viernes, 12 de diciembre de 2014

La obra de Carlos Mérida, entre la destrucción y el olvido


Foto: Edward Weston
Por: Leticia Sánchez Medel
 
A tres décadas del fallecimiento del artista Carlos Mérida, los investigadores y su familia reconocieron que parte de su obra se encuentra perdida.
 
 
Luego de hacer un recuento de las aportaciones de Mérida al movimiento muralista mexicano y al arte universal, la arquitecta Louise Noelle Gras lamentó que “la obra de Mérida se haya perdido a consecuencia de los sismos de 1985, ya que algunos de los edificios donde plasmó sus murales fueron demolidos. Sin embargo, otra parte de su producción desapareció simple y sencillamente por descuido o por falta de atención e interés”.
 
 
Incluso su nieta, María Cristina Navas y Mérida, reconoció que no hay un catálogo razonado de su obra, si acaso existen algunos libros o catálogos que dan cuenta de parte de su producción, pero no una versión más completa que permita un panorama total de su obra.
 
 
“Mi lucha por promover su obra y por posicionarlo en el lugar que debe de estar, viene desde que empecé a tener uso de razón de lo que significó la labor de mi abuelo en el mundo del arte: inició cuando montamos una galería para manejar su obra, y puedo comentar que la gente que lo estudia difícilmente termina, por su innumerable obra. “Es de los pintores que hizo más pintura mural en México y en Guatemala, donde no hay un edificio que no tenga un mural de Carlos Mérida”, indicó en entrevista.
 
 
Las reflexiones se dieron durante una ceremonia conmemorativa por el 30 aniversario del artista de origen guatemalteco, organizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) en la sala Manuel M. Ponce del Palacio de Mármol.
 
 
Carlos Mérida nació en Guatemala en 1891 y llegó a México, en 1919, para quedarse. Aquí realizó la mayor parte de su obra, y con su visión abstracta y geométrica enriqueció al muralismo mexicano. Su máxima aportación fue el arte fusión, es decir, la pintura fundida en la arquitectura.
 
 
De ahí el llamado de Louise Noelle Gras a que el Palacio de Bellas Artes, donde se exhibe la pintura de los tres grandes muralistas, adquiera obra mural de Carlos Mérida, quien también hizo grandes aportaciones a este movimiento, en una etapa denominada como la del renacimiento muralístico.
 
 
Lamentó que a pesar de que ha hablado con presidentes y funcionarios para poner a Mérida —quien murió a los 93 años a consecuencia de una embolia— en el lugar que se merece como un artista visionario y universal, sus esfuerzos han sido en vano.
 
 
La buena noticia de la noche fue que el telón-mural Los bailarines, que realizó Mérida para el cine Manacar, y que algunos creían perdido, se encuentra en estos momentos en el Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble (Cencropam), según aclaró Magdalena Zavala, titular de la Coordinación Nacional de Artes Visuales del INBA.
 
 
Integración plástica
 
 
Louise Noelle Gras se refirió a las aportaciones que realizó Mérida a la tendencia artística llamada “integración plástica”. El concepto de integración plástica se reflejó al pintar varios de los muros del hoy desaparecido Multifamiliar Juárez, donde trabajó de manera conjunta con el arquitecto Mario Pani.
 
 
“Él decía que la pintura en su estado actual se encontraba en un callejón sin salida, y que seguirá teniendo vida precaria mientras no se volviera a su función natural. Sostenía que la pintura de caballete era cosa del pasado, arte para minorías; mientras que la pintura funcional era el arte para mayorías, por eso creía que la pintura había que fundirla en el cuerpo arquitectónico y no tenerla como mera ornamentación”.
 
 
Recordó que Mérida compartió con los muralistas su preocupación de realizar una obra eminentemente nacional que expresara los valores autóctonos, tanto en su aspecto como en su espíritu, una búsqueda y adecuada realización técnica, la correcta colocación y proporción del mural respecto al espacio arquitectónico y aquí es donde él va tomando una autonomía muy particular.  
 
 
La danza como fascinación
 
 
Luego de que la familia de Carlos Mérida donara su archivo al Museo Nacional de Arte Moderno, es que los estudiosos como Leticia Torres Hernández han podido acceder a su obra.
 
 
La investigadora destacó que, por su propuesta estética, Mérida se distanció del arte oficial; incluso, “como señala Carlos Monsiváis, se abrió puertas en otros países: entre 1928 y 1948 expuso 44 veces en Estados Unidos y tan solo 18 en México”.
 
 
No se alejó completamente del país puesto que se sentía unido a la cultura, a la música y a la plástica: su hija fue la gran bailarina Ana Mérida. Fascinado por la danza, Mérida fue nombrado en 1932 director de la Escuela de Danza de la Secretaría de Educación Pública (SEP).
 
 
Su gestión, comenta Torres Hernández, es tema aparte por sus valiosas aportaciones, ya que realizó escenografías, diseñó vestuarios, escribió sobre tendencias coreográficas y publicó investigaciones sobre danzas autóctonas, con todo y sus dibujos.
 

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