miércoles, 21 de mayo de 2014

"Éramos el público de nosotros mismos": el escultor, pintor y maestro Manuel Felguérez


Por: Sonia Sierra
 
De una manera natural, éramos el público de nosotros mismos”, cuenta el escultor, pintor y maestro Manuel Felguérez, al evocar a la generación de artistas de la que forma parte, una generación abierta, integrada por representantes de muy diversas disciplinas, desde teatreros, como Juan José Gurrola y Alejandro Jodorowsky, pasando por escritores como Juan García Ponce y Salvador Elizondo, hasta artistas como Vicente Rojo y Alberto Gironella.
 
De esa generación habla la muestra Desafío a la estabilidad que exhibe en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, entre otras obras, el Mural de Hierro, que Felguérez inauguró en el Cine Diana el 19 de enero de 1962.
 
Es en el contexto de esa muestra que hoy a las 18 horas se realizará la ceremonia de entrega del Reconocimiento Universitario a Felguérez, en homenaje a sus aportes a la experimentación artística, su trayectoria como artista y su influencia en el arte mexicano de la segunda mitad del siglo XX.
 
La entrega del Reconocimiento Universitario podría ser también la ocasión para saber si esta obra, que ocupa un muro de más de 30 metros de ancho de la sala nueve, se quedará en la UNAM.
 
“Me han dicho que sí —cuenta Felguérez—, pero todavía no se decide en qué sitio. Es provisional el lugar donde actualmente se exhibe. Parece que va a ser adquirido, no sé si comprado, donado o qué; me da un gusto total porque soy maestro jubilado de la UNAM, con más de 30 años de servicio ahí. Que una obra importante mía se quede en la UNAM es un privilegio. ¡Qué mejor que ahí!”
 
Felguérez recuerda que fue a través del arquitecto que construía el cine Diana como se planeó el mural en 1961: “El problema era que para hacer factible un mural de ese tamaño, no había que hacer un presupuesto que no se pudiera cumplir; en gran parte el uso de la chatarra fue con esa intención: poder llenar 30 metros de largo por seis de alto, con un material que no implicara un costo”.
 
Fue muy polémico por distintas razones; así lo cuenta su autor: “No fue el primer mural que hice, pero sí fue el que más ruido armó. Durante los años 50, cuando se hablaba de muralismo, era del Muralismo mexicano, con su temática nacionalista, educativa, figurativa, realista, y este mural vino a romper con una tradición de muchos años; es el primer mural que es un poco irreverente. Todos los murales estaban en edificios públicos y ese fue el primero que aparecía, ¡para colmo!, en un cine. Ahí se rompía con una tradición. A muchos les pareció un sacrilegio, mientras que para jóvenes, escritores, músicos y los que empezábamos, era un poco emblemático de nuestra actitud hacia la Modernidad”.
 
La pieza fue polémica además porque en su inauguración, que congregó a más de mil personas, según recuerda el propio artista, tuvo lugar un performance de Jodorowsky.
 
La obra durante medio siglo estuvo en el lobby, sin embargo, la redistribución de las salas limitó su visión. “A través de los años —cuenta Felguérez— cuando le quitaron el espacio, lo llenaron de dulcerías y letreros; vivió, tuvo su gran momento, fue decayendo hasta una situación lamentable porque no había ni de dónde verlo. Aquí (en el MUAC), vuelve a lucir como el primer día, es como una resurrección”.
 
“El proceso de traslado fue muy largo —explica una de las curadoras de la muestra, Pilar García—. Cuando dijimos ‘¿qué pieza es importante tener en la exposición?’ pensamos en la del cine Diana. Contactamos a la familia (dueña del Cine), vimos la posibilidad de sacar el mural; con trabajo y muchas gestiones, lo logramos. Ha sido un gran rescate. Como el cine seguía con funciones, tuvimos que trabajar en las madrugadas para desmontar el mural que estaba anclado al muro. Hubo que darle mantenimiento, aunque no estaba en pésimas condiciones. La pieza es el ejemplo idóneo para mostrar el modelo de colaboraciones en los 50 y 60, que es punto clave en la exposición”.
 
