lunes, 20 de julio de 2015

Compilan y traducen relatos de Joseph Conrad


 
Ilustración: Abraham Cruz
 
Por: Juan Carlos Talavera 
 
Tres registros dominan la narrativa compacta de Józef Teodor Konrad, más conocido como Joseph Conrad (Berdyczów, 1857-Bishopsbourne, 1924): el mundo marino en caos, la geografía terrestre en transformación y un bosque de sentimientos, afectos e ideas políticas. Esto lo muestra el libro Narrativa breve completa, compilada y traducida por primera vez al español, al cuidado de Andrés Barba y Carmen M. Cáceres.
 
El volumen incluye 29 relatos cortos entre los destacan Tifón, Freya de las siete islas, Karain: un recuerdo, Un anarquista y El oficial negro, en una edición panhispánica que abrillanta el estilo barroco y la verborrea profusa del celebrado autor de Nostromo, que utilizó este tipo de narración como un laboratorio para experimentar tramas, formas lingüísticas y personajes que conoció en sus viajes como marino mercante.
El problema que existía con Conrad era que, a diferencia de sus novelas, su narrativa breve no contaba con una buena edición ni traducción, y algunas de esas traducciones que persistían en el mercado de lengua española eran francamente malas”, advierte Andrés Barba en entrevista.
Pero lo más interesante de este autor polaco nacionalizado británico, comenta, es la cantidad de magníficas seudonovelas ocultas en estos relatos. “Porque sus relatos eran laboratorios de ideas narrativas, pruebas para saber hasta qué punto una idea resistía una formulación extensa; en estas narraciones probaba ideas y fórmulas para sus narraciones más extensas”.
Señala que los relatos contenidos en esta antología se pueden clasificar en varios tipos: narraciones marinas que plantean alguna catástrofe o algún tipo de violencia contra civilización. “Ese es un punto medular en la mayoría de sus relatos, un punto de fuga donde la violencia atenta contra la civilización, donde aparecen los intentos infructuosos del hombre para poner orden en el terreno de lo social, lo sentimental y lo laboral, un orden contra la invención, los arrebatos de la naturaleza, la violencia y el deseo desmedido”, explica Barba.
 
Algunos de esos relatos marinos, que el traductor califica como los más divertidos e interesantes, son Karain: un recuerdo, Tifón, Mañana, El oficial negro, El cómplice secreto, Freya de las siete islas y El plantador de malata.
Pero también hay otras narraciones más experienciales o sentimentales, dice Barba, como El regreso, “que para mí es una pieza extraordinaria, una nouvelle de 80 páginas que podemos definir como el relato sentimental más afilado de Conrad. Y más allá estarían los terrestres, aquellos donde no cesan las inclemencias de los elementos naturales o toman un lugar importante la selva, la locura y la razón.
Coqueteó con la anarquía
Un tema sentimental o personal que Joseph Conrad abordó en esta narrativa breve fue la anarquía, lo cual significa que en algunos de sus relatos están presentes sus intereses políticos, en particular esa simpatía hacia el anarquismo, como se puede descubrir en La línea de sombra, el cual también desarrolló en su novela Bajo la mirada de Occidente.
 
“Conrad sentía fascinación por lo la sociedad ordenada y civilizada, pero le producía repulsión la idea de una sociedad que negaba la condición violenta del hombre. Así que en su literatura peleó entre dos aguas: una sociedad que quiere ser civilizada y humanista, y por otro lado esa misma sociedad que niega la condición fundamental del hombre y su violencia”.
Así que su flirteo con el anarquismo fue más bien filosófico y mental, precisa, y tiene mucho que ver con la presencia de personajes que puedan instaurar constantemente la violencia para reforzar su sociedad civilizada. “Al parecer Conrad pensaba que una parte de la civilización está fundada en la necesaria conciencia de que ésta puede destruirse o romperse en cualquier momento, sin  olvidar la violencia del hombre”.
Una carta triste
Uno de los relatos que más atrapó a los traductores fue El regreso, que cuenta la historia de un hombre rico que vuelve a casa después de un largo viaje. Es dueño de un negocio próspero, está casado con una linda mujer y tiene una vida apacible.
Eso lo cuenta en 10 páginas, pero al llegar a casa, descubre una carta de despedida, donde su mujer le explica que lo abandona para vivir con su amante, quien trabajaba como su socio. “Esta es una forma muy del gusto de Conrad: algo que se cree inmutable de pronto se colapsa y desaparece en un segundo”.
Aquel hombre rompe la carta. Se siente triste y furibundo. En ese momento llega su mujer, pálida y agitada para destruir la carta que había dejado a su marido, pues al parecer se ha arrepentido en el último instante.
“¡La idea es fantástica! Y al leerla puedes observar cómo el autor explora hasta qué punto puede explotar la conversación entre este hombre que sabe el secreto de su mujer y la mujer que se ha arrepentido y quiere volver”, explica Barba.
Sin embargo, traducir la prosa de este autor no fue miel sobre hojuelas, pues uno de los retos que enfrentaron fue la dificultad de su peculiar inglés. “No se parece al de nadie, y aunque él no fue angloparlante, adoptó el inglés como lengua materna, así que desarrolló un inglés extraordinario, porque tenía un gran sentido del oído y una gran intuición literaria”.
Por ejemplo, como pocos este autor usaba muchas oraciones subordinadas, guardaba un fraseo europeo, tradujo literalmente muchas frases del polaco al inglés y utilizó palabras que para su época ya estaban obsoletas, es decir, utilizó un vocabulario más antiguo porque seguramente era el que leía en los libros.

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