sábado, 7 de junio de 2014

¿Es difícil la danza?

Día 4: ¿Es difícil la danza?
 
¿Qué es lo que hace que una danza sea difícil?, ¿por qué en ocasiones nos puede parecer ininteligible? Muchas personas no se acercan a la danza pues “no le entienden”. Ciertamente los creadores han contribuido en parte a esta idea general que aleja público de las salas; sin embargo, aquí otra pregunta es, ¿necesariamente hay que “entender” algo? Como públicos estamos formados y acostumbrados a que nos cuenten historias, a un proceso que pasa con nuestra cabeza y que se bifurca al cuerpo y a los sentimientos. Sabemos qué pasa, cuál es el conflicto, el drama.
 
En la danza, pensamos en movimientos “bellos”, cargadas, virtuosismo, historias más lineales que juegan con el teatro. No necesariamente tiene que ser así: la capacidad de expresar con el cuerpo es tan amplia y rica como creadores existen. Por ello, como público tendríamos que acercarnos al teatro con esa apertura de sentir. Por ahí dicen que la danza se siente con el cuerpo, no con la cabeza; que al sentarte en una butaca estás entregando tu cuerpo al bailarín, es decir, la conexión es cuerpo-cuerpo.
 
Todos nos movemos, todos tenemos frases de movimiento, cada persona tiene una forma de caminar, por ejemplo. En ese sentido, no estamos alejados de la danza, pues nacimos con ella; así como hablamos o respiramos sin conciencia de ello, nos movemos. Entonces todos tenemos las claves para acceder a cualquier propuesta escénica. Sin miedo ni prejuicios. Eso no significa que todo nos tiene que gustar, pero quizá nos dé más elementos para valorar, pero sobre todo de disfrutar la danza.
 
Esta es una opinión construida en colectivo, como consecuencia de las propuestas que se presentaron ayer en el Encuentro de danza Entre Fronteras: Elizabeth Osuna y K&C Kekäläinen & Company de Finlandia, en una charla nocturna y constructiva con Alejandra Mancilla y Misha Herrera (de la Escuela de formación actoral Scénica), Fa Afiune, todos banda Cafeína (radio UABC 7-9 am) y Esa Martínez.
 
Elizabeth Osuna, profesora de la licenciatura en danza y ex integrante de Paralelo 32, uno de los grupos más representativos de Mexicali desafortunadamente desintegrado, pero que sentó fuerte bases para el crecimiento de una comunidad en expansión, presentó Un lapso, un paréntesis, propuesta sencilla que fue justo es: un paréntesis.
 

La compañía finlandesa, K&C Kekäläinen & Company, presentó Queer elegies, una obra honesta, una exploración de la identidad del ser hombre/mujer/ser humano.
 
Un cuerpo desnudo en su totalidad desprovisto de sexualidad, de erotismo. Sanna Kekäläinen borra los límites de la identidad, se androgeneiza, ya sea con vestuario, con texto o movimiento.
 
La propuesta no está en un concepto clásico de danza pues entra en terrenos teatrales, poéticos, performáticos y dancísticos. Una mujer desnuda hablando acerca de la destrucción de la identidad, contando sueños y procesos creativos bien puede ser trasgresor y molesto. Más si no se mueve; sin embargo, es lo que busca a donde nos quiere llevar en un estructura texto-baile indisociados. Un monólogo de la finlandesa era seguido por secuencias de movimiento. En el escenario dos pinos y una silla blanca. No bastó más. El cuerpo expuesto, entregado, era el centro y fin de la obra. Desnudez de alma, de intención.
 
Si bien resultó pesado o chocante para algunas personas en el foro al grado de salirse, también fue aplaudida de pie por varias personas, lo que dice mucho de lo que vimos. Fue una obra con varias capas de significado y que nos dio para una larga charla en la mesa. Eso es buen augurio. Permitió ampliar el espectro de lo que se puede hacer en la danza, que los estudiantes encuentren variantes en las formas de abordar temas, explorar con el cuerpo y mostrar sensibilidades. Pues es importante que los programadores de festivales equilibren y no caigan sólo en obras que buscan o arrancan el aplauso fácil. Esta obra claramente no es de esas.
 


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