martes, 16 de julio de 2013

Petrushka, poco más de cien años después

 
 
"Ha sido un placer bailar para ustedes y con ustedes". Los bailarines caminan hacia atrás y cae el telón en medio de aplausos que no cesan. Así termina Petrushka, obra coreográfica presentada por Laleget Danza y dirigida por Diego Vázquez, quien nos menciona estas palabras al finalizar la función.

Diego Vázquez hace esta adaptación para acercar al público infantil, junto con sus familias, a la danza a través de este montaje, cuya exquisita música fue compuesta por Igor Stravinsky en 1911. Ésta junto con El Pájaro de Fuego y La Consagración de la Primavera fueron considerados en su tiempo ballets sumamente provocadores, atrevidos e innovadores.

En este contexto, cien años después, en 2011 Diego Vázquez crea a modo de homenaje esta adaptación de Petrushka, la cual se presenta en el Ciclo Danza en El Palacio 2013. Cabe mencionar que en este ciclo se presentan coreografías de "danza contemporánea" y es preciso resaltar que Laleget tiene un lenguaje de movimiento que está mayor y claramente influenciado por la danza clásica.

Encontramos bailarines con un fuerte entrenamiento y alto nivel de ejecución en ballet clásico; sin embargo, con una adaptación orgánica en su mayoría a las técnicas de danza contemporánea. Así podemos ver la soltura y el movimiento articular que ofrece el reléase, la potencia muscular que genera el Graham (podemos ver algunas espirales y contracciones en algunas secuencias) y como ellos mismos lo afirman "la solidez al entrenamiento que proporcionan las técnicas clásicas". Con este bagaje corporal en cada uno de los intérpretes, se logra una fusión que genera un lenguaje de movimiento único, preciso y claro para el espectador.

Encuentro también algunos elementos de pantomima. Cuando yo voy a ver ballet en México, espero ver pantomima, no porque ese sea mi deseo o porque sea inherente y obligatorio en el ballet; sin embargo, son recursos de interpretación que suelen utilizarse mucho en este género, más aún en la danza dirigida a los niños. Este elemento se integra perfectamente con la propuesta de movimiento.

La obra cuenta con una producción impecable, cuya escenografía (la cual consiste en una estructura versátil que es manipulada por los mismos bailarines en escena) está a cargo de arquitecto Oliver Layseca. Así pues, Petrushka es una propuesta ambiciosa que cumple y supera las expectativas ya que no sólo atrapa a los pequeños sino al público en general. Esto me deja un grato sabor de boca al salir del teatro ya que aún a pesar de entrar en un modelo convencional de danza, la gente que ha ido (muchos por primera vez) se han quedado prendados de esta. Me parece que más allá de lo didáctico y del virtuosismo mostrado, el encanto está en la conexión.

Al terminar la obra, el elenco invita a niñas y niños a subir a escena mientras que Diego Vázquez nos explica la relación entre los instrumentos utilizados en la composición de Stravinsky y los movimientos de los bailarines (algo que he visto con otras compañías como Proyecto Finistera, Mandinga Mar y Cordax Dramza). También nos habla de la relación del cubismo de Picasso con la escenografía y "las mujeres cúbicas" (personajes de la obra). Finalmente todos los niños y niñas bailan un pequeño fragmento de la obra, lo cual de un modo u otro hace que todos se sientan parte del montaje. Se cumple el objetivo del coreógrafo: sensibilizar y acercar al público infantil. Se cumple la función social del arte según Berthold Brecht: comunicar y transmitir (aunque no estoy segura de que Petrushka sea propiamente el arte que preferiría Brecht)

Al salir, me cuestiono muchísimas cosas, como qué necesita la danza contemporánea para atrapar de este modo al espectador. No me parece válido el discurso de que no se busca llenar teatros ni que el público entienda la obra, especialmente cuando se está realizando un montaje con recursos provenientes de los impuestos de la población en un país con una desigualdad económica evidente.
 
Tomado de la revista Fluir.

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