su muerte, en 1959, el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) organizó el Festival de Música Sinfónica de Compositores Mexicanos, certamen en el que Miramontes recibió el honor de ser laureado al interpretarse su ballet sinfónico Iris, bajo la batuta del director Abel Eisenberg. Durante el evento también presentó su Segunda Sinfonía en Re Mayor Op., 80 bajo la dirección del maestro Francisco Savin.
Faltando un año para el 50 aniversario luctuoso del compositor Miramontes, familiares y fanáticos demandan a las autoridades de cultura pertinentes el debido reconocimiento a un genio de la música que si bien no nació en Aguascalientes, pero que es tan hidrocálido como el sí reconocido Manuel M. Ponce. Recientemente el legado de Miramontes ha sido recordado en Europa gracias al pianista hidrocálido Bernardo Jiménez Casillas , uno de sus más fervientes intérpretes y seguidores, dentro un concierto organizado por la Fundation Turquois y que tuvo como escenario el prestigiado Le Théâtre de Variétés en Mónaco.
hola soy Daniele Sarno un profesor de piano italiano, me gustaria poder tocar algo de A. Miramontes, como puedo hacer para encontrar sus partituras? Por favor conteste via mail a: Danymonello@libero.it
ResponderEliminarmuchas gracias
perdone, pero mi direcciòn es:
ResponderEliminardanymonello@libero.it