Por: Mónica Maristain.
El padre de Andrés Calamaro tiene 98 años. Ya no hace yoga para pararse de cabeza. Ya no nada. Ya no lee ni escribe. Ninguna de esas circunstancias, sin embargo, le quitan la envergadura intelectual que ha ganado en una larga vida dedicada a los libros y el conocimiento.
“Hubiéramos preferido que estudie, nosotros estudiamos toda la vida. Mi mujer tiene seis doctorados y yo escribo y publico libros con respecto a la cultura argentina. Quería que estudie ingeniería de sonido, para que entienda científicamente el sonido y no por la práctica. Pero Andrés sólo tenía interés por la música. Incluso una vez dijo que la música lo había sostenido en sus peores momentos, que sin ella no hubiera podido vivir”, fue la respuesta de don Eduardo Calamaro en una entrevista que otorgó en 2005, cuando tenía 87 años.
Abogado de profesión, el progenitor del genio del rock argentino, escribió libros dedicados a relatar la vida política de su país en las últimas décadas, fue periodista y amigo de poetas y quizás por eso Andrés es modesto a la hora de justipreciar sus propias capacidades intelectuales.
Dicho esto, fue en la víspera cuando presentó su primer libro Paracaídas y vueltas, editado por Planeta, que el autor de “Flaca” y “Sin documentos”, ex Los Rodríguez, ex Los Abuelos de la Nada y autor de dos discos fundamentales en la historia del rock en español: Alta suciedad y Honestidad brutal, mostró una lucidez cercana a la esencia de su prolífica obra musical.
Nacido en Buenos Aires hace 54 años, Andrés se ha dedicado sin quererlo o no a relatar la historia contemporánea de su país con una lucidez que sólo puede provenir –más allá de su talento innegable- de una raíz familiar –su hermana es la cantante y activista Hebe Rosell- donde el pensamiento y el análisis de la realidad circundante tienen sentido en tanto propician un hecho artístico o intelectual.
Tal como lo señala su amigo y mentor Rodolfo Palacios –quien lo instigó a escribir Paracaídas y vueltas- Andrés Calamaro “se crió en un ambiente cultural y musical. En su casa vio ensayar a Les Luthiers y conversar a su padre, el escritor Eduardo Calamaro, con el poeta Alberto Girri. La suma de los días y las noches lo volvieron un intelectual “genético” pero rústico, que recorre los márgenes sociales por voluntad propia.
“Grabador serial de discos desde la adolescencia (debutó con Raíces en 1978), en los años ochenta conquista la notoriedad en la Argentina con Los Abuelos de la Nada. En la última década del siglo pasado, viaja a Madrid. Forma Los Rodríguez. Disuelto el grupo, reconquista el éxito de crítica y público con la trilogía: Alta Suciedad, Honestidad Brutal y El Salmón. Cuando vuelve a su Buenos Aires querido se encierra (más de mil horas) en su propio Camboya Profundo a crear sin límite de tiempo y espacio. Con caídas y resurrecciones. Fugas y regresos. Como extranjero exiliado de sí mismo”.
“Calamaro, como decía Hemingway, ha vivido con los ojos y ha salido al mundo. Ahora se decidió a contarlo. Este libro es un manifiesto emocionante sobre los lugares, las personas y los recuerdos que marcaron su arte y su leyenda”, afirma Palacios, periodista y escritor.
LOS DIARIOS ÍNTIMOS Y LOS AMIGOS QUE SE FUERON.
Vestido íntegramente de azul, con una nube de bigote blanco que contrasta con su pelo renegrido, con las sempiternas gafas, lúcido y amable, tomando mate, “Andrelo” aprovechó una visita privada a México para ofrecer una conferencia de prensa en un lujoso hotel de la zona de Polanco.
Luego se iba corriendo al aeropuerto, para tomar el avión que lo regresara a su país natal.
“Los ateos del academicismos y las religiones, respetamos el universo impenetrable de la literatura como si fueran las sinfonías de Beethoven”, dijo. No obstante lo cual, se mostró orgulloso por su libro, al tiempo que confesó estar escribiendo el segundo, a un ritmo mañanero de 20 renglones diarios.
“No es una autobiografía al ciento por ciento, pero espero que este libro no sea mi único libro y trascienda la mecánica de la música”, afirmó.
Espera Andrés que sus textos atrapen a los seguidores de la música popular y también a los curiosos, aun cuando está consciente de que el público del rock no se caracteriza por ser demasiado lector.
Los teléfonos y la televisión han alejado a la gente de los libros, opinó y en su trabajo textual intentó homenajear a esos “iconoclastas inmortales” que ya no están, a la vez que integró una serie de “pensamientos políticamente incorrectos” que pueden leerse de forma corrida o aleatoria.
Juan Monea “El Torta” (1953-2013), un cantante de flamenco ya fallecido, el trompetista Jerry González, el también muerto baterista de Los Abuelos de la Nada, Polo Corbella (1948-2001), el cantante de cumbia cordobesa Rodrigo Bueno (1973-2000), son algunos de los nombres clave que circulan por las páginas de Paracaídas y vueltas.
“Este paracaídas está listo para abrirse y que el aterrizaje no sea forzoso”, dijo Andrés, quien destacó la correspondencia electrónica que mantuvo con el poeta argentino Enrique Symns, “una de las maravillas escondidas del periodismo literario de la República Argentina” y que también forman parte del libro presentado en la víspera.
“Nunca voy a alcanzar la estatura intelectual de mi padre, mi viejo Eduardo, que vive pero ya no es el lector tan intenso que fue alguna vez, ni escribe tampoco, porque el hombre tiene 98 años, ahora mismo solamente puede vivir. No puede ya nadar en el mar, ni hacer yoga a la mañana, pararse con la cabeza en el piso”, contó Calamaro.
“Voy a insistir con que este es un libro sin pretensiones intelectuales, de alguna manera hay guiños a la literatura, pero me pareció interesante que el rock en este debut personal roce aunque sea citas, frases literarias, ficciones aparentes, filosofía, tratándose como se trata de un libro hecho con mi experiencia en la calle y en los bares”, remató.
Paracaídas y vueltas alude a una de sus canciones más celebradas, “Paloma”, que integra el disco Honestidad brutal y que –reveló- no puede faltar en ninguno de sus conciertos.
“Es una canción con reminiscencias folclóricas que comienza diciendo “mi vida, fuimos a volar con un solo paracaídas”. De alguna manera pensé que ahí está en forma tácita el título de mi vida, como si fuera una autobiografía. El libro tiene cierta promiscuidad, pero no la promiscuidad que podrían esperar de una biografía rockera”, explicó el artista sudamericano.
“No ofrece ese tipo de morbo, pero sí acepto la promiscuidad que tuvieron discos como Honestidad brutal, que con el tiempo está considerado una obra maestra. Para mí es una gran tranquilidad saber que al menos tengo una obra maestra ya grabada. Es un alivio”, agregó.
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