Es un espacio que va en la búsqueda y a la vez de la difusion de aquellas voces creativas en cuanto al despliegue de su forma de ver y exponer el mundo en que vivimos. De ahí que hablen por si mismo, desde su trinchera que puede ser musical, dancístico como literario, no solamente en este no tan agreste terreno del Tunal Grande, sino más allende de...
domingo, 2 de octubre de 2016
Planeta Danza: Creación múltiple en expresión corporal
Por: Rosario Manzanos
Cine, teatro, ópera, performance, musicales, espectáculos comerciales e infantiles, ballet, danza contemporánea o para los que no saben bailar, Marco Antonio Silva conoce bien el negocio de la expresión corporal.
“Todos los extremos se juntan” dice el coreógrafo y exbailarín, autor del movimiento escénico del musical El Hombre de la Mancha, estrenado el 28 de septiembre en el Teatro de los Insurgentes. Lo dice porque al mismo tiempo de colaborar en la producción dirigida por Mauricio García Lozano, es director artístico del Centro de Producción de Danza Contemporánea (Ceprodac) del INBA, la agrupación institucional más importante en su género.
En entrevista exclusiva con Excélsior, el multipremiado creador, beneficiario del Fonca, Medalla Bellas Artes y premio José Limón, entre otros, lo mismo ha colaborado en óperas como The Rake‘s Progress y Fausto, bajo la dirección de Ludwick Margules, que realizado coreografías para películas, obras de teatro y hasta espectáculos de Juan Gabriel.
Iniciado en la danza a los 23 años, Silva ahora con 63 encima, siempre se ha definido como sobreviviente de sí mismo: “La danza me salvó de la cárcel o la muerte” me dijo alguna vez. Hijo de un actor y titiritero y de una madre solidaria que rezaba para que sus lesiones no lo limitaran al bailar, piensa que no hay diferencia entre movimiento escénico y coreografía.
“Lo fundamental es entender la dramaturgia de la pieza en la que se colabora. Establecer si se trata de una obra anecdótica, abstracta o temática. Desde ahí diseño todo, es decir, a partir del interior de la obra y por supuesto desde el interior de los intérpretes”.
EL MÉTODO
¿Parte usted de una estructura o de su instinto al crear?
“Más que del instinto de la intuición. Por más rígido que pueda ser el concepto de una propuesta siempre es una plataforma para lo que el cuerpo puede expresar. Pero primero hay que tomar la decisión de querer hacer algo, de desear hacer ese viaje. Por eso no creo que exista una diferencia entre trabajar en un musical que en el Ceprodac, en el teatro, en el cine o lo que sea. Todos los extremos se juntan”.
“Hay que conocer las condiciones de los géneros y los parámetros del discurso, Dana Rothberg y Paul Leduc, con quienes trabajé en cine, son totalmente diferentes, pero el caso más significativo para mí fue cuando participé con Luis Valdez en la película The Cisco Kid. Se trataba de una comedia pero había una escena de amor entre los antagonistas que la convertía en una comedia romántica, en otra cosa”.
“Los personajes tenían que bailar La paloma, una habanera muy conocida. Se necesitaba crear un espacio amoroso y establecer que esos personajes antagónicos, no lo eran al bailar. Como sucede en la vida misma cuando se baila con alguien, si no hay acuerdo corporal inmediato, no hay baile. Ese ángulo dramático definía una conjunción dramática en la película.”
¿Cómo fue su experiencia con Juan Gabriel?
“Me convocaron del INBA para participar como coreógrafo y diseñador del concepto para la presentación que hizo hace muchos años en el Palacio de Bellas Artes. No fue él quien me llamó sino las autoridades que en el momento confiaron en mí”.
“Te puedo decir que para hacer una coreografía de tres minutos escuché al menos 15 de sus discos. Conocerlo fue muy impresionante porque era un verdadero profesional del espectáculo. Yo sólo aporté algunos matices. Él tenía a muchos especialistas a su lado. Fue una gran aventura.”
Se le acusó de frívolo.
“Pues si es un pecado, ha habido otras figuras artísticas que cruzan las líneas convencionales del arte como Picasso que expuso en una exposición a Las señoritas de Avignon que eran unas prostitutas y fue duramente criticado. Pero mira, uno no puede amar lo que no conoce. Crecí en la cultura de las carpas acompañando a mi padre que era actor, iba a las matinés del Palacio Chino y del Metropolitan, veía las películas de Joaquín Pardavé y en mi buró estaban Los hermanos Karamazov, pero también La familia Burrón y lo mismo veía Nosotros los pobres que las películas de Pasolini”.
“Mi acceso a la cultura popular me permitió entender que había formas más audaces, maneras innovadoras de representar lo universal. Un ejemplo es lo que sucede con Pedro Infante en el papel de Pepe el Toro, cuando en una pelea de box mata a su mejor amigo. Ese momento es inolvidable porque toca las fibras de la tragedia pura y eso hace que el fenómeno se vuelva profundamente humano y universal. Creo en conocer a fondo lo popular y de forma paralela ir a los cineclubs de la UNAM donde un día veías algo de Werner Herzog y al otro, algo de Sergio Galindo”.
LA FAMA
¿Cómo le sienta que se le considere el mejor creador después de Guillermina Bravo?
“Esa es información para los historiadores. Simplemente me siento feliz de haber sido asesor del Ballet Folklórico, de haber colaborado con creadores como Michel Descombey, de haber ganado concursos de danza contemporánea a costa de todo y de todos. Pero lo que más me alegra es que por encima de todo, me considero un autodidacta que en mi deseo de expresarme me separé de todos los grupos en los que estuve”.
“Me he movido siempre solo y he buscado mis propios caminos. Básicamente he sido yo frente a mis propias decisiones, como una suerte de lobo estepario. Disfruto muchísimo lo que hago y a mi edad trato de sacar el mayor provecho del tiempo que me queda de vida”.
¿Cómo fue trabajar en El Hombre de la Mancha?
“Una experiencia de gran colaboración. Lograr un equipo de gran calidad no es nada fácil y aquí hablamos de la dirección de García Lozano que deseó siempre dirigir la obra. Lo primero que le pregunté cuando me llamó fue cuándo se estrena, quiénes participan y por qué me llamó a mí”.
“No se trató de generar un remake sino de buscar desde otro ángulo las cosas. Jorge Ballina en la escenografía y Víctor Zapatero en la iluminación, hicieron un trabajo creativo de alto nivel. Se hicieron muchos acuerdos y todos tuvimos paciencia. Todos, actores, músicos, bailarines aspiramos a lograr un producto artístico diferente y de gran calidad basado en un clásico”.
“Creo que se logró con un esfuerzo imaginativo de enorme rigor. Me apasionó crear, no desde un simulacro de lo que sucedió en otro siglo sino de lograr que el público perciba que una vara de madera puede ser la espada del Cid Campeador que la de Luke Skywalker. Se trata de entrar en una ficción y aceptar la convención teatral como una verdad. Y para crear sólo necesito que haya fuerza, flexibilidad, coordinación, resistencia, pero por encima de todo, imaginación”.
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