domingo, 8 de febrero de 2015

El bolero en la música bailable V continúa…



Por: ALFONSO HIRAM GARCÍA ACOSTA
 
El Bolero en el Cha Cha Chá
 
Mientras reinaba el mambo como género bailable de la música popular, a principios de los años cincuenta, otra evolución importante se gestaba desde dentro del danzón moderno o de nuevo ritmo que, al surgir en los marcos de su estructura, a la vez que contribuía a su revitalización influía en el desarrollo de su propia forma musical.
 
Se trata de la aparición en el danzón de una nueva sección cantable antes del continuo del montuno, ejecutada por dos o tres cantantes como coro al unísono. Esta innovación, conjuntamente con una manera muy peculiar de rallar rítmicamente el güiro en la ejecución del Montuno danzonero, fue abriendo el camino a un nuevo género que más tarde se denominó Cha cha chá.
 
 
A este tipo de danzones pertenecen “Liceo de Madruga”, Central Constancia”, “Unión Reyes” y “Osiris”, obras del compositor, arreglista y violinista, Enrique Jorrín.  La nueva sección se basaba en una estructura vocal-instrumental con un acompañamiento rítmico-armónico de Montuno, apoyado por la percusión, el piano, el contrabajo y los violines, como una especie de prólogo del Montuno o pre-montuno.
 
 
Los danzones de Jorrín presentan una estructura musical-literaria muy cercana a la del son, con una forma binaria en la cual la primera parte o pre-montuno relata la historia, y la segunda se convierte en Montuno.  De tal manera que cada vez adquiere mayor importancia esta nueva estructura de danzón.
 
 
Con posterioridad, el propio Jorrín compuso otros danzones que fueron el preludio de la nueva forma musical denominada más tarde Cha cha chá. Me refiero a las obras “Unión Cienfueguera” y “Silver Star”, hasta desembocar en “La Engañadora”, en el año de 1951, que aportó a la música popular cubana elementos de otra revolución genérica en la esfera de lo bailable.  Obsérvese que ya en el Montuno del danzón “Silver Star” se va abiertamente a la propuesta del que será el ritmo de moda.  Los danzones de los modelos antes mencionados fueron creando las condiciones para el surgimiento y la definición del nuevo género, Cha cha chá.
 
 
En este nuevo contexto, también el Bolero halló un espacio importante.  Así, el Bolero aprovechó la ebullición que en los años cincuenta causaba el Cha cha chá, logrando una adaptación muy importante que indudablemente influyó en su propia supervivencia como género.
 
 
Se estableció, primero, la práctica de arreglar boleros muy conocidos en ritmo de Cha cha chá. De los interpretados por la Orquesta “América” –que fue la pionera– podemos mencionar “Nunca”, de “Guty” Cárdenas; “Rival” y “Mujer”, ambos de Agustín Lara; “Clara” de Virgilio González.  Por su parte, la Orquesta Aragóncontinuó esa práctica y popularizó en ritmo de Cha cha chá otros Boleros antológicos como “Nosotros” de Pedro Junco; “Noche Azul” de Ernesto Lecuona; “Le Dije a Una Rosa”, de Virgilio González; “Amor de Mis Amores”, de Agustín Lara; “Silencio” y “Cuatro Vidas”, del célebre compositor puertorriqueño Rafael Hernández, y muchas otras obras.
 
 

 
 
También la Orquesta Sensación popularizó boleros conocidos en ritmo de Cha cha chá; son los casos de “Hoja Seca”, de Roque Carbajo; “Salud, Dinero, y Amor” de Zariavela; y “Arráncame la Vida”, de Agustín Lara. Por otra parte, la Orquesta “Riverside”, con su cantante estelar “Tito” Gómez, montó en Cha cha chá el melodioso “Vereda Tropical” de Gonzalo Curiel; “Bajo un Palmar”, de Pedro Flores; “Pobre Luna”, de “Boby” Capó y “Ahora Seremos Felices” de Rafael Hernández.  Esto demuestra el arraigo que tuvo, tanto en las orquestas de tipo charanga como en el Jazz Band, la moda de arreglar boleros muy conocidos en ritmo de Cha cha chá.
 
 
En cuanto a la estructura morfológica de estos boleros adaptados en Cha cha chá, aparecen formas diversas y algunas versiones muy curiosas y particulares como el arreglo de “Nunca” realizado por Jorrín. Otra novedad que introduce Jorrín en esta versión charanguera de “Nunca” es la no-aparición de la flauta en la orquestación, resaltando el papel de los instrumentos de cuerda, la armonización del piano y el discreto fondo rítmico de la percusión.
Esta estructura orquestal permite una tímbrica diferente, y sirve para lograr un contraste mayor entre pieza y pieza ejecutada por la orquesta ya que, al estar la flauta presente en la pieza anterior y reaparecer en la siguiente, el Bolero queda entre las dos como contraste no sólo genérico, sino también tímbrico.
 
Como ha podido observarse en los análisis que hemos presentado, todas estas variantes de fusión del Bolero con el Cha cha chá y el Danzón-Cha contribuyeron a consolidar una vez más la presencia del Bolero en la música bailable en el período de la revolución musical-danzaria producida por el Cha cha chá.

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