sábado, 14 de junio de 2014

Casi 80% de aspirantes a La Esmeralda son rechazados




  
México no cuenta con una política educativa para formar ciudadanos creativos y críticos, y tampoco tiene la capacidad para absorber en su campo productivo a los jóvenes artistas que cada año luchan por alejarse de la sumisión a la que el sistema los empuja, consideran diversos especialistas.
 
Para muestra, basta conocer lo que ocurre en las principales escuelas de arte del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), donde anualmente, durante el periodo de inscripciones a nuevo ingreso, se evidencia la triste realidad nacional: cientos de muchachos rechazados, pues la demanda por lugares supera la capacidad de los recintos.

En la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, durante el primer día de su proceso de admisión, en apenas hora y media, se agotaron las 920 fichas para tener oportunidad de presentar los exámenes para cursar la licenciatura de artes plásticas y visuales.

Hubo quienes ni siquiera consiguieron un espacio para competir por un lugar. Ya volverán el próximo año, o el siguiente. Hay aspirantes que van en su octavo intento.

Con todo y la oración a San Lucas Evangelista, patrono de médicos, pintores y retratistas (ilumina nuestro camino para sortear cada prueba en este tránsito que concluye con la admisión a esta tu casa, la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda), escrita en una estampita que les reparten los que ya son alumnos, casi 80 por ciento no conseguirá quedarse.

Es terrible que muchos chavos que tienen varios años tratando de ingresar ni siquiera tengan la oportunidad de presentar los exámenes, reconoce Carla Rippey (Kansas, Estados Unidos, 1950), directora de la institución.

El asunto es delicado, detalla en entrevista con La Jornada, pues para que el plantel, ubicado en el Centro Nacional de las Artes (Cenart), pudiera, al menos, doblar el número de alumnos de nuevo ingreso tendría que haber, para empezar, más maestros.

Con el mismo plantel y organizándonos bien, con turnos matutino y vespertino, podríamos atender a más alumnos, la bronca es que no tenemos los docentes para hacerlo, añade.

La mayor parte de nuestros profesores no son de tiempo completo, y desde hace muchos años el INBA dice que tiene muchísimo dinero invertido en sueldos y no quiere dar más. Es una bronca del sector educativo a escala nacional; en ningún momento en México se ha privilegiado la educación artística, bueno, quizás en la época de José Vasconcelos sí, señala la también artista con un dejo de ironía.

Ahora, insiste, “tenemos una situación administrativa complicada en La Esmeralda, porque interviene el INBA, pero además el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), y además la Secretaría de Educación Pública (SEP), la cual trata de aplicar el mismo criterio que en educación básica a la educación del arte a nivel superior.

En vez de que el INBA y el Conaculta suelten el dinero para sus escuelas, como hacían antes, hoy todo se tiene que justificar ante la SEP. Eso obstaculiza la educación artística. Además, este año en particular, hay cambios en el sistema con la reforma fiscal, sin contar con las deudas del sector cultura derivadas del sexenio pasado. En el presupuesto de este año ya está todo gastado antes de empezar. Ello hace que financieramente exista mucha presión sobre las escuelas, lo que nos deja la opción de gestionar recursos por fuera, quizás en parte sea positivo.

Para hacer arte, además se necesita espacio, continúa la directora, quien considera que para que los alumnos aprovechen la enseñanza en talleres, en estos no deben trabajar más de 10 personas a la vez.
Pasa el tiempo y no hay respuesta.
 
Pero La Esmeralda, que el año pasado celebró su 70 aniversario, batalla desde su instalación en el Cenart (en 1994) con el problema de lo poco adecuado que son algunos de los espacios diseñados por el arquitecto Ricardo Legorreta (1931-2011). Hay salones para clases de dibujo con cero iluminación natural o para grabado y técnicas que manejan sustancias que producen gases tóxicos con poca ventilación.
 
Pasan los años y nadie en el INBA ha respondido de manera concreta las peticiones de varios de los directores de La Esmeralda por remodelar la escuela, (La Jornada, 30 de mayo de 2013).

No obstante, Rippey insistirá en los próximos meses para que se considere un proyecto de ampliación.

La escuela, una de las más tradicionales en la enseñanza del arte en México, fue concebida hace siete décadas para admitir a todo aquel interesado en aprender pintura, escultura y grabado. Principalmente, se quería formar a los hijos de las clases trabajadoras. Todavía a mediados de los años 80 había hasta cuatro grupos de primer ingreso con 120 alumnos cada uno. La situación cambió radicalmente cuando La Esmeralda llegó al Cenart.
 
