domingo, 10 de mayo de 2015

El México de D.H. Lawrence

 
 
Por: Juan Carlos Talavera
 
D. H. Lawrence (1885-1930) sólo fue libre en  América. Así lo confirman los ocho ensayos inéditos en español que recupera, traduce y publica el estudioso y compilador Miguel Angel Martínez-Cabeza en el libro Mañanitas en México y otros ensayos, quien explica a Excélsior que no sólo se trata de sus ensayos más maduros, sino los más literarios y comprometidos con las ideas políticas y sociales del escritor.

 En estos ensayos, Lawren-ce cuenta sus impresiones de México y Estados Unidos, luego de sus visitas a Teoti-huacán, su acercamiento a la cultura azteca, la visión que tuvo del volcán Popocatépetl, así como la admiración por las reservas naturales y el mundo de los apaches en Nuevo México, admiración que resumió en una sola frase: “(América) es un continente extraño… es un continente de colmillos afilados que tiene una serpiente de cascabel enroscada en el corazón”.
 

 Pero no se piense que estos ensayos son piezas aisladas en la obra de Lawrence, reconoce Miguel Ángel Martínez.
 

 “¡No!, todos sus ensayos son una clave para entender su obra literaria y su pensamiento”, pues en éstos defendió valores distintos a los más tradicionales y convencionales de su época en Inglaterra, los cuales no le permitían ser libre en su creatividad artística.
 

 “Además, se trata de ensayos que dan una visión más reflexiva de él, los cuales se detienen en otras sociedades y otras formas de entender la vida”. Pero en el fondo este libro lo que intenta es aportar una visión completa de la obra ensayística de Lawrence y su relación con América.
 

 Los textos abarcan de 1920 a 1928 (dos años antes de su muerte) y en su tiempo fueron celebrados y ávidamente leídos, porque el color de sus líneas era una impresión increíble de un paisaje poco conocido para los ojos europeos, que devoraban aquellos textos impresionistas con detalles increíbles sobre su luz, el ambiente, la libertad del águila y su orgullo, en el telón de una vida sencilla y opuesta a la mecanización y el mercantilismo que siempre criticó de ciudades como Nueva York.
 

 “Es más, él odiaba Nueva York porque representaba todo lo peor de los valores que no quería de Estados Unidos. A él le gustaba Nuevo México porque era lo más distinto a la costa este, con sus grandes rascacielos y la mecanización que siempre le pareció una forma de deshumanizar al hombre”, abunda. Sin embargo, para quienes esperan encontrar aquí un libro de viajes o ensayos etnográficos, el investigador de origen español asegura que no lo son, sino más bien una serie de crónicas o vivencias de otras sociedades. “Es un Lawrence reivindicativo que observa la danza de la serpiente y critica a los turistas porque miran todo superficialmente”, explica.
 

 Pero algo que me gusta resaltar de estos artículos, añade, es que pueden gustar unos más que otros, pero se puede apreciar que, aunque para entonces ya era un escritor consagrado que podía permitirse escribir lo que quisiera. Estas líneas hablan de un escritor muy poco convencional.
 

 El volumen se divide en dos partes. La primera presenta una nueva versión del libro Mornings in México (1927), traducido al español en 1980 por el antropólogo Alberto Cardín; y la publicación de ocho ensayos nunca antes leídos en español. Se trata de: Norteamérica, escucha a los tuyos, Ciertos norteamericanos y un inglés, Los apaches y el inglés, Taos, Au revoir, E.E.U.U., Ver México después, por Luis Q., Europa contra Norteamérica y Nuevo México.

 Serpiente emplumada
 
En uno de sus textos, Lawrence afirma: “Viajar me parece una espléndida lección de desencanto”. Aquí se detiene el traductor y afirma que es una frase que sólo refleja parcialmente su carácter.
 

 “Él era muy pesimista, pero la escritura la devolvía una visión de la realidad casi mejor de la que él experimentaba de primera mano. Cierto, él llegaba a un sitio y miraba todo fatal y desengañado, pero luego la escritura le devolvía una visión de las cosas más equilibrada”.
 

 Por otro lado, Martínez-Cabeza asegura que, aunque para algunos lectores podría ser impensable que D.H. Lawrence sintiera admiración y respeto por el mundo prehispánico y su historia antigua, fue real su asombro de la serpiente emplumada, el mundo ritual azteca y la sonoridad de la palabra Popocatépetl.
 

 “Eso se debió a que él debió alejarse de la tradición judeocristiana, luego de que se exiliara en América, pues Inglaterra no aprobaba que se hubiera unido a Frieda, una mujer casada. Así que él se fue muy dolido de Inglaterra donde algún tiempo fue prohibida su obra”.
 

 A esto se sumó el hecho de que los ingleses lo acusaran de espionaje, pues Frieda era alemana y a menudo se les escuchaba cantar en alemán. Por otro lado, los alemanes lo acusaron de lo mismo, pues aseguraban que era un militar inglés, pese a que su salud jamás le permitió enlistarse en la milicia, apunta.


