viernes, 3 de mayo de 2013

José Rivera: Música, torrente que desemboca en danza

 
 
Por Carlos Sánchez / Dossier Politico
 
Treinta años de bailar. Diecisiete de dirigir La Cebra Danza Gay. A José Rivera le apasiona la música y esta desencadena en la creación de la danza. También ama las artes plásticas.

Dice José que su actitud es de niño perenne. Que todos los días intenta descubrir el mundo, jugar. Y en todos esos días, la danza es una mirada panóptica donde descubre el universo y su interior.
 
En estos treinta años (casi treinta años, enfatiza José), la danza le ha construido un largo camino:
 
“Un largo trayecto, una vida muy rica en experiencias. La danza me ha dado la oportunidad de conocer tantas cosas tan diversas y diferentes de este mundo. La danza me abrió la puerta para conocer la música, que es una de las fuentes de mi inspiración. Para crear una coreografía, primero que nada está la música de por medio, primero hay una pieza musical que me emociona, me llena de energía, de vibraciones, después viene la coreografía, pero este acercamiento a la música me lo dio la danza.
 
“Tuve la fortuna de tener como maestros a Raúl Flores Canelo, Lila López, Anna Sokolow, Graciela Enríquez, todavía pertenecen a una vieja generación  y a una manera digamos antigua de hacer la danza; ellos usaban mucho la música sinfónica mexicana y esto me abrió las puertas a todo un mundo y una riqueza que tenemos en México: Silvestre Revueltas, Manuel M. Ponce, Carlos Chávez, Moncayo, en fin, esa es una de las cosas más importantes que ahora rescato. Sin música no vivo, y la música me la dio la danza.
 
“Otra cosa es la plástica. Los primeros recuerdos que tengo de mi acercamiento a la danza escénica, una de las primeras funciones que vi y lo que más me llamó la atención, fue el color, el vestuario, la iluminación. Desde pequeño me ha gustado el color, y la danza me abrió una puerta al universo de las artes plásticas, al universo del color, de lo estético. La danza me ha dado tantas cosas que podría seguir de largo, describiendo una a una de esas cosas”.
 
--La danza, la música, las artes plásticas son contundentes para tu vida, pero, ¿de qué manera la ciudad incide en tu propuesta coreográfica?
 
--Nací en San Luis Potosí, de niño, de adolescente, maldije la ciudad, porque era una ciudad y una sociedad en la que yo no tenía cabida, sentía que nadie me entendía, era excluido, y muchas veces satanizado por mis preferencias, por mis ideas, porque no me gustaba quedarme callado, pero gracias a esa adolescencia e infancia que tuve en esa ciudad tan cerrada, recalcitrante, todo fue a desembocar en La Cebra. Entré a Ballet Independiente, y aunque Raúl Flores Canelo era una persona permisiva, abierta, que gustaba de lo lúdico, de todas maneras esa compañía tenía ciertas reglas, cierta estética porque era una de las grandes compañías del Instituto Nacional de Bellas Artes, también tenía ciertas limitantes, y ahí siguió creciendo esa inquietud en mí de poder gritarle al mundo lo que yo traía. Cuando hago La Cebra todo explota como una olla exprés, una bomba; explota todo aquello que viví en la infancia, adolescencia, y en la compañía de Raúl. 
 
Me sentí desde el inicio cobijado por esta gran ciudad que ya no la cambio por nada, yo digo siempre que mi alma está en San Luis Potosí, pero mi corazón está en la ciudad de México; al irme impregnando de esta atmósfera citadina, asfáltica, de tantas cosas que se viven en esta ciudad, también fui creando el discurso de La Cebra. Al ir descubriendo cómo viven las minorías fue que encaucé mi discurso, porque cuando cree la compañía, para nada la ciudad era lo que es ahora, para nada la comunidad LGBT tenía los derechos, las oportunidades, los espacios que se han ganado ahora. Creo que desde niño fui curioso y para observar mi entorno, entonces (en DF), dije a la comunidad que pertenezco, que ha sido una comunidad tan violentada, tan excluida, “necesitan esto y esto, y mi voz va a poner su granito de arena para que esta comunidad salga de su aislamiento”.
 
--Diecisiete años con La Cebra, se requiere mucha valentía para decir lo que se ama de la manera en que lo estás diciendo, ¿cómo lo asumes?
 
--En realidad se requiere valentía y me ha ayudado mucho mi personalidad, pero por ejemplo al observar a otros coreógrafos que quieren abordar temáticas extremas, que te exponen, a veces los veo como a medias, se quedan cortos en lo que quieren decir.
 
--¿Qué te significa bailar en Un Desierto para la Danza?
 
--Me gusta mucho la opinión de la gente en provincia, tengo un muy buen recuerdo de Sonora; esta será la tercera vez que voy al Desierto y siempre ha sido una apoteosis en la Casa de la Cultura cuando nos hemos presentado. Es un gusto, un público conocedor, es una labor que ha hecho Miguel Mancillas desde hace muchos años, Martha Bracho; yo miré bailar al grupo Truzka en los ochenta, en San Luis Potosí, me ha tocado ver toda la carrera tan brillante de Miguel Mancillas, conozco lo que se hace en Hermosillo, he visto a todos los grupos de allá, sé que es un público exigente, sé que es un público que espera a La Cebra; sé que no los voy a defraudar porque llevamos un programa de primer nivel.

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