domingo, 11 de mayo de 2014

El cubano Leonardo Padura, entre el policial y la novela histórica, vive de lo que escribe y vive para escribir

 
 
Por: Mónica Maristain
 
Para el cubano Leonardo Padura (La Habana, 1955), la escritura constituye su forma de vida esencial y tanto en la literatura como en el periodismo, el aclamado autor de Herejes y El hombre que amaba los perros, ha encontrado el sentido de su existencia.
 
“Vivo de lo que escribo y vivo para escribir”, ha dicho en diversas entrevistas llevadas a cabo en los últimos días, entre otras cosas para pedir su opinión en torno al reciente Premio de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza que ha obtenido con Herejes, incluido en la Colección Andanzas de Editorial Tusquets, una combinación perfecta entre la novela negra y la histórica donde un cuadro de Rembrandt sirve de pretexto para recrear “con virtuosismo” la Alemania del siglo XVII.
 
El próximo 28 de mayo, Padura recibirá el premio dotado con 20 mil euros y una escultura de bronce realizada por el aragonés José Miguel Fuertes en el salón de sesiones del Ayuntamiento de Zaragoza.
“Estoy muy feliz, cualquier reconocimiento a una obra que uno ha escrito, que ha trabajado, con la que ha lidiado durante cuatro años, es algo muy gratificante para un escritor”, aseguró Padura a Efe en Buenos Aires, donde participó en la Feria del Libro.
 
El autor reconoció estar “un poco sorprendido” con el galardón, porque Herejes es una novela “que no es ni histórica ni policíaca, aunque a la vez es ambas cosas. Trata de romper con los códigos habituales de los dos géneros y trasciende lo que actualmente se conoce como novela histórica o policíaca”, remarcó.
 
En 1939, el S.S. Saint Louis, en el que viajaban 900 judíos que habían logrado huir de Alemania, pasó días fondeado frente a La Habana en espera de que se autorizara el desembarco de los refugiados.
 
El niño Daniel Kaminsky y su tío aguardaron en el muelle a que descendieran sus familiares, confiados en que éstos utilizarían ante los funcionarios el tesoro que portaban a escondidas: un pequeño lienzo de Rembrandt que pertenecía a los Kaminsky desde el siglo XVII.
 
El plan fracasó y el barco regresó a Alemania.
 
En 2007, cuando ese lienzo se subastó en Londres, el hijo de Daniel, Elías, viaja desde Estados Unidos a La Habana para aclarar qué sucedió con el cuadro y con su familia. Sólo alguien como el investigador Mario Conde podrá ayudarlo.
 
Elías averigua que a Daniel lo atormentaba un crimen y que ese cuadro, una imagen de Cristo, tuvo como modelo a otro judío, que quiso trabajar en el taller de Rembrandt y aprender a pintar con el maestro.
 
 
Foto: Especial
Foto: Especial
 
Ganador en 2012 del Premio Nacional de Literatura de Cuba, el Café Gijón 1995, el Hammett 1997, 1998 y 2005, el de las Islas 2000 y el Brigada 21, Leonardo Padura también es autor de La novela de mi vida y El hombre que amaba a los perros, una reconstrucción de las vidas de León Trotsky y su asesino, Ramón Mercader.
 
ES TAMBIÉN PERIODISTA
 
Además de la literatura, Padura ha cultivado con verdadera pasión el periodismo, aun cuando está convencido de que se trata de un oficio sometido a los arbitrios del tiempo.
 
Trabajó como guionista  y crítico, hasta lograr el reconocimiento internacional con la serie de novelas policíacas protagonizadas por el detective Mario Conde: Pasado perfecto, Vientos de cuaresma, Máscaras, Paisaje de otoño, La neblina del ayer, La cola de la serpiente y Adiós, Hemingway, traducidas a varios idiomas.
 
Con su mujer, la cineasta Lucía López Coll, trabaja actualmente para llevar a la gran pantalla al detective Mario Conde, el protagonista de sus novelas que le dio el éxito internacional.
 
En Buenos Aires presentó una reedición de su libro de reportajes El viaje más largo, “que ha sobrevivido al paso del tiempo, que como sabemos erosiona mucho su validez y estos trabajos, más de 20 e incluso 30 años después de escribirlos todavía se publican, se leen y se editan en forma de libro”, dijo el escritor a efe.
 
“Cuba tiene un problema grave con respecto al ejercicio del periodismo. La prensa oficial pertenece al Estado y fundamentalmente refleja los intereses del Estado”, afirma Padura, quien destaca el papel que juegan las nuevas tecnologías en los avances logrados con respecto a la libertad de prensa en la isla.
 
“Gracias a ellas, han empezado a aparecer en los últimos años como grietas por las que se han ido colando algunos periodistas más o menos experimentados, más o menos capaces, que han practicado un periodismo al margen de los medios oficiales”, señala.
 
Su caso, dice, es “un poco singular”, porque “no estoy ni en un grupo (el de la prensa oficial) ni en el otro”.
 
“Soy colaborador habitual de agencias de prensa y de periódicos internacionales. No escribo para periódicos cubanos ni lo hago desde una actitud de abierta disidencia, pero hago un periodismo que casi nunca se reproduce en Cuba. Mis lectores llegan a él por caminos bastante tortuosos y muy alternativos”, explica.
 
UN ESCRITOR CON POCA IMAGINACIÓN
 
“Soy un escritor con muy poca imaginación, me hacen falta hechos, certidumbres reales para poder crear una historia”, dijo recientemente Padura en diálogo con la agencia dpa.
 
Como sea, su caso es singular. Se trata de un escritor bastante crítico del gobierno cubano, pese a lo cual es muy leído en su país de origen, donde ha llegado a recibir como dijimos el Premio Nacional de Literatura.
 
Flamante Premio Ciudad de Zaragoza por "Herejes". Foto: EFE
Flamante Premio Ciudad de Zaragoza por “Herejes”. Foto:
EFE
 
No hace de la disidencia una bandera y, por el contrario, vive y muy bien en su Cuba natal, un sitio que le sirve para desarrollar su oficio.
 
“La diferencia entre un jugador de béisbol, un médico y mi hermano, que diseña interiores (y vive en Miami) y un escritor es que ellos pueden hacer su trabajo en cualquier parte del mundo y el escritor no. Yo pertenezco a una cultura”, dijo a dpa.
 
Si le falta, como dice, imaginación, le sobra nostalgia, tal como ha confesado recientemente a la periodista argentina Silvina Friera para el periódico Página 12.
 
“Soy bastante nostálgico. Existe un elemento biológico y espiritual que es muy importante: en la medida en que va pasando el tiempo, uno va sintiendo nostalgia por la persona que fue y ya no volverá a ser”, dijo Padura.
 
Con información de agencias

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