domingo, 16 de febrero de 2014

Federico Campbell por Ignacio Solares



 
Por: Ignacio Solares
 
Hoy, 15 de febrero, alrededor de las seis de la tarde murió Federico Campbell, un gran amigo de prácticamente la totalidad del medio literario y periodístico de esta ciudad. Un hombre sin enemigos. En esta colonia era el primero en tomar un café expreso por las mañanas y el último en tomar un capuchino por las tardes, el primero en agotar todos los periódicos y las revistas extranjeras que se pudieran conseguir en el mercado de Vicente Suárez y el primero en leerlo todo; pionero en comentar a Sciascia, Pinter, Mamet y muchos otros autores exquisitos desde este país: vaya que los siguió, estudió y tradujo con lealtad. Fiel observador de las modernas editoriales independientes de Barcelona y testigo privilegiado de su nacimiento; un maestro que no se tomaba en serio, pues el humor era la marca de su inteligencia, pero influyó de manera decisiva a varias generaciones de lectores. Sus ensayos nos descubren la voz sencilla y siempre radiante de alguien que sabía descender a lo profundo pero volvía a contarlo con enorme alegría. Aunque se resistía a llamar ensayos a sus artículos, pocas veces alguien ha podido enterarnos en un par de cuartillas por qué hay que leer a ciertos autores recientes y qué relación subterránea tienen sus obras con la realidad inmediata, dónde está ese nexo esencial. En cada uno de sus trabajos descubrimos a un autor fascinado por los caminos que pueden tomar la memoria y la identidad personal; a un elegante cronista que comparte su indignación ante la injusticia y la corrupción; a un lector ejemplar. Un par de semanas antes de entrar al hospital terminó el más ambicioso de sus ensayos: "La era de la criminalidad", un admirable volumen de 600 páginas que publicará el Fondo de Cultura Económica, y otro ensayo muy bello, "Padre y memoria", que publicó José María Espinasa en Ediciones Sin Nombre, y con cuya segunda versión Federico se ilusionó tanto. Tenía tres novelas en proceso, dedicadas a diversas manifestaciones de la creación artística: sobre actores, escritores y escultores. Su casa fue la biblioteca de muchos jóvenes que venían del norte; sus recomendaciones una brújula inestimable para quienes llegaron rodando a esta ciudad. Definitivamente, hay calles enteras que se verán muy tristes sin Mr. Campbell caminando por ahí con una camisa de color rabiosamente optimista más dos kilos de prensa y literatura bajo el brazo, todo recién leído y en busca de amigos a quienes prestarlos, a fin de continuar la conversación; a un maestro Campbell que sabía detectar los intereses de otros y hablarles de las películas que deberían ver, de los libros que deberían disfrutar; a Fede saliendo a toda prisa con Carmen, corriendo a una función de teatro o de cine; y al gran Federico Campbell con una chamarra de piloto aviador y siempre orondo, como si acabara de batear un jonrón. Yo diría que bateó por lo menos tres, todos de campeonato: como ser humano muy generoso y amable, como maestro informal de todos sus amigos y lectores y como uno de los mejores ensayistas dedicados a resolver quiénes somos, en qué país vivimos y qué tan indispensable es el contacto cercano con la literatura y las artes. Sería imposible despedirse de usted, Federico. Mejor le damos las gracias y nos imaginamos que sigue leyendo, escribiendo y saludando a todos por aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario