Por: Alida Piñón / El Universal
Los bailarines son los artistas no reconocidos por el mainstream, casi siempre son opacados por la figura del coréografo. Los reflectores apuntan hacia ellos durante el tiempo que están en el escenario, después la oscuridad.
En la danza contemporánea hay una injusticia histórica hacia los bailarines porque no se les ha reconocido su papel en la danza nacional, son ellos quienes han puesto en movimiento el universo del creador.
El fenómeno no es exclusivo de México, pero sí se agudiza en un país en el que los ejecutantes pocas veces permanecen por largo tiempo en una compañía, ya sea por razones económicas, por diferencias con el coreógrafo, porque continúan en el camino de la coreografía y crean sus propias compañías, porque se van del país en busca de oportunidades o porque simplemente no encuentran trabajo. Seguir una trayectoria se vuelve una tarea compleja, que pocos investigadores y especialistas dedicados a teorizar sobre la danza, realizan.
Sin embargo, en este panorama existen ejecutantes que enriquecen día a día a la danza nacional con su talento, versatilidad, maestría y belleza, y que decidieron trabajar en su país.
Según la maestra e investigadora Rocío Barraza, creadora del sitio de Internet danzadance.org, una red internacional de promoción y difusión de la danza y artes escénicas en México, existen alrededor de 900 compañías dedicadas a la danza contemporánea, número que presume que hay miles de ejecutantes danzado por todo nuestro país.
En esa riqueza dancística -al menos en sentido cuantitativo-, ¿quienes son sólo algunos de los artistas más destacados? Consultados por EL UNIVERSAL, investigadores, críticos, promotores y bailarines enlistan a una decena de ejecutantes y dan su visión de lo que significa ser un bailarín.
Los indispensables
Maricruz Jiménez, dedicada a la promoción cultural, particularmente de la danza, dice que un bailarín debiera ser una unidad indivisible entre interpretación y cualidades de movimiento, entre destreza y capacidad de exploración para llevar al movimiento emociones y visiones de mundo, además de, por supuesto, transmitir la pasión por bailar.
En este sentido, Verónica Macías, bailarina de UX Onodanza; Stephanie García, que ha bailado con Barro Rojo; Xanath Bautista, bailarina que formó parte de la compañía Tándem; Yseye M. Appleton, “que domina su cuerpo como pocos, de quien Raquel Tibol ha dicho que es el mejor bailarín de su generación”; Sheila Rojas, del Centro de Producción de Danza Contemporánea, son sólo algunos de una lista amplia de los que logran cautivar a los espectadores.
Para Lena Díaz, ex bailarina y promotora de danza, de los intérpretes que están en activo y que no son sólo entrañables sino indispensables, cita a Roberto Robles, Marina Acevedo, Tzitzi Benavides, Sául Maya y Emir Meza.
“El bailarín no sólo pone el cuerpo y lo mueve, sino que materializa el sueño del coreógrafo, y no se entiende que si tú cambias al elenco de una pieza, verás otra cosa, por eso su figura es tan importante”, dice.
Y añade: “Hay intérpretes como Roberto Robles que no sólo son excelentes en lo técnico, sino que además tienen algo que conmueve, que pisan el escenario e inevitablemente los adoras; Tzitzi, Saúl y Emir son más técnicos pero en ellos puedes ver la combinación entre forma y contenido”.
El crítico de danza Héctor Garay sostiene que los intérpretes pueden clasificarse por estilos, trayectorias, búsquedas estéticas y madurez. Así, Marely Romero, Gabriela Medina, Carmen Correa, Melisa Cisneros, César Romero, Natalia Cárdenas, Antonio Salinas, Jessica Sandoval, Guadalupe Acosta, Hugo Luis, entre muchos otros, son algunos representantes de lo mejor del quehacer dancístico. “Incluso podemos definir por escuelas y generaciones, por ejemplo en Tijuana están pasando muchas cosas, lo que nos queda claro es que hay una gran riqueza y que aún hay otros más que están en formación y esperaremos a ver su madurez”.
A la lista se suman los bailarines en que coinciden Jiménez y Garay, y los que suman los periodistas y críticos Juan Hernández y César Delgado, como Manuel Ballesteros, Sergio Anselmo Orozco, Jonathan Espinosa, Francisco Córdova, Adolfo Chávez, Gabriela Bullco, Alejandra Llorente, Claudia Lavista, entre otros.
Si la lista se antoja interminable, ¿por qué no son reconocidos no sólo en el mundo de la danza, sino en la escena cultural?
“Son muchas las cuestiones que hacen que el bailarín no tenga reconocimiento, se ha optado por verlo como un instrumento, y no se ha entendido que no hay obra sin bailarín, y la interpretación no puede ser vista sólo como una mera ejecución, es como si creyera que el verdadero creador es Mozart y no el músico, es un absurdo, en este sentido en la danza estamos atrasadísimos. El bailarín es el último en la escala de todos los artistas de todas las disciplinas”, sentencia Hernández.
Y mientras llega o no el reconocimiento, los artistas vuelan y danzan.
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