La Calle
Por: Luis González de Alba
Todos quienes hemos organizado manifestaciones y mítines sabemos el riesgo de los provocadores infiltrados para hacer pasar por delincuentes y vándalos a los manifestantes. No siempre conseguimos evitarlos. Pero este sábado 1 de diciembre, ¿de qué manifestación o mitin pacíficos se desprendieron unos provocadores infiltrados por “la mafia del poder” para destrozar a su paso cuanto encontraron en el bello centro de la ciudad de México?
No hubo manifestación ni mitin, sino citatorio tempranero para entregarse a vandalismo puro, rapiña, incendios, atracos, destrozos. Arrojaron un camión de volteo contra las vallas de dos y medio metros de altura y acero reforzado “que no eran necesarias y resultaban insultantes”, habían dicho PRD y sus comadres cuando se instalaron. Por suerte permanecieron las que cerraban los accesos de mayor importancia.
La técnica para evitar los infiltrados es sencilla: los contingentes se integran de forma identificable: Facultad de Ciencias, Sindicato de Organilleros, Club de Poetas Estridentes: de esa forma se evidencia toda persona desconocida. Luego se acordonan las orillas para que no se infiltren provocadores y, por último, si no se logra el control con esos medios, hay una comisión de orden de la manifestación que, ante una desbandada con fines ajenos a la marcha interviene y, si es necesario, ejerce la fuerza necesaria. Dicho en forma elegante: los para a chingadazos. Para eso formamos las comisiones de orden en marchas y mítines. ¿O no?
El rector Barros Sierra, ingeniero, no confió en nadie, cuando encabezó la primera manifestación del 68, sino en los alumnos de Ingeniería, a quienes dio la vigilancia del orden. A pesar de eso, se desprendió un grupo al grito de “¡Al Zócalo!” No eran provocadores, eran estúpidos: el Ejército estaba a dos cuadras. Se reintegraron a la manifestación.
Se cubre el rostro el delincuente que ya planeó asaltar un banco, robar una tienda a mano armada. Lo hace, es una obviedad decirlo, para no ser identificado por cámaras ni testigos. Así iban este sábado y bien provistos hasta de gas para hacer sopletes.
SÚPLICA a mis lectores: No desciendan a la Gran Cloaca Máxima que escurre sus miasmas aquí abajo. Admito que he leído comentarios inteligentes, críticas justas, precisiones aceptables. Pero ya no me asomo. Que los inmundos se debatan en su inmundicia y en su anonimato (que no se perdería ni poniendo nombre y foto): no les den el placer de saberse leídos, son inmunes a argumentos porque no los leen. Hagamos todos el vacío.
Sugerencia: Otros días, otros años, Planeta, 2008.
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