lunes, 4 de junio de 2012

Sada ¿poeta? en “Tierra adentro”



Por:  Estebán Martínez

El número más reciente (abril-mayo) de Tierra Adentro acaba de salir a la luz, y su oferta principal es un homenaje al narrador Daniel Sada, curiosamente llamado “El arte de versificar”. Veamos por qué:

“Daniel Sada (fallecido el 11 de mayo de 2011), encontró en la poesía grandes lecciones de prosa que trasmitía de manera enfática a sus alumnos. Isai Moreno hace un retrato de Daniel Sada tallerista, un hombre que siempre estuvo cerca de las generaciones jóvenes contagiando a sus alumnos su intenso amor por el lenguaje.”

Así se presenta el texto de Isai Moreno, que comienza:

“Uno de los más caros placeres de Daniel Sada consistía en recitar ante conocidos y amigos poesía, arte cuya lectura recomendó insistentemente a sus aprendices de novela para afinar el oído y aguzar el poder de la prosa. Muy pronto será leyenda la memoria privilegiada que le hacía retener cientos de poemas de los clásicos y contemporáneos. Sus inicios como autor incluyeron la asistencia a talleres literarios, donde uno de sus maestros fue el chiapaneco Juan Bañuelos, quien admiraba las dotes líricas de ese norteño joven, recién llegado a México D.F. En sus lecciones de narrativa, Sada recurrió innumerables veces al poema del maestro peruano José Watanabe ‘Imitación de Matsuo Basho’.”

Nacido en Tierra Adentro (Tijuana, 1953) –un par de palabras exactas que resuelven el conflicto de “provincia” o “interior” que tanto molesta a muchísimos de los 80 mexicanos que vieron la luz en otro sitio fuera de la Ciudad de México–, el homenaje a Sada por parte de la revista homónima del Conaculta dirigida por Mónica Nepote lo acompaña con una plaquette integrada a la primera de forros en la Colección La Ceibita: La caja para encender, de Diego Salas… ¿No será éste un heterónimo anagramático por medio del cual Daniel Sada se refugia en 25 poemas?

Veamos el primero, “Garganta”:

Hay una garganta

En el sudor de un perro, quiero decir

En el lento abismo que lleva entre las patas, quiero decir

La mansedumbre que lo clava en esta tierra, quiero decir

Sus dientes como un tren a solas,

El desierto, quiero decir

Que escriba el silencio cuando

No queda más de dónde comer.

Habrá que pedirle a Isaí Moreno que en la próxima entrega de Tierra Adentro nos ilumine sobre si este “arte de versificar” podría ser de Sada. Pero eso nos llevaría a una entrevista posible con Diego Salas… Y bueno, ¿qué pensaría Daniel Sada de un juego como éste?

Dejemos que Isaí (llamémosle así, familiarmente, pues al fin y al cabo tampoco sabemos quién es: no está su ficha en la lista de colaboradores, aunque sí viene un tal poeta Daniel Saldaña París, y qué raro, una de las fotos que ilustran el texto de nuestro amigo Isaí es la de Sada con su esposa Adriana Jiménez con la pirámide de cristal del Museo del Louvre detrás en 2009) borde otro párrafo para nosotros, el que explica el epígrafe “He oído la rechifla de los diablos…” (López Velarde/Sada):

“Hace algunos años, en la ciudad de La Paz, recitó con embeleso el poema ‘Perro de San Roque’, de López Velarde; entre los versos alteró uno, creeríase que por error. Luego caí en la cuenta de que su oído adiestrado rehizo la metáfora lopezvelardeana inicial: ‘He oído la rechifla de los demonios’. Por la rítmica y eufórica: ‘He oído la rechifla de los diablos’. Al momento de ser despedido el 18 de noviembre del 2011, entre aplausos candorosos, habría sido de su deleite escuchar el verso entre chiflidos sobre sus bancarrotas chuscas; después, y qué importaba, que surgiera el silencio.”

Y el perro de San Roque, ¿no será el que se metió a La caja de encender?.

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