Ana Casas Broda, fotógrafa.
Por: Luis Carlos Sánchez.
Exposiciones como la que abrió en 2014 en el Reina Sofía,
encuentros internacionales, la creación de colecciones especializadas y una
enorme cantidad de publicaciones y reflexiones en torno al fotolibro confirman
su auge a nivel mundial. No se trata de un concepto nuevo, pero el fotolibro se
ha convertido en una respuesta ante la falta de espacios de exhibición y en un
lugar de encuentro para la experimentación y la reinvención de nuevas formas de
contar una historia.
Los fotolibros, dice el historiador español Horacio
Hernández —autor de El fotolibro latinoamericano—, son como pequeñas bombas de
tiempo que viajan de manera distinta, se mueven más y siempre están en espera
de que sean abiertos para volver a ser activados. La fotógrafa Ana Casas Broda
agrega que el fotolibro “nace de que el mismo autor se cuestione por una
estructura narrativa, por un serie de elementos que complejizan el discurso”.
Con el fin de reflexionar en torno al desarrollo de este
género editorial y propiciar la creación de libros autopublicados en México, el
proyecto Hydra (creado por Casas, Gabriela González Reyes y Gerardo Montiel
Klint como una plataforma para la fotografía) lanza un programa especializado,
conformado por conferencias, talleres y una “Incubadora de libros” que dará
seguimiento al progreso y gestación de 15 fotolibros, con ayuda de
especialistas mexicanos, españoles, británicos y franceses.
“Desde que cambió la tecnología y hay más fotógrafos en el
mundo, los espacios expositivos son muy pocos y se inició una manera diferente
de consumir imágenes. En cierto momento se abarataron los procesos de impresión
y con la necesidad de tener mayor control de discurso y generar un cuerpo de
trabajo con mayor coherencia, donde haya posibilidad de una narrativa y del uso
de materiales, empezó a haber muchos libros autopublicados, lo que permitió a
los autores cierto control de su trabajo y la posibilidad de empezar a circular
sus imágenes como quisieran”, explica Casas en entrevista.
El fotolibro ofrece esas ventajas. “Está más al alcance,
estructurar una exposición no es tan sencillo. En los últimos años han surgido
concursos, festivales, exposiciones en Europa, Japón, China, Argentina y Perú”.
En México, agrega, sigue siendo un fenómeno aislado que sólo llevan a cabo
algunos sellos independientes: “No ha prosperado la autopublicación, (Felipe)
Ehrenberg empezó en los 60 en Londres con un mimeógrafo, hay cosas aisladas,
pequeñas ediciones, sellos aislados”.
El programa especializado en fotolibro incluye dos
convocatorias, la primera (abierta hasta abril en el sitio www.lahydra.com)
para participar en los siete diferentes talleres que ofrecerán los
especialistas; la segunda (disponible en el mismo sitio hasta el 30 de marzo)
para formar parte de “Incubadora de libros”, un proyecto que consiste en
acompañar durante siete meses a un grupo de 15 autores con un proyecto de
fotolibro, desde su conceptualización, desarrollo y producción, a través de
talleres con editores, autores y diseñadores.
La idea es crear un lenguaje visual. “Se trata de hacer
libros, no catálogos. Un objeto que contenga secuencia y narrativa donde es
importante el soporte, tamaño, montaje, mercado y las posibilidades que tiene
de moverse”, dice Casas. Un fotolibro, agrega, “es como cualquier lenguaje
visual que tiene muchas posibilidades, formas de pensar el libro, incluso la
posibilidad de que evolucione el uso del material junto con el discurso y se
vuelva un todo, eso es lo complicado de hacerlos”.
Las actividades incluyen un programa de charlas paralelas
que serán transmitidas vía streaming desde el Museo Universitario de Arte
Contemporáneo. Las ponencias se llevarán a cabo del 18 de abril al 16 de
noviembre e incluyen al curador Horacio Fernández, de España; Ramón
Reverte, editor de RM; el diseñador
italiano Ramón Pez; el británico Bruno Ceschel, de Be Happy; Gonzalo Golpe,
editor de La Troupe; la fotógrafa argentina Verónica Fieiras; Timothy Prus, del
Archive of Modern Conflicht, y los franceses Rémi Faucheux y Matthieu Charon,
de RVB Books.
“En México hay una cantidad de obra y de fotógrafos tan
importante que hace falta entrarle de lleno a la autopiublicación y al
fotolibro, eso es lo que queremos, que se expanda, que se abran los circuitos
profesionales, la forma de contacto y de camino con estas editoriales que
pueden aportar mucho para fortalecer la actividad fotográfica que tiene
México”, concluye Casas.
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