martes, 20 de septiembre de 2011

Homenajean en Mérida al escritor Agustín Monsreal


Ciudad de México • “Soy escritor gracias a mi afán de perfeccionar la nostalgia, cuando la fortuna de la soledad me deja solo”, expresó el escritor de origen yucateco Agustín Monsreal, al recibir en esta capital un homenaje por sus 70 años de vida y 40 de trayectoria.

Rodeado de un grupo plural de creadores locales, el cuentista, poeta y periodista, quien nació el 25 de septiembre de 1941, recordó sus frustraciones en el mundo del boxeo, la tauromaquia y el automovilismo, así como sus logros como redactor de cartas para otros en las calles de la Ciudad de México y como cerrajero, “que me dio las llaves precisas para abrir sueños”.

Aseguró que este homenaje es en realidad por 70 años de vida, sin dejar de escapar el momento para recordar que los últimos 40 los ha dedicado a la literatura y los 30 primeros a “pecados de la juventud”.

Se asume como un controlador, pero no con los personajes de sus obras que tienen vida propia, los cuales “son únicos, irrepetibles, autónomos; que tienen sus propias ideas, sus conflictos, que te exigen meterse en sus zapatos y llegan hasta donde ellos quieren”.

Recordó que “un día, mientras caminaba por Santiago (barrio de Mérida) me corté con una botella y recibí una gran demostración de cariño de toda la gente que suponía no me quería y cuan injusto era porque lo que quería es que me quisiera como yo deseaba”.

Aseguró que ahí inició una larga carrera de manipulador, en busca del sueño de ser querido como el deseaba “por eso escribí y escribí, para tener esa muestras de cariño cuando nadie me tomaba en cuenta”, hasta el momento en que su esposa, Laura, un día le preguntó sino estaba cansado de hacerse pasar por víctima.

En un tono más serio, el maestro de muchas generaciones de escritores llamó a tener valentía para modificar e inventar la realidad, en la literatura “ser un buen mentiroso, pero nunca recurrir al engaño, nunca a la falsedad, eso es ser deshonesto”.

La literatura, dijo, me ha dado tanto, me ha cumplido mis sueños de gloria y fortuna, de ser útil y feliz; todos tenemos derecho a ser felices, sean felices aunque se acostumbren a ello.

Vestido de pulcra guayabera azul de lino y manga larga, evocó que una de sus grandes pasiones al visitar la ciudad que lo vio nacer es “caminar mucho, caminar por la ciudad; reavivar los sentidos, los olores, estar ante la presencia manifiesta de una reja, un postigo, una albarrada que me recuerden cosas de la infancia y la juventud”.

Insistió en el recuerdo de los 30 años en los que vivió el pecado, el amor y el sin amor, pero en todo existe un gozo y el disfrute del placer que también lo llevan a otros espacio querido, el Puerto de Progreso donde mantiene un encuentro vivo con sus sirenas, con las que pide platicar y conocerlas “que no por feas tienen su encanto”.

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