La obra es muy representativa en la muestra. Para García “también es importante porque por un lado marca una continuidad y un alejamiento de lo que era el Muralismo. Se seguía llamando mural y eso nos acerca a las décadas anteriores, pero por otra parte, rompía con los materiales que se usaban. Felguérez empieza a usar la chatarra, que viene un poco del arte povera, de las vanguardias, pero también rompe con la narrativa”.
 
Amigos y compañeros
 
¿Cómo eran esas colaboraciones de entonces? Felguérez relata que esa generación fue “muy, muy multidisciplinaria”, que eran relativamente pocos, pero eso sí: todos eran muy amigos: “Nuestra relación fue muy, muy íntima. Y claro, si de repente un escritor sacaba su nuevo libro, te pedía que le hicieras viñetas; y cuando hacías una exposición, le pedías que hiciera un artículo, y los de teatro y danza te pedían una escenografía, y los de música, que colaboraras para la revista. O cualquier novela que salía, ‘que ya salió Pedro Páramo, que ya salió La región más transparente’, o los jóvenes como Juan García Ponce, o Salvador Elizondo. Éramos los primeros que los leíamos y ellos eran los primeros en ir a nuestras exposiciones, y así pasaba con todas las demás disciplinas”.
 
Nacido en Zacatecas en 1928, Manuel Felguérez desde muy temprano tuvo claro que lo suyo no era continuar con las temáticas y propuestas de la Escuela Mexicana de Pintura, por ello sólo estudió unos meses en la Academia de San Carlos; más bien, estuvo en distintos periodos en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado, “La Esmeralda”, en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, y en varias academias francesas.
 
Es reconocido como uno de los pioneros en el arte abstracto e integrante de la llamada generación de la Ruptura.
 
En cuanto al arte, que rompió con la Escuela Mexicana de Pintura señala: “En esa época fue cuando empezó a tomar auge el arte abstracto en México. Éramos ya varios pintores los que estábamos dentro de esa corriente, y en este caso no era nada más la no figuración sino el intento de hacer arte a base del espíritu y de la materia, y del color y de la composición, y de la imaginación, y no de una temática nacionalista. Entonces, claro, todos esos requisitos contrarios a lo que se usaban eran lo que llamaba mucho la atención”.
 
Desde 1967, el artista inició otra faceta central de su obra: la enseñanza, tanto en instituciones mexicanas como del extranjero. Felguérez ha sido reconocido como el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes, (1988). Desde 1997 buena parte de sus obras se guardan en el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez, en su estado natal.
 
Hoy, el artista vive en el Distrito Federal, aunque con frecuencia viaja a Zacatecas por las actividades del Museo y porque ahí tiene un taller de grabado donde hace litografías; viaja también a su casa en Puerto Vallarta, donde hay otro estudio, y cuenta con uno más en la ciudad de Nueva York.
 
“Me paso la vida en distintos sitios, produzco obra en todos lados, sigo pintando, sigo haciendo escultura, sigo aceptando proyectos, sigo con esculturas monumentales, en fin: todo, como si nada”. Montar una exposición con nuevas obras, dice el artista, es algo que hace cada dos años aproximadamente; pero normalmente tiene exposiciones itinerantes, por ejemplo, en fechas recientes sus obras se vieron en España, Polonia, Cuba, y en ciudades mexicanas.
 
A sus 85 años, Felguérez es un convencido de que experimentar es lo que siempre le dará sentido al arte: “Creo que el arte es creación, invención. Para crear, para inventar, tienes que experimentar. El arte que se repite no es arte, puede ser artesanía, pero no es arte. El arte tiene que ser invención, cada vez tiene que aportar algo nuevo y para eso no queda de otra que estar experimentando con materiales, con la forma, con la composición. En especial, mi voluntad de constante cambio y experimentación la he demostrado durante 60 años”.
 
La entrega del Reconocimiento Universitario se realizará hoy a las 18 horas en el auditorio del MUAC, en el Centro Cultural Universitario, ubicado en Insurgentes Sur 3000.

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