Por Juan Hernández
La compañía Barro Rojo Arte Escénico, dirigida por Laura Rocha, cumple 32 años de vida en la escena con madurez y estabilidad. Luego de formar a varias generaciones de bailarines, la agrupación se ha abocado a la profesionalización de nuevos coreógrafos, a quienes les brinda las herramientas para la realización de obras, a través de un proceso riguroso de conceptualización y búsqueda del lenguaje específico para cada pieza.
Los coreógrafos que recibieron el apoyo de la compañía son: Miguel Gamero, quien hizo la obra Juramento; Julio Hernández, autor de Entre muros; Lorena López Aguado, creadora de Día D, y Jesús Chacón, quien realizó Luz de luna.
De esta manera la compañía cumple con una de sus tareas fundamentales, que es crear nuevos cuadros para el futuro de la danza contemporánea mexicana. Los coreógrafos elegidos en esta ocasión llevan al menos cinco años dentro de la agrupación y se ciñeron a los lineamientos que la dirección Barro Rojo impuso para garantizar un resultado profesional.
En entrevista para Antídoto la directora Laura Rocha comentó que impulsar a nuevos coreógrafos es un deber y un compromiso con la danza. “Nosotros nos hemos podido desarrollar en diferentes aspectos y creemos que es necesario trasmitir nuestra experiencia y dar herramientas a los jóvenes, quienes son el futuro de esta disciplina artística”, comentó.
Se tomó en cuenta que los coreógrafos apoyados compartieran la mística y el compromiso que se han mantenido en Barro Rojo durante 32 años y que sus obras aportaran nuevas miradas al quehacer de la compañía, “con la idea de seguir fomentando y cultivando esta profesión”.
–¿Cómo fue el proceso de creación que llevaron a cabo los nuevos coreógrafos?
–Juan Manuel Cano dio un taller en el que se puso énfasis en preguntas fundamentales: ¿Qué quieres decir? ¿Cómo quieres decirlo? ¿Con qué elementos vas a decirlo? Se hicieron análisis de algunos textos, además de que Francisco Illescas y yo les trasmitimos, de manera testimonial, nuestra metodología de creación. A cada uno de los coreógrafos se le pidió que entregaran un proyecto en donde plasmaran sus ideas. Ése fue el punto de partida. Para nosotros era muy importante que ellos hicieran algo que tuviera que ver con sus preocupaciones personales, que se plantearan el cuestionamiento: ¿qué es lo que yo, en este lugar, en este momento, tengo que decir?
Toda la primera parte —añade Rocha— fue teórica. La idea es que entendieran de qué se trata el fenómeno creativo, cómo se teje. Que la música y la iluminación tuviera que ver con el concepto, por ejemplo; o qué tipo de escenografía necesitaban para decir lo que habían planteado. Sus propuestas las iban entregando por escrito.
El siguiente paso fue entrar al trabajo práctico —anota— en el que tenían que dar la clase, para que fueran definiendo el lenguaje que iban a utilizar, es decir, qué elementos a nivel de movimiento les iba a significar de acuerdo al tema elegido. Esta parte fue muy rica porque pudimos ver la esencia de nuestra propuesta metodológica pero recreada por la mirada de los jóvenes creadores. Y ahí entrábamos otra vez Francisco y yo, con comentarios sobre la estructura, los movimientos y otros aspectos del trabajo académico, de formación. Buscando la retroalimentación inmediata.
La última parte del proceso —señala— fue el montaje. Veíamos las escenas y les dábamos nuestra opinión sobre algunos aspectos creativos en relación con el manejo del espacio, estructura de las obras; sobre todo cuando no veíamos en escena lo que en el papel nos habían manifestado.
–¿El apoyo a jóvenes coreógrafos es parte de la vocación de Barro Rojo?
–Sí. En realidad es un proyecto que desde hace mucho iniciamos. Tratamos de rescatar las propuestas de los jóvenes integrantes de la compañía. Lo hicimos con Sergio Anselmo –quien ya no forma parte de la agrupación–, y con Felipe Landa. Sin embargo creo que en esta emisión hemos tenido más aciertos, gracias a las experiencias anteriores. Como que ahora estuvo todo más aterrizado, más claro, más sistematizado. Para mí era importante que Barro se nutriera con estos trabajos, tener esta mirada de los jóvenes, a quienes les pedimos honestidad y ser reflexivos.
–¿Las obras creadas se sumarán al repertorio de Barro Rojo Arte Escénico?
–A mí me gustan las cuatro obras, pero quisiera seguirlas manejando como un programa (Perspectivas tres). Hacer una coreografía no es cualquier cosa y no queremos que ellos piensen que su primera obra es su mejor trabajo. Siempre deben pensar que lo que viene es mejor. El hecho de que estas obras hayan cumplido con los objetivos planteados no quiere decir que van a quedarse en el repertorio. Les hemos hecho notar que eso se gana, que la permanencia tiene que ver con la constancia y el rigor artístico.
–¿Cómo llega Barro Rojo a sus 32 años de vida?
–Con madurez. Contamos otra vez con Francisco Illescas como coreógrafo y docente de la compañía y con Juan Manuel Cano compartiendo nuestra propuesta. Sí, es ya otro momento el que estamos viviendo y tenemos claro que es necesario preparar gente que le dé continuidad a este proyecto. Arturo Garrido –fundador de la compañía Barro Rojo en 1982– decía: “No importa quien esté al frente, lo importante es el proyecto artístico”. Y tenía razón, pero hay que prepararse para eso.
Otra iniciativa que estamos iniciando, nuevamente, es el proyecto del elenco “B”, que hemos estado perfeccionando. Queríamos hacer la escuela, pero nos dimos cuenta que no tenemos la infraestructura para ello; así que nos decidimos por la formación de nuevos bailarines a corto plazo. Y nos da gusto que nos lleguen jóvenes de la Academia de la Danza Mexicana, de la Nellie Campobello y de la escuela de Contempodanza, que aún siguen en esas escuelas pero que vienen a buscar la experiencia escénica con nosotros. Lo más importante de estos procesos es que lo que nos convoque sea la danza –concluyó–.
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