jueves, 12 de septiembre de 2013

Prepara el Teatro Ballet Mariinsky un banquete coreográfico

 
Creado en 1873, el Teatro Ballet Mariinsky, mejor conocido como Ballet Kirov, vuelve a México después de 10 años de ausencia: del 17 al 22 de octubre se presentará en el Auditorio Nacional, con cuatro clásicos de la danza internacional: El corsario, Sílfides, Petrushka y Sherezada.
 
El primero de los montajes está inspirado en un poema de lord Byron. Habla de piratas, naufragios de barcos, amor, harems y la Grecia dominada por los turcos. El segundo programa está conformado por tres obras completas de Mikhail Fokine, con música de Federico Chopin, Igor Stravinsky y Nicholas Rimsky-Korsakov. Las tres obras fueron llevadas por el empresario Sergei Diaghilev para que los ballets rusos se presentaran en París.
 
Para la promotora cultural Arcelia de la Peña, hablar de esta emblemática compañía y su presentación en el Auditorio Nacional es un banquete coreográfico y musical, así como referirse a la cuna de la tradición dancística rusa. Originalmente se llamó Mariinsky en honor a la zarina María, esposa del zar Alejandro II. Cuando triunfó la Revolución rusa en 1917 adoptó el nombre de Kirov, por el general Sergei Mironovich Kirov, líder del movimiento bolchevique, y a la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas retomó su nomenclatura histórica.
 
El teatro también es reconocido porque fundó la primera escuela de ballet en Rusia, por órdenes de los zares y con el afán de europeizar su nación: “Al hacerlo, empezaron a recibir bailarines y maestros de otros lugares, hasta que decidieron desarrollar a sus propios artistas, por lo que fundaron la Escuela de Ballet Imperial, que más adelante se transformó en la Academia Vagánova de Ballet, en honor a la célebre coreógrafa Agrippina Vagánova, que creó un método que hasta hoy se utiliza, en el que se ordena la forma de enseñar el ballet a partir de los nueve años”, dice en entrevista con MILENIO.
 
La compañía creció de la mano de la Academia Vagánova, hasta que llegó a trabajar con ella el coreógrafo Marius Petipa, el encargado de hacer El cascanueces y La bella durmiente, así como rearmar El lago de los cisnes, con música de Piotr Ilich Tchaikovski, explica la también directora de la Academia de Ballet Dance Center.
 
“De esas paredes surgieron grandes creaciones de la danza clásica, y grandes nombres: Anna Pavlova, Rudolf Nureyev y Mijaíl Baryshnikov, entre otros. Son nombres que forman parte de la cuna del ballet ruso y que además son los guardianes del ballet, porque se han encargado de mantener estas tradiciones y coreografías pasándolas de boca en boca, de generación en generación, o de pierna a pierna”, explica.
Esta tradición resguardada ha tenido una gran visión hacia el futuro, ya que el ballet no se ha dedicado solamente a resguardar reliquias de la danza clásica, también han empezado a asimilar y a presentar el repertorio de los coreógrafos más vanguardistas internacionalmente, argumenta De la Peña.
 
Incluso, su relevancia ha sido tan grande que el teatro no se ha dado abasto para atender a las cinco millones de personas que viven en San Petesburgo, donde se encuentra su sede, y han tenido que abrir un nuevo espacio para poder satisfacer el gusto del público: “En algunos de los anuncios que promocionan la llegada de este ballet a México, hemos dicho que esta será su última gira por el país, porque así lo anunció su propio director. Es muy probable que el ballet ya no pueda salir tanto de gira y se dedique a dar funciones más puntuales y cercanas a San Petersburgo”, comenta.
 
Con 200 años de historia, el arraigo que todavía tiene entre la gente es importante. Incluso, explica Arcelia de la Peña, para los jóvenes es tan familiar ir a ver una función de ballet como acudir a una discoteca. Son actividades que están completamente metidas en el esparcimiento cotidiano de las personas.
 
“El ballet es una actividad de gente joven. Por ejemplo, la mitad de los intérpretes que vinieron la última vez que se presentó el Teatro Ballet Mariinsky en México ya se jubilaron, y hoy vendrán aquellos que en esa época tenían 10 años y apenas empezaban su carrera en la Academia Vaganova. El rango de edad que se maneja en la agrupación es de 18 a 35 años. A los 35 se jubilan, claro, con excepción de las grandes figuras que permanecen activas”, comenta.

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