A las tres de la tarde del miércoles, tres reconocidos músicos de la escena neoyorquina hacían pruebas de sonido en la plaza principal de San Cristóbal de las Casas. El programa del primer Festival Internacional de Cine decía que el concierto de John Medeski, Billy Martin (ambos del trío Medeski, Martin and Wood) y Todd Clouser ocurriría después de la proyección de la película dirigida por los dos últimos.
Sería el estreno internacional de La música es mi lengua materna, un corto documental que Clouser y Martin realizaron en Chiapas. Ninguno de los dos es cineasta, pero sí amantes de la música tradicional. Con ayuda de un amigo chiapaneco, organizaron un viaje por San Cristóbal, San Juan Chamula y Zinacantán para intercambiar experiencias con músicos autóctonos.
Un traductor de tzotzil que los acompañó en el viaje fue el encargado de explicarle a un laudero, un marimbero y un acordeonista que los estadunidenses sólo querían escuchar su música y sus historias. Los músicos indígenas los recibieron en sus casas y aceptaron la invitación para pasar un rato tocando juntos.
También conocieron a dos bandas de rock cuyos integrantes son jóvenes de origen tzotzil pero que hablan fácilmente el español. Al final visitaron un espacio de experimentación sonora en los Altos de Chiapas -El Ingenio- abierto a todos los interesados en expresarse mediante un instrumento.
"La música es una herramienta muy rápida para traspasar las barreras culturales", dice Clouser, en el buen español que ha aprendido en más de tres años de residencia en el DF. Las giras por ciudades mexicanas con su banda, A love electric, lo han llevado a conocer mejor al país que este originario de Minneapolis decidió adoptar como suyo.
Clouser describe su experiencia con los músicos chiapanecos como un proceso muy honesto y muy humano. Su objetivo, cuenta, no era tanto hacer una película, sino aprender de otras tradiciones musicales y documentar el proceso para seguir recibiendo inspiración de ellas.
Es algo similar a lo que le sucede con sus proyectos de Music mission, un programa que el guitarrista puso en marcha para apoyar a músicos de bajos recursos. No está constituida como una fundación formal. Se trata más bien de un grupo de amigos que ha aportado fondos para que Clouser pueda dar talleres, grabar discos y regalar instrumentos a niños, jóvenes y adultos de sitios como Oaxaca, Perú y la Ciudad de México.
"Me encanta hacerlo porque recibo mucho", dice Clouser, y aclara que no se refiere a incentivos fiscales. "La industria de la música puede convertirte en un cínico y tocar con estas personas me ayuda a recordar la verdadera razón por la que me dedico a la música".
El programa del FIC San Cristóbal decía que la proyección del documental y el concierto posterior serían el miércoles por la noche. Pero un grupo de comerciantes indígenas, del Mercado Popular del Sur, impidió que se realizaran las actividades como estaba planeado. Al final, el concierto se realizó más tarde en el DaDa Club Jazz y la película se proyectó en la tarde de este jueves.
"No entiendo exactamente la situación, pero soy muy respetuoso de esas luchas. Es su derecho y seguramente es más importante que un concierto", opina Clouser. "Nuestra idea con el documental era conectar con la gente de verdad, con sus historias, no queremos tener problemas con ellos sino apoyarlos".
No hay comentarios:
Publicar un comentario