sábado, 28 de julio de 2012

Con un antes y un después Tumàka´t Danza Contemporánea realizó su sutura escénica en la 32 edición del FIDCLL


Por: Roberto A. Valenciano Capín

¿Qué pasa cuando existe un hueco entre la emoción y el pensamiento donde se produce algo que no es posible transmitir ni con el mero movimiento ni con la palabra sola?, es lo primero que me viene a la mente al presenciar los trabajos coreográficos del colombiano, Vladimir Rodríguez titulado "suturas"

Y ser complementado con "Yo antes, es ahora"  del argentino, Luis Biasotto, como parte del programa "Sur + Sur " de  Tumàka´t Danza Contemporánea, dirigida por Vania Durán.

Recién desempacados desde tierras españolas de esta compañía dancística residente en Mérida, Yucatán, se ha distinguido por realizar obras de colaboración creativa multinacional, se  presentaron con mucho éxito tanto en el Festival Internacional Cádiz en Danza como en la sala de la der Reina Sofía en Madrid, para llegar a estas tierras potosinas y ser parte de esta tradicional fiesta danzaria.

Un sillón color márfil y una lámpara prendida en el costado derecho del escenario, forman parte de la escenografía que ves cuando llegas al foro del Teatro de la Paz.

Entre el público, un personaje sube al escenario, se sienta, se acomoda y sin más apaga la luz, al prenderla por primera vez aparecen más personajes, al volverlo hacer varias veces para detentar varias posiciones y actitudes.

Al desplegarse los bailarines bajo la pulsación del movimiento que cambia constantemente; es individual pero en ocasiones se unifica,  ya sea bajo el temple de ser fluídos, entreverados por movimientos cortos pero explosivos, retadoramente contundentes y sustanciados a partir de la tensión del otro;  la otredad, confrontándose, entrelazándose o deshilvanándose en los diferentes traslados alrededor del escenario.

Aunque en  momentos se vuelven provocadoras y  cautivamente obsesivas,  una prueba de lucidez que juegan como un remedo de si mismas; prolongación misma del movimiento y  perderse a adrede en  su propia factibilidad como declaración estética de la condición humana.

 A pesar de la vastedad de expresión escénica, siempre van más allá de un simple código coreográfico y son sustentados en base a una investigación de  movimiento que se versifica  como un proceso de reflexión/inflexión.
 
 Aunque en momentos se logra apreciar la línea tenue de la sutileza de este intrincado camino que es arriesgar, no solamente desarticulando el movimiento sino la corporalidad misma; identidad pese a la voracidad misma del accionar que ha sido demarcado por la otredad/identidad.

De esta manera, nada existe sin la mirada del otro. El otro puede ser quien comparte el espacio de la escena, o puede ser quien está sentado en la oscuridad observando.

Destaca la imágen de todos sentados en el sillón, quienes desaforadamente cosen, bordan ante la mirada perdida y de que quedar en el aire "lo que se rompe jamás regresa a su estado original".

En contraparte, "Yo antes, es ahora",  en donde Tumàka’t pretende más bien que el público se relaje, ría y despierte sus emociones, gracias a los personaje recreados por los bailarines con el plus que los espectadores participan inventando una historia para cada uno de los personajes, el cual a fin de cuentas no ocurre, porque los bailarines ponen la pauta a lo que prosigue en esta puesta en escena.



Inicia esta pieza con un prólogo musical a oscuras; una especie de intermedio visible y no visible, según explica uno de los bailarines.


Para proseguir con el montaje de un set y destilar una historia-un cumpleaños-y todo lo que conlleva bajo el móvil de estar en cámara lenta a pesar del chiflido de alguien del público y las risas que provocan las situaciones generadas por las mismas.


Un oscuro para el cambio de elementos, mientras tanto uno de sus bailarines conversa con el público, sugiriendo situaciones como una declaración de amor o si alguien quiere cantar, para escucharse un estrepitoso yo de una soprano que intepreta una aria.

Ya en el escenario, una mosca que con su zumbido interrumpe esta parte vocal, buen pretexto que permite que la obra se desarrolle mediante con argot de comicidad combinados con  movimientos como remedos de si mismos, llenos de cotidianidad, así como la invitación a alguien del público que fungirá como parte de esta obra, en donde dan varias versiones de un final y quedar esta de una forma contundente y bella, la chica sola en el escenario.

A pesar de ser una obra condicionada de antemano, se destaca por trastrocar esas dimensiones a lo pautado al hecho escénico: las relaciones, las proporciones que guarda la “memoria visual” del espectador con el cuerpo en movimiento, así como los  estados de ánimo.

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