domingo, 1 de septiembre de 2013

Viejos conocidos vuelven a la cultura con Peña Nieto

 

Rafel Tovar y de Teresa, fue titular de  Conaculta con Salinas de Gortari y regresa al mismo puesto con Enrique Peña Nieto. (Archivo Notimex)
Rafel Tovar y de Teresa, fue titular de Conaculta con Salinas de Gortari y regresa al mismo puesto con Enrique Peña Nieto. (Archivo Notimex)
Juan Domingo Argüelles/Milenio
 
Tres son los aspectos principales que caracterizan la política cultural del gobierno de Enrique Peña Nieto:
 
1.- Y es más que evidente: el retorno masivo de quienes ya habían estado en los mismos cargos culturales, pero que ahora regresan con la promesa de que lo harán de forma distinta a como lo hicieron antes (“conscientes de que la realidad es otra”);
2.- La revisión de los destinos y procedimientos de los dineros públicos otorgados, como estímulos y apoyos, a la creación artística y literaria individual y a los gobiernos de los Estados, y
3.- El discurso de que el arte y la cultura deben tener un verdadero impacto social y estar vinculados a las estrategias de prevención social.
 
Sobre el primer punto es difícil creer que quienes tienen muchos años haciendo lo mismo en la cultura lo harán ―ahora sí― de forma diferente. Cuando estaba en precampaña, en 2011, en busca de la candidatura del PAN a la presidencia, el hoy senador Ernesto Cordero dijo, ante sus huestes, un refrán lapidario a propósito del PRI: “Chango viejo no aprende maroma nueva”.
 
En relación con el segundo aspecto de la política cultural peñista, no hay que ser muy perspicaces para saber que la revisión de los destinos y procedimientos de la política de mecenazgo (que creó precisamente el gobierno priísta, en los tiempos “gloriosos” del salinismo), forma parte de un discurso que se dirige a mostrar que el PRI no tolerará la corrupción. (Por algo será; por algo es: la percepción popular es que la corrupción la institucionalizó el PRI.)

Becas del Fonca

Revisar y corregir los mecanismos y procedimientos de la asignación ―y el destino de los dineros públicos (nuestros impuestos)― a los artistas y escritores es, sin duda, una bandera muy vistosa, pero ya se vio que no es fácil ponerle el cascabel al gato. Las becas del Fonca (es decir del Conaculta) representan un tabú similar al de las cuotas de la UNAM.
 
Basta que se diga que se revisarán para que, al otro día, amanezcan en los periódicos cartas abiertas de protesta. ¿De quienes? De los que no desean que cambie nada. Es suficiente un pequeño revuelo de los beneficiarios “afectados” para que la institución recule. Por la modificación en las cuotas de la UNAM cayó un rector. Ningún presidente del Conaculta quiere caer por la modificación de las becas del Fonca.
 
El tercer punto de la “nueva política cultural” está vinculado, obviamente, a una de las cinco metas nacionales del Plan Nacional de Desarrollo 2013–2018 (“Un México con educación de calidad”). Ahí se establece que “para que la cultura llegue a más mexicanos es necesario implementar programas culturales con un alcance más amplio”, y específicamente: “Situar a la cultura entre los servicios básicos brindados a la población como forma de favorecer la cohesión social” e “incluir a la cultura como un componente de las acciones y estrategias de prevención social”. Se escucha muy bien, y es necesarísimo. Lo que aún no sabemos es cómo se hará.

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