Por: Mónica Maristain
Nacido en Guadalajara en 1983, Fernando Carrera es autor de los libros de poesía Expresión de fuego (Mantis Editores 2007) y Donde el tacto (ICA 2011).
Ha sido un par de veces becado por el Programa para la creación y desarrollo artístico del Conaculta.
Actualmente se encuentra en el proceso final de revisión de un libro de poemas, aún inédito.
Lector de poesía clásica, podría decirse que sus versos traen reminiscencias de otros tiempos poéticos, con la limpidez de una palabra que busca el preciosismo sin abandonar la autenticidad de una emoción primera, transformadora.
El caso de Fernando remite a un joven dedicado con plenitud a la experiencia poética, sin “contaminarse” con otros géneros de la escritura.
Quizás por eso, “Los intestinos no mienten”, que publicamos en esta semblanza, es reflejo de una palabra madura y pausada, con esa falta de histeria petardista que encontramos en escritores menos concentrados.
– ¿Hace cuánto que escribes poesía?
– El origen (como todo origen) me resulta difuso. Habrá sido como a los 16 o 17 años; ya sabes, los grandes temas: la soledad, lo amoroso, la noche. Normalmente uno no sabe abordarse a uno mismo en ese tiempo, la experiencia es aún muy poca, así que ingenuamente comenzamos hablando de la inabarcable. Al menos esos primeros textos me dieron la pista de uno de los ingredientes esenciales que nos llevan a querer escribir: la soledad. Como los primeros hombres que en su sentimiento de orfandad pintaron la piedra; la verdad nos sucede lo mismo todavía.
– ¿Qué es la poesía?
– La poesía se vive de manera tan íntima que resulta, a veces, una pobreza diluirla en ciertas palabras o conceptos al tratar de definirla. Antes que nada creo que la poesía es una necesidad. Está en la materia prima de toda lengua humana, ya que es la parte de la conciencia que encuentra los puentes entre todo lo que existe. La poesía está a la mano de quien la necesita y puede sentirla cualquier persona; en el caso del poeta, la única diferencia es que éste, tal vez, tenga el oficio de trasladar esa experiencia a un cuerpo lingüístico, verbal, que llamamos poema.
– ¿Es un síntoma de la juventud que se te pasará cuando seas mayor?
– La poesía (su necesidad y presentimiento) puede ser una conexión que se oxide con el pasar del tiempo, ya que el lenguaje al paso de la vida en muchas de las personas, y más al trasluz de los sucesos irremediables de la cotidianeidad (la sustentación, el perseguir la supervivencia, los trabajos desagradables, o peor aún, el desempleo), puede prosificarse demasiado. En el principio fue el verso, la poesía, y en el inicio de la literatura también, incluso para narrar. La prosa es un género artificioso que se inventó más bien para disimular. La verdadera poesía no disimula. Sin embargo, creo que quien la ha desarrollado en sí, difícilmente puede perderla, a pesar de todo. La juventud es una cualidad que, más que con lo cronológico, me parece tiene que ver con la vigencia, y la poesía es y será tan vigente como lo fue desde los primeros cantos en los corredores de Ur.
– ¿Quiénes son tus poetas preferidos?
– Disfruto mucho los poemas, proverbios y textos en general, de los poetas anónimos y no anónimos de las culturas antiguas del llamado Medio oriente. En español voy de los clásicos a los llamados contemporáneos, y he leídos a muchos de mis contemporáneos. Por mi formación personal, desde muy niño, soy muy cercano al inglés y su literatura, creo que es mi influencia central; leo con avidez a los poetas de lengua inglesa, desde las expresiones de la poesía sajona medieval, pasando por Shakespeare, Donne, los románticos; más recientemente a Yeats, Whitman, la piedra angular que labró Eliot, la fuerza de Dylan Thomas, y, ¿por qué no?, me encanta el otro Dylan, Bob. El lenguaje claro, simple, pero de sintaxis extraña y renovadora que encuentro en Strand o William Carlos Williams, muy pocas veces lo he leído en español.
– ¿Qué piensas de la nueva poesía mexicana?
- Se escribe mucho, sin embargo creo que se escribe muy pretenciosamente, con una urgencia bastante ingenua por innovar y encontrar la siguiente ruptura. Esto ha desembocado en un cúmulo de poetas jóvenes y no tanto, mimetizados en una serie de “modas” estilísticas, que más preocupadas están por el despeine y malabarismo sintáctico, por fabricaciones y artefactos, que por llegar al poema y a la poesía. En breve, no me gusta mucho como lector el grosso de lo que se escribe en la llamada “nueva poesía mexicana”; pero como todo, hay algunas afortunadas excepciones.
- ¿Crees que los jóvenes leen más a José JuanTablada y Xavier Villaurrutia que a Octavio Paz?
- Bueno, esta pregunta parece pertenecer más a la estadística que a la literatura. Como lector desearía que lean a los tres: poetas que como las olas del mar, rompieron sin merma del océano. Enemistarse, y aún peor, pre-enemistarse con el trabajo de alguno de ellos es algo que pertenece más bien a la ingenuidad y a la ignorancia.
– ¿Cómo es tu proceso de escritura?
– Nunca es fácil hablar de esto e intentar aterrizarlo, pues creo que es un proceso en continua invención y descubrimiento. Me funciona intentar intuir la esencia de lo que necesito expresar en la escritura en lo que voy viviendo, pues me parece que no podría ser de otra forma si se quiere ser un escritor honesto y aspirar a la autenticidad a través de lo personal en nuestras vivencias. De esta acumulación surge una especie de plenitud o pleamar que me exige desahogarla, encauzarla hacia el poema; es decir, creo que la poesía debe surgir de la “insoportabilidad” de callar, más que de las ganas de decir. Dejo que el tono, aliento y música natural del propio texto me indique cómo lo debo intentar formalmente. El trabajo técnico viene al tiempo de escribirlo y también después de haberlo dejado reposar (abandonarlo) por un buen tiempo.
– ¿Escribes otras cosas además de poesía?
– He publicado en algunas revistas algo de ensayo y reseña crítica, pero mi escritura creativa ha sido, hasta el momento, fundamentalmente poesía.
– ¿Qué le dirías a un joven poeta?
– Que lea a los clásicos, que no omita nada (al menos lo intente). Que no se deje llevar por modas, aunque vea al sujeto de esa moda dechado por premios, reconocimientos, etc. Nadie ni nada resiste la prueba del tiempo, el verdadero tiempo.
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