La sociedad, en su campo productivo, no puede absorber a tanto artista, reconoce Rippey, es obvio que de los 100 alumnos que ingresan no obtendremos 100 artistas por generación, pero sí hacemos una aportación muy grande: cada año damos a la sociedad esa cantidad de personas educadas en el pensamiento creativo.

Estudiar en La Esmeralda, fundada en 1943 por el pintor y escenógrafo Antonio Ruiz El Corcito (1892-1964), es un súper privilegio, resalta la directora de la escuela, pues es prácticamente gratuita: En el mundo es muy difícil encontrar escuelas de arte a este nivel, y gratis, además, abierta a personas de cualquier estatus económico. Han ingresado jóvenes indígenas de Guerrero, de Oaxaca, vienen muchachos de Nezahualcóyotl. Para todos el trato es el mismo. Es una gran oportunidad. Por eso, este año cambiamos el proceso de admisión, para que sea cada vez más parejo.

Rippey, quien se ha destacado principalmente como artista gráfica, reside en México desde los años 70 y ha sido maestra en La Esmeralda más de una década; en noviembre pasado fue elegida directora.
Explica que para 2015 propondrá que, aun cuando se terminen las fichas asignadas, se siga registrando a los interesados en presentar el examen de admisión, primero, para saber cuántos quieren y no pudieron conseguir lugar para los exámenes, y luego, si es posible, si no es un número demasiado exagerado, para darles prioridad para el siguiente año.

La estampita de San Lucas, que los aspirantes a nuevo ingreso aprisionan en sus manos, fue diseñada dentro de la clase del maestro Edgardo Ganado Kim, a manera de bienvenida lúdica. No está de más, dicen algunos recién llegados, memorizar partes de la oración: ¡Ooooooh, San Lucas! ¡Danos vocación! Bendice nuestras manos y mentes para que lleguemos a realizar obras de gran maestría.

Antes de iniciar las evaluaciones, los jóvenes aspirantes reciben una plática impartida por Rippey y varios profesores, “para darles una idea de qué pueden esperar de la escuela y qué esperamos de ellos. También para que sepan que entrar a la escuela no garantiza que sean artistas, pero no entrar tampoco los excluye del arte.

“Lo más importante, les decimos, es la iniciativa que cada uno tome en su vida para abordar el camino del arte. Si bien la escuela puede ofrecer muchas cosas, en este mundo de Internet y acceso a la información, también mucho se puede hacer sin la escuela.

La Esmeralda puede ser una introducción al mundo del arte, donde además de aprender técnicas, tienen una interrelación con otras disciplinas, conocen lo nuevo y aprenden algo sobre su propio camino, los guiamos en eso. También quisiera que aprendieran una forma de abordar el mundo con imaginación. Como dice el maestro Luis Camnitzer: lo fundamental en la educación del arte es aprender a abordar todo con imaginación en vez de sumisión, si podemos enseñarles a pensar creativamente hacia lo que es la vida, la sociedad y su relación con el mundo, ya logramos algo. Desde la llegada de Rippey a la dirección de La Esmeralda, al concluir su periodo Eloy Tarcisio, se ha planteado establecer una dinámica de comunidad en la escuela, algo que se había perdido.

Se motiva a los jóvenes a que participen en consejos estudiantiles y en lo académico; además, la directora está revisando programas de estudios en conjunto con los maestros, para revertir la tendencia de los docentes de no participar en ello.

–¿Qué recomienda a los más de 800 jóvenes que quieren ser artistas visuales y que este año no tendrán un lugar en La Esmeralda?

–Que piensen que el ser artista es una iniciativa personal. Si bien es más fácil vincularse al mundo del arte a través de la escuela, es más difícil ahora que hace 30 años, debido al proceso de profesionalización del arte, pero se pueden buscar otros espacios dónde aprender. En La Esmeralda trataremos de abrir cursos libres los fines de semana, además de los que ya ofrecemos en verano.

También pueden ir a las Fábricas de Artes y Oficios (Faros) del Gobierno del Distrito Federal, que vayan a trabajar a esos talleres, tiene clases súper profesionales. Son lugares excelentes para empezar a desarrollar sus proyectos, concluye Rippey, mientras en los pasillos de la escuela, las jóvenes promesas del arte siguen repasando su oración a San Lucas: Líbranos de los falsos teóricos y aléjanos de los curadores malintencionados. En caso de que mis peticiones sean concedidas, prometo arrodillarme ante tu imagen, procurar tu altar y ocuparme de la celebración en tu honor el año siguiente. Amén.
 
 

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