viernes, 15 de julio de 2016

El verdadero Guillermo Prieto



En su más reciente libro, el investigador Emilio Arellano pinta de cuerpo entero al escritor y político mexicano del siglo XIX.


Por: Juan Carlos Talavera



Bailarín empedernido, amante de las marionetas, cantante y guitarrista que obsequiaba poemas a las mulatas veracruzanas para que le invitaran pescado frito en plena Guerra de los Pasteles. Así era Guillermo Prieto (1818-1897), el narrador, periodista combativo y político que es recuperado en el libro Guillermo Prieto. Crónicas tardías del siglo XIX en México, de Emilio Arellano, una nueva biografía que muestra datos inéditos del intelectual mexicano más importante del siglo XIX, junto a Ignacio Ramírez El Nigromante.



Conocido por su memoria prodigiosa y por el mote de El endemoniado, Prieto quedó en la pobreza a los 13 años cuando falleció su padre, aunque la suerte le consiguió el patrocinio de Leona Vicario y Andrés Quintana Roo, quienes lo arroparon. Trabajó como secretario de Valentín Gómez Farías, de Anastasio Bustamente y conquistó a María de los Ángeles Caso con el carruaje presidencial del propio Bustamante. Ahora el mayor pendiente de este intelectual relegado por la historia es que su nombre sea grabado en letras de oro, en el Muro de Honor en la Cámara de Diputados, asegura Arellano con el de Ignacio Ramírez, quienes formaron la mancuerna tremebunda y sísmica del siglo XIX en México.



Además, es necesario suprimir la idea errónea de que Prieto fue el salvador de Benito Juárez, apunta el biógrafo y bisnieto de El Nigromante, “pues en cada estampita y libro oficial no se habla del intelectual, sino del hombre que salvó la vida de Juárez en Guadalajara tras gritar ‘¡Alto, los valientes no asesinan!’. Lo cierto es que hay una entrevista de Irineo Paz y Manuel Payno, donde afirmó no recordar esa frase”.



Alumbran su legado

El investigador Emilio Arellano charló con este diario acerca de su más reciente libro: Guillermo Prieto. Crónicas tardías del siglo XIX en México.



¿Qué fue entonces Benito Juárez para Prieto?, se le inquiere a Emilio Arellano. “En la primera administración de Juárez estuvo de su lado y lo apoyó, pero después ya no, al igual que El Nigromante, Juan Álvarez e Irineo Paz.



Un dato inédito de esta investigación estriba en el hecho de que el primo hermano de Guillermo Prieto, llamado coronel Agustín Pradillo, fue el jefe de ordenanzas de Maximiliano de Habsburgo, quien fue apresado en Querétaro y salvó la vida por mediación del intelectual mexicano; caso similar de José Luis Blasio y Prieto, quien fue secretario de Maximiliano e hijo de Genoveva Prieto.



Al paso, esta biografía señala numerosos errores e imprecisiones que contiene el libro Memorias de mis tiempos, atribuido a Prieto, probablemente modificado, censurado o inconcluso, “pues en éste se afirma que nació en Tacubaya, pero los registros oficiales indican que no fue así, sino que más bien esto sucedió en la calle de Mesones número 10”.



Ocurre lo mismo con la casa de sus padres, ubicada en el Molino del Rey, explica Arellano, aunque en realidad se ubicaba en Molino de Belén, a siete cuadras de la delegación Miguel Hidalgo; o el hecho de que se asegurara que la madre del intelectual mexicano hubiera perdido la razón, “lo cual es totalmente falso”.



Pero lo más importante es que Guillermo Prieto hoy puede recordarse como un guerrero de la supervivencia humana en un mundo adverso, afirma Arellano, para convertirse en el autor de una obra que puede leerse como la epopeya dolorosa del mejor literato y poeta de su tiempo, autor de El susto de las Pinganillas,Lecciones de historia patria, Romancillo de actualidad, Cartas a Manuel Doblado y de numerosas y agudas colaboraciones en una veintena de publicaciones como:El Sol, El Siglo Diez y Nueve, El Tío Culandas, La Libertad y La Tribuna.



Aunque las más importante publicación en la que colaboró fue D. Simplicio, que a la postre se convertiría en una segunda declaración de independencia, pero a nivel intelectual, donde colaboró con Manuel Payno e Ignacio Ramírez para enfrentar y destrozar a Antonio López de Santa Anna y a Lucas Alamán”.



A pesar de su capacidad literaria y mental, Arellano prefiere recordar que el mayor delirio de Guillermo Prieto eran las marionetas, al punto en que soportaba cinco funciones consecutivas en la Alameda con cacahuates garapiñados y aguas de sabores.



“Aquí existe una anécdota. Cierto día la compañía de marionetas Rosete Aranda llegó a Palacio Nacional; ahí Prieto rompió el protocolo y puso su silla delante del presidente Juárez para ver más de cerca la función”, recuerda.



Otra anécdota que perfila su personalidad data de 1839, durante la Guerra de los Pasteles, cuando le pidió a su mamá que le bordara su uniforme militar para unirse al frente de batalla en Veracruz en defensa de México.




“Entonces su mamá le bordó y cosió su uniforme y se fue caminando hasta el puerto de Veracruz, donde componía versos a las mulatas para que le invitaran las sierras y guachinangos más deliciosos de la República, pero si los poemas eran de su agrado le compartían hasta guanábanas y mameyes”.



¿Cuál es el objetivo final de esta biografía?, se le pregunta a Arellano. “Contribuir a reescribir la biografía de Prieto porque se merece algo más digno que Memorias de mis tiempos, un libro inconcluso y con datos muy imprecisos”.



¿Y por qué es tan importante llevar el nombre de Prieto al Muro de Honor de la Cámara de Diputados? “No se sabía, pero desde 1957 se autorizó que los nombres de Guillermo Prieto e Ignacio Ramírez “El Nigromante” fueran inscritos en el Muro de Honor. Ahora nos enteramos que durante el sismo de 1957 se suspendió el trámite y aunque en 2010 se intentó reactivar el tema, se ha insistido en la falta de presupuesto, así que este año insistiremos. Estoy seguro que el día que ambos estén en ese muro nos convertiremos en un país coherente e íntegro”.

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