Esto hizo que la pareja decidiera buscar refugio en Italia. Tiempo después viajaron a Australia y luego a Taos, Nuevo México (EU), invitados por la mecenas Mabel Dodge Luhan, quien les obsequió un rancho, donde olvidaron aquella tradición judeocristiana que los asfixiaba, esa moral estrecha que a su modo de ver no se encontraba en sintonía con los valores alternativos del mundo indígena y precolombino.
 
 
Pese a todo, en Au revoir, E.E.U.U., Lawrence reconoce que, no obstante los ocho años transcurridos, América es un continente extraño con colmillos afilados. ¿Qué significa esto?, se le cuestiona al investigador español.
 
 
“Él hablaba de los colmillos afilados, porque al voltear a Europa miraba los colmillos gastados. Ahí hace una transposición metafórica y, por lo que entiendo, se refiere a la vitalidad y la crudeza de la cultura (azteca), esos valores primitivos no adulterados que le llamaron la atención”.
 
 
Lo cierto es que también le atrajo lo más literal de las culturas indias y prehispánicas, esas imágenes que no se parecían a lo europeo. Él estaba muy impresionado y se detenía en la serpiente emplumada (Quetzalcóatl) y se imaginaba que ésta podría despertar, la miraba con asombro, con esos colmillos que simplificaban la furia y el espíritu salvaje que nunca se debe domesticar. Tiempo después Lawrence volvió a Italia, donde falleció.
 
 
Fragmento del ensayo Au revoir, E.E.U.U.
 
 
Es un continente extraño —al menos lo que llevo visto de él—. Es un continente de colmillos afilados, tiene una serpiente de cascabel enroscada en el corazón, tiene esta democracia del Nuevo Mundo. Será un animal peligroso una vez que vuelva a levantar la cabeza. Entre tanto la paloma todavía anida en los anillos de la serpiente de cascabel, la serpiente de piedra enrollada de la eternidad azteca. La paloma pone los huevos sobre su cabeza plana.
 
 
Los antiguos sentían adoración por las serpientes y los colmillos aquí en México. Después de todo, México es una especie de plexo solar de Norteamérica. El revestimiento del gran rostro pálido no ha penetrado apenas en la tierra. Las iglesias y palacios españoles se tambalean de puro desvencijados, siempre a punto de derrumbarse. Aquí el peón pone su sonrisita indígena detrás de la Cruz y tiene ese brillo en los ojos, mucho más vivo que el de los ojos de los indígenas del norte. (…)
 
 
En San Juan Teotihuacán, donde están las grandes pirámides de un pueblo pre-azteca desaparecido, según nos cuentan —y el llamado Templo de Quetzalcóatl—, allí, miren a las enormes cabezas que rechinan los dientes sobresaliendo irregularmente del muro de la achatada pirámide. Una enorme serpiente se extiende por la base y uno se aferra a un pez tallado que nada por la antigua piedra y que parece ser lo único inofensivo. ¡Nada menos que un pez inofensivo!
¡Pero cuidado! Las grandes cabezas de piedra nos gruñen desde la pared tratando de mordernos; y ahí está la gran esfera oscura y verde de un ojo de obsidiana que nos apunta con más maldad ciega de la que hemos visto nunca; y después están los colmillos blancos. Grandes colmillos blancos, ahora lisos, los colmillos blancos con pequeñas grietas, esmaltados. (…)
 
 
Este es un continente extraño. Los antropólogos pueden embellecer los mitos como quieran, pero vengan aquí y verán que los dioses muerden. No hay nada de la preocupación fálica del antiguo Mediterráneo. Aquí no llegaron ni al sexo apasionado. Sólo a los colmillos y los fríos anillos de serpiente y a las serpientes aladas con fiera sangre fría y garras.
 
 
Reconozco que me sentí desconcertado. En las contorsiones de los dragones chinos siempre hay algo cariñosamente divertido, pero no hay nada cariñosamente divertido en estos monstruos antiguos. Estas aves con sangre de serpiente van totalmente en serio al morder y retorcerse.
 
 
D. H. Lawrence
Fragmento del ensayo Ver México después, por Luis Q.
 
 
“¡Perdóneme un momento!”, digo con auténtica cortesía mexicana y subo de prisa las escaleras hasta la última planta —la cuarta, sin ascensor— hasta mi pequeño despacho al fondo desde donde se ven los tejados planos y las abultadas cúpulas de las iglesias y líneas de cables de México D.F. Corro a la ventana, miro y ¡Ah! ¡sí! ¿Qué tal amigo? ¡Qué suerte tiene de estar ahí! Vamos, chico, ¿vas a decirme si eres norteamericano o no? Porque si tú lo eres, yo también lo soy.
 
 
Este interesante anuncio va dirigido a mi amigo Popo, que deja caer sus pesados hombros bajo el cielo fumando una colilla, a la mexicana. Además, puesto que me pagan por informar, diré que Popo es el imperturbable volcán conocido desde siempre como Popocatépetl, con el acento en el té, así que les ruego que no lo pongan en el “cat”, que normalmente vaga por los alrededores de México D.F.

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