sábado, 29 de octubre de 2016

Va a la baja el TCUNAM



El Taller Coreográfico de la UNAM es dirigido actualmente por Ángel Rosas. Foto: Archivo



Por: Rosario  Manzanos



El futuro del Taller Coreográfico de la UNAM y su Seminario es inciertos. Al anuncio de la salida de Teresa Uriarte de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, las posibles soluciones para enderezar las irregularidades administrativas y académicas de la principal compañía universitaria ahora sí que entraron a una zona de “penumbra y obscuridad”.



El desconcierto que existe al interior del Taller Coreográfico a partir de la muerte de Gloria Contreras crea una atmósfera enrarecida en la que el aire se corta con cuchillo. El problema heredado de cuatro décadas de tener una compañía que se autodefinía artísticamente sin mediar ninguna autoridad no es nada fácil.



Como lo señaló la propia Uriarte en conferencia de prensa a finales de agosto, lo que sucedió es que “Gloria era Gloria”, es decir, una vaca sagrada que nunca nadie tocó, ni siquiera el propio Soberón, quien según me contó la propia Contreras en una de las múltiples entrevistas que le hice en Proceso y en una publicación inédita que tengo de ella, la despidió y ella “se quedó a la brava”.



El problemón fue de tal magnitud que literalmente señaló que por Gloria “renunciaron a Gastón García Cantú”. En efecto, Gloria valiéndose de todo su poder de convencimiento y el de la asesoría de su esposo, el abogado Jaime Farell, sobrino del político Arsenio Farell, se sostuvo siempre a fuerza de imponerse, lo que más le importaba era la danza.



En una entrevista que le hice en 2000 se quejó amargamente de “no haber encontrado un discípulo, alguien que se interesara en la forma en la que ella creaba”. De no tener amigos, de ser absolutamente enemiga de las relaciones públicas y cocteles y de la enorme soledad en la que lo único que la acompañaban eran “los libros y la música”.



Ahora, Ángel Rosas fue nombrado el nuevo director artístico del Taller Coreográfico y Alejandra Llorente su ensayadora, la decisión se tomó a partir de un consejo que no tuvo una decisión unánime y que partió de las propuestas que la propia directora de danza presentó como opciones. No hubo convocatoria abierta, no hubo concurso y sobre todo, no hubo transparencia en el proceso.



Y no afirmo que Ángel Rosas no tenga un proyecto posible o que Alejandra Llorente no conozca al dedillo la obra de Gloria que bailó por años. Lo que cuestiono es que  no se especificó jamás que ambos dependen directamente de las decisiones de la regiomontana Angélica Kleen, directora de danza de la UNAM.



Se esperaría que Rosas decidiera repertorio, elencos, horarios, futuros proyectos y todo lo relacionado con los aspectos artísticos del Taller, pero no es así. Hasta el momento Rosario Murillo y Katia Garza –regiomontanas y amigas de Kleen– han hecho ya estrenos para el Taller Coreográfico.



¿Cuáles son sus méritos coreográficos de ambas para crear obra para la principal compañía de danza de la UNAM? Es una pregunta sin respuesta y que resulta torpe frente a la contundente trayectoria de coreógrafos nacionales e internacionales de primera fuerza que deberían de haber sido considerados para la encomienda de abrir las puertas a un nuevo proyecto.



A lo anterior se suma que los bailarines desconocen al día de hoy su futura situación laboral y algunos temen que por su edad serán despedidos. Lo cual sucede a menudo a nivel mundial, pero siempre bajo la consigna de ser avisados hasta con un año y en algunos casos dos de anticipación. Mítines y hasta marchas se han llevado a cabo buscando el diálogo sin tener respuesta.



El Seminario es otro polvorín y no conozco a nadie que se haya convertido en bailarín profesional a partir de las clases de baby ballet y del baby belly dancing.  Si Gloria viese semejantes pifias en la UNAM se volvería a morir.


Preguntar sobre las clases baby y el pedir el esclarecimiento del destino de los fondos de ingresos de los más de mil cuatrocientos alumnos, le hacen decir a Teresa Uriarte que yo hablé de una “caja chica”. Me parece fundamental reflexionar sobre la pulcritud administrativa que caracteriza a la UNAM. Eso los universitarios lo vivimos como un imperativo categórico.

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