lunes, 4 de marzo de 2013

El ballet: cuando la competencia obsesiona


Por: Yendry Miranda
En nombre del ballet se ha dicho mucho: halagos a la perfección de sus movimientos; alabanzas a la belleza de sus intérpretes; sin embargo, también se han escrito oscuras historias que suceden tras bastidores, más allá de los cuentos de príncipes y princesas que se pasean en puntas sobre el escenario.

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El último drama lo vivió en carne propia Serguei Filin, director del Ballet del Teatro Bolshói de Moscú, quien fue rociado con ácido en su rostro; un hecho que le produjo severas quemaduras en la piel y ojos.
La agresión, vinculada por el propio Filin a una serie de decisiones que ha tomado sobre la compañía, tiene como principales sospechosos a varios integrantes del elenco, quienes no estaban de acuerdo con su labor.
Este no es el único ataque que se ha registrado en la historia del famoso auditorio ruso.
En el pasado se supo de bailarinas que encontraron vidrios en sus zapatillas, alfileres en sus vestuarios y que incluso eran perseguidas por fanáticos de otras figuras para golpearlas y con eso lograr que sus ídolos consiguieran un asenso en el elenco.
Sin embargo, ¿es realmente el ballet así de oscuro como lo pintan estos hechos?
El bailarín colombiano Cristian Laverde, exintegrante del Ballet Nacional de Cuba y solista invitado a diferentes compañías estadounidenses, asegura que en materia de envidias y celos, las emociones se viven distintas según el colectivo al que se pertenezca.
“Todo depende del lugar y la compañía. En el caso de una agrupación grande y de tradición, la presión es mayor por lo que significa la danza para esa cultura; por ejemplo, en Rusia el ballet es muy importante, es una tradición, un estilo de vida; no es como en Estados Unidos y Latinoamérica, donde este se adoptó mucho tiempo después”, aseguró Laverde.
El costarricense Gustavo Vargas explicó que las rivalidades se dan en las grandes compañías de ballet por varios factores, entre ellos, la estructura piramidal del elenco, pues en él hay solistas, primeros bailarines y hasta diferentes cuerpos de baile.
Sumado a esto, explicó, que los artistas en muchos casos deben lidiar con el tema de los patrocinios y las presiones económicas. Esto hace que no siempre sean los mejores intérpretes los que obtienen los roles más importantes, sino los que cuentan con el mayor apoyo económico de sus promotores.
Esta práctica es muy frecuente, incluso en el mismo Bolshói.
Anastasia Volochkova y Rinat Arifulin, exintegrantes del ballet del teatro ruso, aseguraron que la compañía se ha convertido en una “agencia de los donantes ricos”, y denunciaron que son usuales las fiestas privadas a las que deben asistir las bailarinas del ballet.
“Esas fiestas son organizadas por oligarcas, para los patrocinadores, quienes invitan a las bailarinas del Ballet, no de forma privada, sino a través de la administración del teatro”, comentó Volochkova a The New York Times.
Para María Amalia Pendones, directora de la academia Danzay y del espectáculo El Cascanueces, que cada año se presenta en el Teatro Nacional, ese lado oscuro y torcido que se le ha atribuido al ballet, es en parte una exageración.
“El ballet es un mundo muy competitivo, porque es un campo de pocas oportunidades de trabajo, eso hace que la exigencia sea mayor, pero no creo que sea más competitivo o nocivo que otro ámbito laboral. Personalmente, creo que ese lado oscuro es el que más le ha gustado explorar a los medios, pero yo no pienso que el ballet sea más vicioso que el de la publicidad, el periodismo o cualquier otra rama”, aseguró la costarricense.
La constante. Independientemente del colectivo al que se pertenezca, temas como la búsqueda de la perfección de los movimientos y la estética, son fundamentales para cualquier profesional de danza clásica.
Kristiane Feoli, solista del ballet El Cascanueces, aseguró que la lucha es diaria: se debe estar delgado, lucir delicado, ser muy flexible y bello. Un bailarín, además, no puede ser conformista, ni ponerse un límite; siempre se debe querer más.
Como si fuera poco, el tiempo debe aprovecharse porque la carrera de un bailarín clásico, al igual que la de un deportista, es corta y se debe bailar todo lo que se pueda mientras se es joven.
“El ballet es una profesión muy difícil; personalmente me exijo a dar todo de mí en cada clase; si hago algo bien, lo quiero hacer mucho mejor la próxima vez; nunca me rindo. Eso me pasa trabajando aquí, donde no hay una compañía estable; ahora, en el caso de los bailarines de compañías extranjeras, es más fuerte porque para ellos es un asunto de supervivencia, sus ingresos dependen de eso”, comentó la joven.
Feoli comentó que los artistas quedan expuestos emocionalmente al tener que someterse a este tipo de presiones.
“Los bailarines son muy inseguros, tanto los más jóvenes como los mejores; una muestra de eso es que termina un ensayo, o una presentación, y ya quiere oír que lo hizo bien. Eso es producto de esa misma competencia, uno tiene una necesidad de sentir la aprobación del director”, acotó.
Su compañera de elenco Mariana Elizondo comentó que lo lamentable de lidiar con estas presiones es que muchas ocasiones estas no tienen que ver con roces personales entre los artistas, sino por decisiones que ni siquiera están en sus manos, pues dependen, exclusivamente, del director del grupo.
Hasta el día de hoy no se han encontrado culpables en el caso de la agresión a Serguei Filin; mientras reina la incertidumbre, bailarines y coreógrafos se cuestionan cómo un gremio creador de tanta belleza, puede estar involucrado en una desgracia como esta.

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